Discursos en ceremonias académicas

Primera ceremonia anual de graduación 2013, 16/7/2013

Discurso del rector de la Universidad ORT Uruguay, Dr. Jorge Grünberg, durante la ceremonia de graduación.

Señora Directora General de ORT Uruguay, autoridades nacionales y de instituciones amigas, autoridades y académicos de nuestra universidad, señores amigos de ORT, queridos graduados y graduadas y sus familias, a todos les doy la más cordial bienvenida en este día inolvidable.

Queridos padres y abuelos, ha sido una gran responsabilidad para nosotros formar a sus hijos y nietos. Esperamos haber estado a la altura de sus expectativas. Hace algunos años tuvieron que tomar una decisión trascendente: elegir carrera y elegir universidad. Elegir universidad es como elegir cónyuge. Al igual que una pareja, una universidad puede cosechar lo mejor de una persona o hacerla sentir incapaz y desorientada. Por eso nos sentimos tan responsables. Quizás nunca les dijimos cuán orgullosos nos sentimos de su elección, así que hoy aprovecho la ocasión para decírselo: gracias por confiar en nosotros, ORT no sería la misma sin ustedes.

Cada año nuestra comunidad universitaria se expande con una nueva generación de graduados. Por eso cada año esperamos aportar un poco más a nuestro país. Con su ayuda esperamos aportar un punto de vista diferente sobre el tipo de país que queremos para los uruguayos. Un país próspero, inteligente y diverso, unido en el compromiso con el futuro. Como graduados universitarios, ustedes están entre los más privilegiados de nuestro país. Los uruguayos cuentan con ustedes.

En 2013 comenzamos nuestro septuagésimo primer año educando en el Uruguay. Desde nuestros orígenes como escuela técnica, el mundo y nuestro país han cambiado mucho, pero nuestra misión y nuestro espíritu continúan incambiados. Somos una institución privada pero con una misión pública, que es expandir las oportunidades educativas de los uruguayos. Este año continuamos con nuestro esfuerzo por vislumbrar el futuro, porque una universidad debe ser una antena que conecta a una sociedad con los cambios que están más allá del horizonte.

En 2013 están pasando muchas cosas en nuestra universidad. Este año cumple 25 años nuestra Facultad de Administración y Ciencias Sociales. Nuestra Directora General la fundó en una pequeña casa semi derruida sobre la calle Benito Lamas. En el primer año recibió 50 alumnos, ahora tiene más de 3000. Hace unos pocos meses nuestro Master en Administración fue acreditado por la Asociación Internacional de MBAs, uno de los pocos Masters en Administración en la región en obtener este reconocimiento internacional. Hace pocas semanas la Facultad de Comunicación y Diseño inauguró el primer laboratorio universitario de impresión tridimensional de nuestro país. En marzo de 2014 la Facultad de Ingeniería comenzará la primera carrera de Ingeniería en Biotecnología de nuestro país, siempre en busca de nuevas fronteras para la aplicación del conocimiento.

Estamos ayudando a cada vez más alumnos y graduados a transformar ideas en empresas. Pueden encontrar emprendimientos apoyados por ORT en los primeros lugares del Apple Store, en los cursos de Harvard, distinguidos por revistas del MIT y en la concentración de la Selección Uruguaya de Fútbol. En los próximos meses comenzaremos a dictar uno de los primeros cursos de programación masivos on-line para adolescentes en el mundo, en colaboración con el Plan Ceibal.

En ORT vemos el vaso medio lleno. En estas semanas Montevideo es un polvorín de conflictos de todo tipo, pero ese es solo uno de los planos de la realidad. Hay otro plano menos visible pero no menos real compuesto por una nueva generación de uruguayos que no quiere repetir el juego de roles histórico de enfrentamientos entre clases e ideologías que ya no existen. Estas nuevas generaciones de uruguayos también son un polvorín, pero un polvorín creativo. No insultan, crean. No bloquean, arriesgan y emprenden. ORT quiere ponerle la mecha a ese polvorín creativo. Ustedes son parte de estos nuevos uruguayos. Muestren y demuestren de lo que son capaces. A su edad es el momento para cometer los errores de los cuales se nutren los grandes proyectos.

La paciencia no es siempre una virtud. ¿Cuántas décadas más están dispuestos a esperar para erradicar la pobreza del Uruguay? Erradicar la pobreza de un país como el nuestro, rico, despoblado y sin enemigos no es solo posible, es obligatorio. Si existiera un colegio profesional de gobernantes, deberíamos denunciar a muchos de los nuestros por mala práctica. ¿Cómo llegamos a una situación en la cual terminar secundaria se volvió un privilegio? ¿Cómo es que la educación se volvió un servicio suntuario? ¿Cómo es que el liceo público dejó de ser un ascensor social y ahora se transformó en el foso del ascensor, en el cual la mayor parte de los alumnos cae y no vuelve a salir?

ORT sabe más que nadie sobre inclusión porque nació en el siglo XIX como un movimiento popular para ayudar a los judíos excluidos. En el judaísmo la filantropía tiene un objetivo transformativo. No apunta a que las personas puedan sobrevivir en la pobreza sino a que conquisten su autonomía económica y su autoestima. Por eso la forma más elevada de la filantropía es preparar a las personas para trabajar y ese es justamente el espíritu histórico de ORT, apoyar a las personas a conquistar su autonomía a través de una educación productiva. Porque como dice el Talmud: “nadie es pobre excepto aquel que carece de conocimientos”. Durante 20 siglos el pueblo judío basó su supervivencia en la educación, sus escuelas fueron sus fortalezas y sus profesores y científicos sus modelos. Desde el principio los judíos entendimos que para defender un país hace falta un ejército, pero para defender una cultura hace falta educación.

ORT fue desde su inicio una institución abierta a todos, inspirada en valores judíos universales como la indisolubilidad de los derechos y las obligaciones. El concepto central de la filosofía judía es la “mitzvah”, es decir el mandato u obligación. Una sociedad basada solo en derechos sin obligaciones correspondientes, corre el riesgo de volverse más declarativa que efectiva. La retórica de los derechos es emotiva pero no vinculante. Por ejemplo, el derecho a la educación es emocionalmente imbatible, pero como no está especificado quién es responsable de brindar esta educación, tenemos situaciones como las de hoy en nuestro país donde decenas de miles de uruguayos tienen “derecho a la educación” pero no tienen educación. Ninguna institución se responsabiliza por este incumplimiento. El gobierno responsabiliza a los entes educativos quienes responsabilizan al Parlamento por no aportar los recursos a su juicio necesarios. Los docentes responsabilizan a los padres por no poner límites en la casa y los padres responsabilizan a los docentes por no lograr que sus hijos aprendan y todos responsabilizan a la prensa por magnificar los problemas. Por su parte las autoridades encuentran como solución proponer a los evaluadores internacionales que utilicen un sistema de medición distinto para Uruguay, que es lo mismo que pedir que los kilos en Uruguay sean más livianos o los metros más cortos. En conclusión, todos apoyan el “derecho a la educación”, ya que es sencillo apoyar una promesa abstracta que nadie está obligado a cumplir.

En la filosofía judía las obligaciones son muy explícitas. No tienen la potencia emotiva de la retórica de los derechos, pero su claridad lleva a su cumplimiento. Los padres y abuelos están obligados a enseñar a sus hijos y nietos. La obligación de los padres de educar a sus hijos en el judaísmo es tan esencial como la obligación de alimentarlos y vestirlos. Por eso las comunidades judías desde la antigüedad construían escuelas antes que sinagogas. Los maestros están obligados a enseñar a sus alumnos aún en las peores circunstancias, por eso las escuelas de ORT en el Guetto de Varsovia por ejemplo funcionaron hasta el último día y sus docentes y directores tuvieron el mismo trágico destino que sus alumnos. Esta comunión de derechos y obligaciones aporta transparencia y honestidad intelectual a la vida de la sociedad.

La graduación es un momento importante, porque es una medida de nuestra fortaleza interior, de nuestra resiliencia frente a las dificultades. Graduación viene de “gradus” o escalón en latín. Hoy ustedes están subiendo un escalón, pero no puede ser solo un ascenso profesional y económico, tiene que ser también un ascenso hacia una mayor conciencia de ciudadanía. Recuerden siempre que vivimos en sociedad y que nuestro bienestar está íntimamente ligado al de nuestros conciudadanos. Recuerden que no valemos por lo que poseemos, valemos por lo que estamos dispuestos a compartir.

Nuestra misión como universidad no es solo impartir conocimientos. La medida de nuestro éxito no son solo sus conquistas profesionales sino su conducta como profesionales y como ciudadanos. Sean exigentes con ustedes mismos, porque es un prerrequisito para poder exigir a los demás. Dialoguen siempre en busca de la verdad, no en busca de imponer sus puntos de vista. Como decía Martin Buber: “es más importante cómo uno cree que lo que uno cree” y con esto se refería a aprender a ver el mundo desde el punto de vista de los demás sin abandonar el propio. Continúen siempre aprendiendo porque en la sociedad del conocimiento valemos por lo que sabemos no por lo que tenemos. Como decía Jorge Luis Borges: “uno llega a ser grande por lo que lee más que por lo que escribe”. Piensen con su propio pensamiento, opinen con sus propias opiniones, porque quien sigue a otro nada encuentra y hasta podría decirse que nada busca. Como decía Montaigne, en el siglo XVI: “el buen maestro enseña al discípulo a pasar por el tamiz todas las ideas que él mismo le trasmita, no a aceptar sus convicciones por la simple autoridad”. Educar no es lograr que el alumno repita lo que los maestros sabemos, es que sea capaz de aprender lo que ignoramos.

Para terminar permítanme compartir con ustedes algunas reflexiones sobre este momento del país. Nuestro país parece estar a punto de transformarse en una sociedad desarrollada. Pero al mismo tiempo parece que no podemos escapar a nuestras pulsiones históricas de enfrentamientos internos, liderazgos débiles y resistencia al cambio. Parece que viviéramos en dos países diferentes al mismo tiempo. ¿Vivimos en el país del pleno empleo, amplias libertades, exportaciones record y computadoras para todos los niños? ¿o vivimos en el país en que los pobres no pueden ir a la universidad, los ciudadanos tienen miedo de salir a la calle, aumenta la mortalidad infantil y la producción depende cada vez más de los productos primarios? Es desconcertante. No estamos solos en este desconcierto. Las estrellas emergentes de años recientes: Chile, Brasil, Turquía, se despertaron súbitamente a la nueva realidad de una sociedad hiperconectada, donde los ciudadanos ya no aceptan pasivamente ser ignorados. Este es el desconcierto del poder. La hiperconectividad es esencial para una economía moderna, pero por otro lado esa misma conectividad la da voz y convocatoria a los ciudadanos como nunca antes en la historia. Se ha vuelto más difícil dividir para reinar cuando a los que se busca manipular y enfrentar entre sí están hiperconectados. No es posible decir a cada grupo lo que quiere oír porque la información se distribuye instantáneamente.

Para un Estado alejado del ciudadano, incapaz de garantizar servicios públicos, estas movilizaciones súbitas sin agenda y sin líderes son incomprensibles. Lo único que atinó a decir el Sr. Erdogan, el primer Ministro de Turquía, cuando cientos de miles de ciudadanos llenaban las ciudades de su país, es que él había ganado las elecciones. Pero estos fenómenos no son electorales. Estos ciudadanos no buscan ejercer el gobierno, no se niegan a reconocer la autoridad ni a pagar impuestos. Se niegan a ser ignorados. Exigen ser respetados, consultados y servidos como contrapartida a sus aportes al funcionamiento del Estado.

La democracia no es solo una sucesión de elecciones. En América Latina tenemos muchos gobiernos electos pero en muchos casos poca democracia. Muchos de nuestros gobernantes siguen regidos por impulsos populistas, demagógicos y autoritarios. No entienden o no respetan la separación de poderes, son intolerantes con las minorías y consideran al Estado como un bien de uso propio. Algunos se sienten monarcas. Por eso las críticas las sienten como crímenes de “lese majesté” que justifican encarcelar a los opositores.

La inclusión no es solo subsidiar la subsistencia día a día. La inclusión se transforma en reclusión si no se democratiza el acceso a los servicios y a las oportunidades educativas. Las expectativas se transforman en frustraciones ya que las personas se sienten recluidas en viviendas insalubres, transportes ineficientes, servicios de salud erráticos y escuelas que no enseñan.

El desarrollo no es solo la ausencia de pobreza, por eso me preocupa el empobrecimiento cultural de nuestra sociedad. No somos un país pobre de recursos, en este momento somos un país pobre de ideas. Me preocupa la nueva generación de uruguayos que no termina el liceo y me preocupa que estemos ocultando a esta nueva generación cuáles serán las terribles consecuencias para su vida de no acceder a la educación. Debemos recuperar el respeto por el conocimiento como parte del respeto por nosotros mismos. La ignorancia y la exhibición de la ignorancia no pueden ser parte de la cultura de un país orgulloso. Como ya decía Vaz Ferreira hace más de 100 años: “peor que ignorar es ignorar que se ignora”.

Como ciudadanos y como graduados universitarios no acepten afirmaciones infundadas. Exijan evidencia. Evalúen resultados. No admitan que nuestra vida en sociedad se guíe por la ignorancia y la improvisación. La sociedad civil que ustedes representan no debe tercerizar la gestión del país mientras se dedica a sus proyectos. Debemos ejercer críticamente el derecho a elegir a nuestros gobernantes. El voto no puede ser hereditario o tribal basado en himnos, slogans. Cuando les pidan el voto exijan planes, cronogramas, personas. Voten por los mejores proyectos, no por los mejores discursos. Ustedes pueden con su influencia moral y con su ejemplo facilitar el deshielo de nuestra sociedad y promover un país más dinámico, más emprendedor y más generoso para esas grandes mayorías que escuchan discursos solidarios pero reciben limosnas en lugar de oportunidades.

Les espera una era muy distinta de nuestro país y del mundo. Existen menos certezas pero también menos límites. Nunca hubo antes tantas oportunidades para personas cada vez más jóvenes de saltear jerarquías, de lanzar emprendimientos, de proyectarse mucho más lejos de su punto de origen. Gracias a la conectividad global, pueden conquistar el mundo desde Uruguay. Pueden llegar tan lejos como quieran sin abandonarnos. Estamos en un punto de inflexión para nuestro país en el cual los más educados pueden hacer la diferencia. Uruguay los necesita. Triunfen desde Uruguay y hagan triunfar a su país. Sigan su camino, pero sepan que ORT siempre será su casa.

Muchas gracias.