Discursos en ceremonias académicas

Segunda ceremonia anual de graduación 2010, 26/11/2010

Discurso del rector de la Universidad ORT Uruguay, Dr. Jorge Grünberg, durante la ceremonia de graduación.

Buenos días a todos. A los que ya me han escuchado les pido disculpas por las reiteraciones, pero como dijo André Gide: "todas las cosas ya fueron dichas, pero como nadie escucha hay que empezar de nuevo". Sin compararme con tan ilustre escritor, reitero mis disculpas.

Señora Directora General de ORT Uruguay, autoridades de instituciones colegas y de nuestra universidad, profesores y graduados y sus familias, a todos les doy la más cordial bienvenida en este día inolvidable. Queridos padres y abuelos aquí presentes, ha sido un placer educar a sus hijos y nietos y ser educados por ellos. Gracias a ellos sabemos más, en especial sobre cómo enseñar cada vez mejor, porque ésa es la esencia de la educación: un continuo esfuerzo de descubrimiento y redescubrimiento. Nos alegra recibir hoy para este festejo a todas las familias, porque la graduación es un mérito personal pero es fruto de un esfuerzo colectivo, de padres, cónyuges e hijos que postergaron durante años sus necesidades y deseos para apoyar a los que hoy se gradúan. Por eso esta alegría y este orgullo bien ganado lo deben compartir con aquellos que los apoyaron.

ORT está cumpliendo en 2010 130 años, lo que se llama una institución joven con una larga tradición. Muchas cosas cambiaron desde que ORT abrió su primer escuela en San Petersburgo en 1880, pero nuestro espíritu sigue siendo el mismo. Pueden estar orgullosos de ORT, de su historia y de su compromiso permanente con la educación como camino para que las personas puedan dirigir su propio destino, porque no hay peor forma de dependencia que la ignorancia. ORT surgió y se desarrolló como un movimiento popular de defensa de los derechos civiles de los judíos que estaban sujetos a discriminaciones bajo el régimen zarista, en especial las restricciones de ingreso a escuelas y universidades. La misión de ORT, en ese contexto histórico, fue crear escuelas para que los judíos pudieran obtener educación y generar emprendimientos productivos. La filosofía de ORT siempre ha sido la búsqueda de la superación personal a través de una educación productiva que valoriza a la persona ante sí misma y ante la sociedad. Buscar la dignidad y la superación a partir de uno mismo y no del conflicto con los demás, es una filosofía que resuena como antecedente de otros movimientos por derechos civiles que surgieron muchas décadas después.

ORT es un movimiento inspirado en valores judíos universales, como la centralidad del aprendizaje y el mandato de ayudar a los demás, pero nunca fue un movimiento sectario. Muy al contrario, ORT se volvió rápidamente un movimiento global, mucho antes que la globalización estuviera de moda. Por ejemplo, en 1942 se fundaron escuelas de ORT en Montevideo y en Shangai en el mismo año y durante la década de 1940 se expande en los cinco continentes. ORT fue fundado para brindar oportunidades, para ayudar a las personas, a todas las personas, a vivir una vida digna a través de sus conocimientos, para ayudar a modernizar a las sociedades a través de los mejores usos de las tecnologías y eso es lo que seguimos haciendo 130 años después.

Esperamos que hayan disfrutado de su tiempo en la universidad. Les pedimos comprensión por nuestras carencias e inspiración para seguir aprendiendo. Nos sentimos honrados y muy responsables por la confianza que depositaron en nosotros cuando eligieron universidad, una de las decisiones más trascendentes de los jóvenes. Como educadores nos sentimos muy responsables por nuestra capacidad de incidir en el espíritu de nuestros alumnos. Los educadores tenemos una gran capacidad de influenciar la formación ética y moral de los individuos y por eso nunca debemos confundir la enseñanza con una oportunidad de imponer nuestras propias convicciones. Los verdaderos profesores defienden a los alumnos de su propia influencia. Los verdaderos profesores no forman discípulos, forman pensadores libres.

Hemos sido exitosos si además de aprender las profesiones que eligieron han incorporado valores que los guíen en las opciones morales que todos debemos realizar continuamente en la vida. Valores que nos esforzamos en impregnar en nuestra práctica educativa, porque los valores no se enseñan en materias, se enseñan en la filosofía diaria de convivencia de una comunidad universitaria. Valores como que solo debemos diferenciar a las personas por sus virtudes y capacidades, que los individuos tenemos un libre albedrío que nos permite elegir, pero que a la vez nos hace responsables de nuestros actos, o que no debemos conformarnos nunca con menos de lo que realmente podemos rendir. La medida de nuestro éxito como universidad no serán solo sus conquistas profesionales, aunque esperamos que sean muchas, sino sus conductas como personas y como ciudadanos, su aporte a sus familias y a nuestra sociedad para transformarnos en un país cada vez mejor.

Hoy es un gran momento que recordarán toda la vida y es importante reflexionar sobre por qué es importante esta celebración. La graduación es importante porque es una medida de nuestra fortaleza interior, de nuestra resiliencia frente a dificultades y postergaciones. La graduación simboliza que han enfrentado y superado sus miedos, sus desorientaciones y sus incertidumbres. En la adolescencia aprendemos los límites de nuestro cuerpo, en la etapa universitaria testeamos los límites de nuestra inteligencia y queremos saber qué podemos hacer por nosotros mismos. Todos necesitamos encontrar significado a lo que hacemos más allá de las gratificaciones instantáneas y los reconocimientos materiales. La educación no nos transforma automáticamente en mejores personas pero nos permite serlo, porque nos permite comprender las opciones morales que inevitablemente debemos hacer, nos permite ser más sensibles a las necesidades ajenas, nos brinda la lucidez para darnos cuenta de que el mundo no termina en nosotros mismos. A partir de ahora ustedes son parte de una minoría privilegiada, la de los más educados de nuestra sociedad y junto a los privilegios vienen responsabilidades. Fíjense metas ambiciosas. Apunten alto. Trabajen duro. Sean exigentes con ustedes mismos porque es un prerequisito para poder exigir a los demás. Recuerden que la verdadera realización personal viene del deber cumplido, no de los deseos satisfechos. No se dejen llevar por estereotipos o por la corrección política. Vean con sus propios ojos. Evalúen con sus propios valores. Argumenten con sus propias palabras. Ejerzan guiados por la brújula de la ética y la integridad personal, ya que la sociedad tiene derecho a esperar de sus universitarios una conducta guiada por la honestidad y no solo un apego formal a las reglas. Continúen siempre aprendiendo porque en la sociedad del conocimiento valemos por lo que sabemos, no por lo que tenemos. Comprométanse con el bien común, porque el éxito personal no es la única medida de nuestro valor como personas.

Para terminar comparto con ustedes algunas reflexiones sobre nuestra sociedad y las responsabilidades de todos nosotros respecto a ella. Yo tengo una visión para nuestro país, la imagen de un Uruguay natural e inteligente. Una visión de Uruguay como una capital de la innovación, la creatividad y el emprendimiento. Un polo de atracción que retenga a nuestros talentos y atraiga talentos del resto del mundo. La visión de un Uruguay que se distinga por su calidad de vida, con sus ciudades y pueblos limpios, seguros, con oportunidades educativas y culturales accesibles a todos. La visión de una sociedad equitativa en donde cada uruguayo tenga la oportunidad de vivir de su inteligencia, de cultivarse, de probarse a sí mismo, de imaginarse más allá del horizonte. Tengo la convicción de que una mayoría de los uruguayos comparte esta visión. Es una mayoría silenciosa, no está en la calle ni en los diarios, pero es una mayoría que espera expectante su oportunidad y está dispuesta a poner su esfuerzo y su sacrificio en esa dirección. También tengo la convicción de que como sociedad tenemos el potencial para alcanzar esta visión de desarrollo. Pero para alcanzarla no tenemos que hacer solo inversiones. Tenemos que hacer reformas y no me refiero solo a "ahorrar para cuando llueva", como en la fábula de La Fontaine, no me refiero solo a lo que le llaman "políticas contracíclicas".

Me refiero a algo más profundo. Me refiero a reformular el modelo productivo de nuestro país para transformarnos en un productor de conocimiento, en una sociedad creativa y emprendedora, generadora de valor y de propuestas originales para el mundo. Hoy con pleno empleo y exportaciones por las nubes quizás no sentimos la urgencia de estas transformaciones, pero estamos confundiendo bonanza con prosperidad. Estamos confundiendo crecimiento con desarrollo. Estamos viviendo una ilusión de crecimiento, pero son espejismos insostenibles en el largo plazo en ausencia de una refundación productiva de nuestro país. En la década del 90 tuvimos una oportunidad similar, que en gran medida desperdiciamos frente a una encrucijada de cambios políticos y tecnológicos globales que nos brindaron una oportunidad de desarrollo quizás irrepetible. Ahora nos puede pasar lo mismo, tenemos algunos años por delante de crecimiento, pero debemos aprovecharlos para reconvertir nuestro modelo productivo, de manera de transformar esta bonanza coyuntural en desarrollo sostenible.

Las transformaciones más difíciles por delante son culturales, no políticas, ni legales. Nuestra sociedad ha cambiado en aspectos importantes como la aceptación universal de la democracia como régimen de convivencia, el amplio consenso en torno a las políticas macroeconómicas y la aceptación generalizada de que nuestro país debe abrirse al mundo en busca de exportaciones y en busca de inversión extranjera. Pero seguimos con un pensamiento estancado en otros aspectos importantes como la confusión entre la propiedad estatal y la soberanía, los supuestos beneficios de los monopolios, la falta de rendición de cuentas de los servicios públicos, la baja valoración del emprendimiento frente al empleo y la búsqueda corporativa de la protección del Estado como alternativa a la innovación y al riesgo. Debemos modernizar nuestra cultura para poder aprovechar las oportunidades de una nueva sociedad, en la cual la riqueza proviene del conocimiento. Esto implica reposicionar al individuo en el centro de la vida social uruguaya poniendo el Estado a su servicio, ya que las reservas de creatividad y energía emprendedora están en los individuos y en la sociedad civil. Debemos proteger los derechos de los ciudadanos y eso hoy en día significa garantizar su derecho a recibir en tiempo y forma los servicios públicos fundamentales, entre ellos seguridad y educación. Las violaciones a los derechos de la mayor parte de los uruguayos hoy en día no son el encarcelamiento sin juicio o que les confisquen las propiedades, sino que se quedan sin transporte para volver a la casa, que los amenaza la delincuencia en la calle y que sus hijos abandonan el liceo.

El progreso genuino requiere hacer de una sociedad plural como es la que tenemos, un proyecto común que abarque a todos en mayor o menor medida. Hoy no existe esa visión integradora para nuestro país. Yo entiendo que gobernar a los uruguayos no es tarea fácil y en ese sentido tenemos que ayudar a los que tienen que gobernar. Me imagino que no es tarea fácil y parafraseando a Manuel Azaña, diría que si todos los uruguayos habláramos solo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio. Una sociedad sin una visión integradora se desgasta en conflictos permanentes y eso es lo que estamos viviendo. Somos cada vez menos una comunidad de ciudadanos y cada vez más un conjunto de tribus que luchan por sus intereses y que dejan a la intemperie a los que no pertenecen a ninguna. Los universitarios tenemos que ayudar, creando una corriente de opinión en favor de una visión de futuro, que aunque sea a largo plazo y exija sacrificios, entusiasme y convoque a grandes mayorías de nuestra sociedad. Esta es mi visión, la que les propongo para nuestro Uruguay, el deber que les propongo para nosotros, la comunidad de universitarios. Si la comparten está en sus manos conseguirla.

Permítanme terminar felicitándolos nuevamente. Este es un gran día para ustedes y sus familias, así como para nosotros. Compartamos juntos hoy nuestra alegría por su graduación y trabajemos todos juntos para un nuevo Uruguay. Sigan su camino, pero sepan que ORT siempre será su casa. Recuerden que dentro de ustedes está la capacidad de cambiarse a sí mismos y a los demás. Recuerden que ustedes juntos lo pueden todo, porque ustedes son la riqueza nacional.

Muchas gracias.