Discursos en ceremonias académicas

Segunda ceremonia anual de graduación 2013, 14/11/2013

Discurso del rector de la Universidad ORT Uruguay, Dr. Jorge Grünberg, durante la ceremonia de graduación.

Señora Directora General de ORT Uruguay, autoridades nacionales y de instituciones amigas, autoridades y académicos de nuestra universidad, señores Amigos de ORT, queridos graduados y graduadas y sus familias, a todos les doy la más cordial bienvenida en este día inolvidable.

Queridos padres y abuelos, ha sido una gran responsabilidad formar a sus hijos y nietos. Esperamos haber cumplido. Queridos graduados y graduadas, hace algunos años ustedes tuvieron que tomar decisiones trascendentes: elegir carrera y elegir universidad. Elegir universidad es como elegir cónyuge, puede ser la mejor elección (como me pasó a mí), o puede ser la peor. Al igual que una pareja, la universidad puede cosechar lo mejor de una persona o hacerla sentir incapaz y desorientada. Quizás nunca les dijimos cuan orgullosos nos sentimos de su elección, así que aprovecho la ocasión para decírselo: gracias por confiar en nosotros, gracias por enseñarnos mucho. Una universidad es ante todo una organización que aprende, sin ustedes ORT no sería la misma.

En 2013 comenzamos nuestro septuagésimo primer aniversario educando en el Uruguay. ORT Uruguay inició sus actividades en 1942 en un local frente al Palacio Peñarol. Desde nuestros orígenes como escuela técnica, el mundo ha cambiado mucho, pero nuestro espíritu y nuestra misión continúan incambiados. Somos una institución privada con una misión pública que es expandir las oportunidades educativas de los uruguayos. Continuamos con nuestro esfuerzo permanente por vislumbrar el futuro, porque una universidad debe ser la imaginación de un país. Un país no puede vivir sin memoria, pero tampoco puede vivir sin imaginación.

En ORT vemos el vaso medio lleno. Algunos miran nuestro país y ven a los uruguayos divididos en facciones que se gritan pero no se escuchan, que se miran pero no se ven, que desconfían y se sienten amenazados mutuamente. Las ideas nuevas quedan asfixiadas debajo de los estereotipos, los cambios se pierden en los laberintos de la desconfianza. Parece que vivimos en permanentes conflictos, no entre ideas, sino entre prejuicios.

Pero todo esto es solo un plano de la realidad. Hay otro plano menos visible pero igualmente real. Es el plano de una nueva generación de uruguayos que se niega a repetir ese juego de roles histórico. Estas nuevas generaciones de uruguayos no insultan, crean. Arriesgan y emprenden. Se asocian sin preguntar de qué tribu es cada uno. Miran el mundo y se ven reflejados, no amenazados. Ustedes son estos nuevos uruguayos. Muestren y demuestren de lo que son capaces. A su edad es el momento para cometer errores y acometer grandes proyectos. Es su oportunidad de llevar este Uruguay subterráneo a la superficie.

En este año están pasando muchas cosas en su universidad. Una de las más impactantes es el curso on-line de programación que nuestra Facultad de Ingeniería, con la dirección técnica de Víctor Paulós y la Dra. Inés Kereki comenzó a dictar para liceales del Plan Ceibal. Es el primer curso masivo de programación para adolescentes en el mundo. En el primer día se anotaron 1000 alumnos y 200 profesores. El objetivo es enseñar programación a miles de liceales simultáneamente, un objetivo que llevaría décadas utilizando técnicas convencionales de enseñanza. Este año cumple 25 años nuestra Facultad de Administración y Ciencias Sociales. Fue fundada por nuestra Directora General cuando la gerencia no existía como disciplina en el Uruguay y hoy en las expertas manos del Dr. Gastón Labadie, es una de las Escuelas de Negocios más reconocidas de la región.

En 2013 se conmemora el 70 aniversario de la rebelión de los judíos encerrados en el gueto de Varsovia. El gueto de Varsovia fue una de las más grandes vergüenzas de la humanidad y sin embargo, aún allí fue posible encontrar algo de esa humanidad. El gueto de Varsovia era un pequeño sector de unas pocas manzanas de la ciudad de Varsovia, en el cual los ocupantes alemanes encerraron a 400 000 judíos. Desde allí regularmente los deportaban a campos de exterminio, especialmente a Treblinka, para matarlos. En 1943, los pocos judíos que quedaban en el gueto se rebelaron en lo que fue la primera insurrección urbana contra el ejército alemán de la Segunda Guerra Mundial. La resistencia duró un mes. Todos los insurrectos murieron, a excepción de un puñado que escapó para contar al mundo lo que había pasado. Muchos años después le preguntaron a uno de los pocos sobrevivientes, el Sr. Isaac Zuckerman, qué lecciones militares se podían sacar de esa batalla. Su contestación fue: “la insurrección no se debe analizar en términos militares. Fue una batalla de 1 000 jóvenes mal armados contra el ejército más poderoso de Europa. Nadie tenía dudas de cómo iba a terminar. Este no es un episodio para una escuela militar, pero si hay una escuela para estudiar el espíritu humano, allí se debe estudiar”.

ORT fue parte de esa lucha por el espíritu. Pocos meses después de encerrar a la gente en el gueto, los alemanes prohibieron las escuelas. Sabían que cortar la educación de un pueblo era la manera de quebrar su espíritu. ORT fue una de las pocas escuelas que funcionaron en el gueto, al principio con autorización, luego en forma clandestina. Se enseñaba sastrería, cerrajería, carpintería y enfermería entre otros oficios. En 1941 tenía 2 500 alumnos. Por lo que sabemos no sobrevivió ninguno. De los pocos documentos encontrados después de la guerra, sabemos que asistir a la Escuela Técnica ORT fue lo que permitió a muchas personas continuar viviendo con dignidad el tiempo que les quedaba. Aún en esas condiciones límites, para las personas aprender puede ser tan importante como comer o abrigarse. Esperemos nunca tener que enfrentar circunstancias como esa, pero las sociedades deberíamos cuidar que al igual que los hospitales, las escuelas no se cierren nunca, porque aprender es lo que nos hace humanos.

Hoy es un día importante. La graduación es un momento trascendente en la vida, un punto de llegada y al mismo tiempo de partida. Es una medida de su fortaleza interior y para muchos de ustedes, su primera gran conquista personal. Ustedes son ahora parte de la minoría de uruguayos con educación universitaria, por lo tanto tendrán más oportunidades de éxito que los demás en una era en la cual el conocimiento es el recurso más valioso. Pero la consciencia de las oportunidades debe acompasarse con la consciencia de las obligaciones.

Miren a su alrededor, sean guardianes de sus hermanos. Recuerden siempre que vivimos en sociedad y que no hay progreso sostenible cuando hay personas excluidas. Sean exigentes con ustedes mismos porque es un prerrequisito para poder exigir a los demás. Continúen siempre aprendiendo, recuerden como dijo Jorge Luis Borges que “uno llega a ser grande por lo que lee más que por lo que escribe”. Busquen su propia identidad, no se definan en oposición a otros sino a sí mismos. Dialoguen siempre en busca de la verdad, no en busca de imponer sus puntos de vista. Como decía un profesor mío de Oxford: “las mentes son como los paracaídas, solo funcionan si están abiertos”. Escuchen con respeto, no acepten tutorías intelectuales. Debemos vivir en sociedad, no en manada.

No acepten pensamientos totalitarios que requieren acatamiento en lugar de convencimiento, exijan argumentos, evalúen resultados, la improvisación no se debe confundir con ejecutividad. Cultiven siempre su espíritu crítico, busquen diferenciar las ideas de los slogans. Cuando las palabras suenan bien pero se repiten en cualquier contexto sin mayor coherencia ni contacto con la realidad, quedan vacías de contenidos y se transforman en slogans. Cuando todo es “solidario” o “democrático” o “popular” o “patriótico” aunque estemos hablando de fútbol, tenemos que sospechar que estamos escuchando slogans y no ideas.

Para terminar permítanme compartir algunas reflexiones con ustedes sobre este momento de nuestro país. Los uruguayos enfrentamos una cuestión existencial. Tenemos la oportunidad histórica de transformarnos en un país desarrollado y tenemos mucho en qué basarnos para lograrlo. Según la encuesta latinoamericana Latinobarómetro 2013 los uruguayos somos los latinoamericanos que más creen en la democracia. Todo el mundo quiere lo que producimos, batimos records históricos de inversiones, se está desplegando la fibra óptica, la energía eólica, el gas natural. Tenemos pleno empleo cuando muchos de los países de los cuales vinieron los uruguayos tienen largas colas de desempleo. Ningún uruguayo deja de ir a la escuela, cada uno con su computadora. Pero nada de esto nos garantiza el progreso sostenible y transformarnos en una sociedad próspera. Son una buena base pero no hay atajos para progresar. No se trata de quien gana las elecciones, de un nuevo paquete de leyes o de encontrar petróleo debajo de nuestro suelo o de nuestro mar. Necesitamos trabajo duro, consenso, elegir un camino que nos lleve a desarrollarnos en la sociedad del conocimiento.

En los últimos años no despilfarramos los ingresos que hemos tenido, pero tampoco los invertimos estratégicamente en busca de una prosperidad sostenible y equitativa. Redujimos la desigualdad de ingresos, pero no redujimos la desigualdad de oportunidades. Disminuir la desigualdad de oportunidades es lo que permite la movilidad social y es mucho más difícil que redistribuir recursos. Mejorar la igualdad de oportunidades es difícil porque requiere reformar y reformar requiere optar entre derechos que pueden ser igualmente legítimos. No optar por ninguno de los dos derechos en conflicto puede parecer en teoría una opción por la libertad, ya que ninguno de los dos derechos se restringe. Pero en la práctica, no optar entre dos derechos es optar por el más fuerte. Como explicó el gran filósofo de Oxford Isaiah Berlín: “la libertad total para los lobos es la muerte para los corderos”. Para reformar tenemos que optar entre derechos legítimos. No hay progreso posible si todos los derechos se ejercen en toda su extensión. Y este es el dilema que enfrenta nuestro liderazgo. Sabe que tiene que optar, pero toda opción implica una pérdida. Es difícil aceptar pérdidas sin consenso social y una visión de largo plazo. Por eso hasta que no alcancemos un consenso y una visión compartidos será muy difícil alcanzar un progreso sostenible.

Promover la igualdad de oportunidades implica mejorar la igualdad de acceso a las oportunidades educativas. No podemos ser un país moderno donde los más pobres raramente culminan el bachillerato y solo excepcionalmente la universidad. Esta exclusión es una falla moral además de un despilfarro del capital intelectual de nuestra sociedad. La modernidad implica excelencia, pero también implica inclusión. Esa es nuestra próxima frontera, promover una sociedad de excelencia, pero cuyos beneficios no sean acaparados por los más educados. Y al mismo tiempo promover una sociedad inclusiva pero cuyas pautas culturales no asfixien la innovación, la ambición y la diversidad de los individuos. Una sociedad inclusiva pero mediocre no va a alcanzar nunca la prosperidad, seremos todos igualmente pobres. Una sociedad excelente pero excluyente, sería inestable y en permanente conflicto consigo misma, como nos pasa ahora. Nuestra próxima frontera debe ser transformarnos en una sociedad de “excelencia inclusiva” donde todos sientan que tienen una chance decente de progreso personal.

Nuestra prosperidad requiere cambios culturales. Uno de los más importantes es recuperar nuestras aspiraciones. Los países no llegan más lejos que las aspiraciones de sus ciudadanos. En su momento aspiramos a ser uno de los países socialmente más avanzados del mundo. Hace un siglo expandimos agresivamente la educación en todo el país, hace algunas décadas construimos estadios en tiempo record, ganamos olimpíadas y campeonatos mundiales. Albert Einstein se sentó a discutir filosofía en la Plaza de los Bomberos con nuestro Carlos Vaz Ferreira en 1925. Con el tiempo fuimos cambiando nuestras aspiraciones. En lugar de servir como ejemplo a nuestros vecinos empezamos a mimetizarnos con ellos. Con nuestra rica historia intelectual y nuestro inexplotado potencial humano, tenemos todo el derecho de fijarnos metas ambiciosas. Esto no significa dejar de ser latinoamericanos, significa demostrar que un país latinoamericano puede estar entre los mejores.

Les espera una era muy distinta de nuestro país y del mundo. Hay menos certezas pero también hay menos límites. Nunca hubo tantas oportunidades para personas cada vez más jóvenes de saltearse jerarquías y de proyectarse mucho más lejos de su punto de origen geográfico, social o cultural. No acepten el estado actual de las cosas como inmutable. Erradiquen de su lenguaje una expresión que encuentro totalmente nociva: “es lo que hay”. No es una expresión inocua, es una actitud, refleja aceptación de lo que en el mismo acto reconocemos como inaceptable. No debemos aceptar esta actitud de nosotros mismos y no debemos aceptarlo de aquellos que elegimos para que se ocupen en nuestro nombre de los asuntos públicos. ¿Cuántas décadas más están dispuestos a esperar para transformar al Uruguay en un país de excelencia y en una tierra de oportunidades?

Estamos en un punto de inflexión para nuestro país en el cual los más educados pueden hacer la diferencia. Uruguay los necesita. Triunfen desde Uruguay y hagan triunfar a su país. Sigan su camino, pero sepan que ORT siempre será su casa.

Muchas gracias.