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Del salón de clases a la fiesta

06/07/2018
Con más de 20 años como DJ de playas y fiestas internacionales, Javier Misa, docente del Programa de Producción en Música Electrónica de ORT, prepara a la próxima generación de DJs y productores locales.

¿Dónde está Javier Misa? Toca a las 22:00, falta menos de media hora y no aparece.

 

Todos aguardan nerviosos la llegada del destacado DJ uruguayo al principal escenario de la primera edición de la megafiesta de música electrónica Creamfields en Montevideo. Audios de WhatsApp, mensajes de texto, llamadas perdidas. Todos. Organización, producción, sonidistas y asistentes intentan localizarlo.

 

A falta de ocho minutos para las 10 de la noche, justo al final de la set list de Edunetto y antes de que alguien propusiera un plan B, se presentó un calmado Misa pronto para saltar a escena.

 

“Hace muchísimos años que ya no me pongo nervioso, esté frente a una o miles de personas”, afirma hoy. Había llegado temprano al Faro de Punta Carretas con su novia, pero no se acercó al escenario hasta minutos antes de tocar. Aprovechó, recorrió el predio, compró algunas remeras y se quedó observando para captar cada detalle de aquella fecha memorable.

 

El viernes 10 de noviembre de 2017 quedó grabado en la historia de la música electrónica del país: una de las marcas más importantes vinculadas al género plantó bandera en la capital uruguaya, con un contrato firmado que asegura dos ediciones más en 2018 y 2019. Mucho tuvo que ver en esta llegada de Creamfields el aumento de la demanda de música electrónica, algo que está ocurriendo en todo el mundo y a lo que Uruguay no es ajeno.

 

Precisamente, Misa, que desde hace tres años dicta la materia DJing y Remixing en el Programa de Producción en Música Electrónica (PPME) de la Universidad ORT Uruguay, analiza este cambio de contexto y lo vincula a la posibilidad de estudiar este campo a nivel terciario.

Javier Misa

Para una entrevista a El País dijiste que hoy “se súper masificó la electrónica”. ¿A qué atribuís ese fenómeno?

Es algo que se venía dando a nivel mundial hacía muchísimos años, pero nosotros, en Uruguay, siempre venimos corriendo de atrás. Es una tendencia que finalmente desembarcó acá. Para mí es por la evolución de la música. Hoy prácticamente toda la música es electrónica.

Formás parte del cuerpo docente del PPME de ORT. ¿Creés que esa mayor masificación de la electrónica en la sociedad ha influido a que el trabajo del DJ se transforme en un curso en una universidad?

Sí, claro. Lo masivo genera mucho más adeptos y surgen más exponentes.

Lo bueno del PPME es que te da los pilares para que un estudiante pueda salir con una idea general del tema. Y hablo de idea general porque es difícil certificarse en el arte. Sí se obtiene conocimiento en cuanto a técnicas e información sobre ejemplos y experiencias de los mismos docentes.

Mis estudiantes me tienen como una especie de historiador, les cuento mucho sobre mis experiencias, desde que arranqué hasta la actualidad. De esa manera los mantengo entretenidos, más que si me pongo a explicar solo cuestiones técnicas. Busco darle ese equilibrio a las clases.

Hay una entrevista que hace Guillermo Marchese, el coordinador académico, para ver en dónde está parado el interesado, pero en realidad no se necesitan conocimientos previos. Es más, a veces es mejor venir de cero.

¿Cuál es la importancia de que una universidad haya incorporado un programa así en su currícula?

No podía ser otra: ORT siempre está un paso adelante en todo lo que refiere a nuevas disciplinas. Creo que fue el complemento perfecto para la carrera Técnico en Diseño de Sonido, porque hay muchos que no quieren o no pueden estudiar por dos o tres años y con el PPME en un semestre se van con una noción general de lo que es la música electrónica.

 

¿Quién no se ha descargado alguna vez programas como Virtual DJ para jugar a pasar música? Con la aparición de un par de botones, las nuevas tecnologías hoy solucionan lo que por mucho tiempo se hizo de manera artesanal: sincronizar los beats per minute (bpm) —pulsaciones por minuto, en español—, encontrar el momento justo para largar el nuevo tema sobre el que está sonando, y modificar el volumen de agudos, graves y medios.

 

Lo cierto es que el arte del DJing radica en el estilo que predica la vieja escuela y, para ello, si bien es vital el talento, la cuota técnica también tiene su influencia.

¿Cuál es ese abecé que todo nuevo DJ toma en cuenta a nivel técnico?

El sentido del ritmo, la coherencia para elegir canciones. Para mí es importantísimo mantener la línea musical, porque no es poner una canción y nada más, hay que ver con qué se va a seguir. Cada canción tiene que ser mejor que la anterior o al menos parecerlo, para darle continuidad y que mantenga al público en el viaje.

De cualquier manera, lo técnico no es tan difícil de aprender en realidad. Hoy la tecnología hace todo: con un botón se autosincronizan las canciones, se obtiene la tonalidad… Todos esos elementos están resueltos. Yo me sigo manejando al estilo de la vieja escuela, de forma artesanal, porque así lo aprendí y de la otra manera me parece aburrido.

¿Las nuevas tecnologías atentan contra la figura del DJ, entonces?

Yo te diría que no. El arte sigue estando en la selección, en el carisma, en la lectura de la pista y esas cosas, por ahora, las máquinas no lo pueden hacer.

¿En qué radica la selección de los temas? ¿En una fiesta se improvisa más de lo que se prepara?

Depende del DJ. En mi caso, me contratás y yo ya sé lo que va a suceder. Antes no lo podía saber, hoy, con mi experiencia, sí. Veo el perfil de la persona, el grupo de amigos, hago dos o tres preguntas y ya sé qué es lo que quieren. Después, fluye. Esos eventos, los que son para 50 personas, son las pistas más difíciles, porque se te van dos personas y se te cayó la fiesta. En el caso de las fiestas grandes es más sencillo porque fluyo artísticamente. La gente va absolutamente entregada a escucharte.

Aquellos que conocen únicamente el lado más comercial de la música electrónica creen que todos los DJs hacen remixes o canciones como David Guetta, Avicii o Martin Garrix. Sin embargo, existen dos actores dentro del género que son completamente distintos, pero que necesitan uno del otro: el productor, quien genera las canciones, y el DJ, quien las mezcla en las fiestas.

Tras varios años de solamente hacer mezclas, Misa optó por incursionar en la creación de nuevos temas y hoy conjuga ambos perfiles en sus presentaciones.

¿Hay mejores DJs que productores en Uruguay?

Hay muy buenos productores y muy buenos DJs.

La gran diferencia entre el DJ y el productor es que el primero, por lo general, es una persona carismática, simpática, que le gusta estar en contacto con la gente, que le gusta salir y no se pierde una sola fiesta. El productor es un nerd, es un bicho de laboratorio que está encerrado y quizás nadie llega a conocer, y cuando sale está pensando en todo lo que podría estar haciendo en el estudio.

En Uruguay hay menos productores que DJs. Parecen ser similares, pero son dos personas completamente distintas.

En ti conjugan ambos perfiles, ¿pero hoy cómo te identificás más: como DJ o como productor?

Estoy atravesando una lucha interna. Durante muchos años fui DJ y uno muy bueno, y me hago cargo de eso, porque hice bailar muchísimo. Llegó un punto en el que empecé a sentir la necesidad de expresarme, ahí es cuando empezó la interferencia conmigo mismo. Es un desafío complicado. Hay dos seres que viven en mí. Desde los 12 años que vengo haciendo bailar y es muy difícil poner una canción propia y que alguien diga “¿qué puso este tipo?”.

¿Hay una gran diferencia, entonces, entre la música del Javier Misa DJ y del Javier Misa productor?

Sí, y es una diferencia bien clara. El Javier Misa DJ es más estratega, piensa y siempre está analizando qué es lo que precisa la gente, qué es lo que quiere bailar y qué es lo que está haciendo bailar en otros mercados. El Javier Misa productor es un artista al que le importa nada todo lo anterior. Se expresa y puede ser que no haga bailar con eso. Son dos caminos totalmente distintos, por eso es muy difícil la convivencia entre el DJ y el productor.

Cerca de las 23 horas de ese 10 de noviembre de 2017, Misa comienza a improvisar el final de su set list. Auricular derecho pegado a la oreja y sostenido por el hombro, el DJ sincroniza los bpm de la canción entrante que está cargada en una de sus cuatro compacteras.

Su set está terminando, pero cada vez más gente —que llega para ver los prometidos artistas internacionales que se presentarán más tarde— se va acercando al escenario principal. La fiesta se aviva y el público vibra más que nunca.

Javier Misa

¿Soñabas hace 10 años con tocar en una fiesta como Creamfields?

Sí lo soñaba, pero no en Uruguay. Por suerte eso cambió. Hay mucho talento acá, pero estamos bastante escondidos, no solo a nivel país sino también a nivel sudamericano. No ves a DJs brasileños o argentinos, salvo el caso de Hernán Cattáneo, en las principales line ups.

¿Qué falta en la región para que el mercado sudamericano se empiece a interesar más por productores o DJs locales?

Falta consciencia, porque en cuanto a técnica y talento hay mucho material. Hay cosas muy buenas que no son potenciadas desde adentro. Falta apoyo, porque a veces te invitan a una fiesta grande, pero te ponen en el warm up, al que van los amigos.

Está previsto que se lleven adelante dos ediciones más del festival en 2018 y 2019. ¿Cómo posiciona esto a Uruguay en el mapa de la música electrónica?

En producción, hoy tenemos festivales importantísimos, con marcas súper destacadas, como Elrow, originaria de Ibiza. Hay productos locales, como La Terraza, por ejemplo, que implica una producción tremenda. Dicen que es una copia, pero si lo es, es muy buena.

Incluso Creamfields tuvo críticas, pero todas surgieron a nivel local. Entra a jugar el tema de la competencia y es complicado. Por eso digo, hay que ser un poquito más abiertos. Cuando desembarca algo genial, que puede servir, hay que apoyarlo.

 

A las cuatro de la mañana del sábado 11 de noviembre, mientras Montevideo duerme y Misa apronta el show de horas más tarde, el Faro de Punta Carretas explota con las miles de personas bailando al ritmo de la música del dúo australiano Nervo.

 

De pronto, silencio. “¿Y dónde está mi gente? ¿Y dónde está mi gente?”, los parlantes emiten un sonido que a pesar de ser familiar, sorprende por ser ajeno al género. La canción de moda Mi gente de J Balvin y Willy William se reproduce en el predio y la fiesta estalla.

Hoy la figura del DJ está en auge y ha logrado que no solo se tenga en cuenta qué canción se está escuchando, como pasaba hace años, sino también quién la está pasando. ¿Por qué considerás que hoy el DJ en sí mismo tiene igual o, incluso a veces, más importancia que la música?

Yo siempre digo, no es la canción, sino quién la pone. Si vos me preguntás si veo bien o mal que se le dé mayor importancia al DJ que a la canción, mi respuesta es que lo veo un poco inflado de más. Hace unos años se dio una tendencia que marcaba que todos los DJs destacados, en cualquier parte del set ponían un tema de los ochenta y la gente piraba. Ahora, si lo hace un DJ que no es conocido, seguro lo matan. Se llegó a ese punto: todo lo que hace un DJ de renombre es majestuoso.

¿Pero por qué creés que pasa eso?

Creo que es una forma de idolatrar. No lo termino de comprender, porque es un poco injusto.

Es un fenómeno que se da en todo el mundo, incluso hace un par de años, en el aspecto más comercial, Dimitri Vegas y Like Mike descolocaron al público de Tomorrowland al pasar un remix de Gasolina de Daddy Yankee.

El ejemplo es buenísimo. Puntualmente esa fiesta es tan comercial y está tan enfocada hacia lo que es la producción que se deja bastante de lado lo musical en los escenarios principales.

Igualmente no me gustan esos DJs, porque siento que hay una especie de deformación. Tengo que reconocer, de cualquier forma, que personas como Martin Garrix, Hardwell o David Guetta se encargaron de llevar la música electrónica a rincones en donde no se conocía el género. Fueron una especie de puerta de entrada.

Yo no voy por la línea más under, pero busco un intermedio y es lo que promuevo.

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