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Una historia de valor, agradecimiento y fe

19/10/2018
La Prof. Charlotte de Grünberg fue invitada a la parroquia Santa Bernardita para hablar sobre sus vivencias en la Segunda Guerra Mundial y el papel de un cura que fue clave en su vida.

Charlotte De Grünberg - Directora General de la Universidad ORT Uruguay


La vida está hecha de historias que se entrelazan, y que muchas veces se comprenden o tienen su desenlace tiempo después. Cuando en plena Segunda Guerra Mundial aquella niña llegó a un pequeño pueblo francés junto a un grupo de judíos que escapaban de los nazis, la vida pondría en su camino a un cura que jugó un papel decisivo.

Varias décadas después, el sábado 6 de octubre de 2018, el recuerdo de ese cura es el que llevó a la niña —hoy convertida en abuela y con una carrera profesional reconocida internacionalmente— a la parroquia Santa Bernardita, en Avenida Italia y Caldas, para hablar, frente a más de 300 personas, sobre aquel tiempo de incertidumbre y decepción, pero también de esperanza.

La historia completa está narrada en La niña que miraba los trenes partir, el libro del Ing. Ruperto Long que recorre el episodio vivido por la Prof. Charlotte de Grünberg, directora general de la Universidad ORT Uruguay, y en el que se puede entender cómo la ayuda del cura francés fue clave.

En esta oportunidad, la charla surgió por iniciativa del Pbro. Dr. Omar França-Tarragó, que invitó a Charlotte de Grünberg a narrar la historia en primera persona. Por eso, el sábado de noche, luego de la presentación realizada por el párroco, la profesora inició un relato que cautivó y emocionó al público que llenó el lugar.

Al finalizar la presentación, los presentes pudieron hacer preguntas y acercarse a conversar con la invitada, que también firmó libros llevados por varios de los asistentes.

A continuación compartimos el discurso de la directora general de ORT y un video del encuentro: 

“La noche de los cristales rotos (Kristallnacht), llevada a cabo en la Alemania nazi y Austria en noviembre de 1938 contra los ciudadanos judíos con la complicidad de la población civil, fue una suerte de alerta para ellos, una especie  de canario en una mina para los países vecinos también, a pesar del Acuerdo de Múnich, firmado en la misma época entre Inglaterra, Francia y Alemania.

El episodio que me trae hoy aquí ante ustedes sucedió durante la Segunda Guerra Mundial.

En el mundo globalizado que conocemos hoy puede resultar difícil imaginar situaciones como las que se dieron en ese período, ya que nada se podía conocer en tiempo real. Para gran parte de los judíos europeos, el dominio nazi significó inevitablemente la pérdida de su país de origen y la imprescindible búsqueda de un refugio para intentar escapar de la llamada “solución final”, es decir, su exterminación.

Charlotte De Grünberg - Directora General de la Universidad ORT Uruguay


Nací y vivía en Bélgica con mis padres y mi hermano. Cuando abandonamos Bélgica ya había sido impuesto el porte obligatorio en la ropa de una estrella de David, de color amarillo. Siguieron humillaciones, persecuciones y redadas que, salvo excepciones, sucedieron ante la indiferencia de los transeúntes que desviaban la vista. También existieron actos heroicos llevados a cabo por personas que, desafiando la autoridad de turno, salvaron vidas humanas, tema del evento de hoy.

El establecimiento de las llamadas leyes raciales de “arianización”, el creciente maltrato y la violación a todos los derechos humanos más elementales afectarían la vida de los judíos en todas sus facetas. Los niños judíos fueron particularmente perjudicados al prohibirles seguir su escolarización y el uso de lugares públicos de esparcimiento.

Es interesante un comentario de Patrick Modiano, escritor y Premio Nobel francés, que ilustra el tema de niños judíos sacados por las milicias francesas de parques y escuelas, “Niños que eran tan parisinos que se confundían con las fachadas de los inmuebles y de las veredas, todos hablando con el acento parisino”. 

Charlotte De Grünberg - Directora General de la Universidad ORT Uruguay

La barbarie de hombres ordinarios (Ana Arendt) y su “servidumbre voluntaria” no tuvo reparo en llevar a cabo actos detestables, en un in crescendo de violencia hasta llegar a la construcción de campos de exterminio, estación final del proyecto nazi para eliminar una cultura entera. 

Los judíos como “colectivo” se transformaron en meras estadísticas detalladas de hombres, mujeres y niños, por sexo y edades, en una contabilidad macabra, más o menos precisa según los países. 

Buscando un lugar

En ese pasado oscuro de la Francia ocupada por los nazis y bajo el control del régimen de Vichy, la persecución a los judíos franceses y europeos refugiados en Francia, llevada a cabo por el colaboracionismo de las milicias locales y de la Gestapo fue implacable.

Charlotte De Grünberg - Directora General de la Universidad ORT Uruguay


La huida de un lugar a otro fue el elemento estable durante todo el período, que duró cerca de cuatro años. Así atravesamos gran parte de Francia, buscando refugio. Nuestra tentativa de huida hacia Suiza, país no ocupado y neutral, fue uno de nuestros ansiados proyectos.  El viaje implicó un desplazamiento por el Monte Jura para llegar a la frontera suiza. Un grupo de 18 personas, perseguidas, que no se conocían, de diferentes nacionalidades, edades y lenguas, unidas por la misma necesidad de salvar su vida.

El viaje a Suiza resultó ser una gran estafa, que terminó con el abandono de todo el grupo en un sitio perdido en la montaña por los pasadores de fronteras. Es imposible ilustrar en pocas palabras lo que fueron esos días, ciertamente inolvidables.

Mi hermano y yo, los únicos franco-parlantes del grupo, emprendimos el descenso de la montaña, esperando encontrar algún pueblito para averiguar dónde realmente estábamos. Encontramos un pequeño pueblo y nos acercamos a una iglesia, donde un sacerdote joven, vestido de sotana, nos saludó amablemente y nos confirmó que no estábamos en Suiza. A pesar de nuestros temores, le relatamos nuestra odisea y la estafa de la que había sido víctima todo el grupo.

Estábamos en una “zona roja”, zona prohibida y bajo riguroso control alemán. De haber seguido caminando nos hubiéramos encontrado con soldados uniformados nazis. El sacerdote decidió ayudarnos y consiguió escondernos en un granero en las cercanías de la iglesia, donde estuvimos varios días, alimentados por él.

Charlotte De Grünberg - Directora General de la Universidad ORT Uruguay


En un tiempo en que tantos nos daban la espalda, alguien se preocupaba por nosotros. Entendíamos los riesgos que corría el sacerdote en esta situación, porque sabíamos de las salvajes represalias de los nazis hacia quienes ayudaban a judíos. Este cura tenía, sin duda, mucho coraje y responsividad ética, una cualidad nada común, particularmente en tiempos tan tormentosos. 

A lo largo de mi vida nunca he dejado de pensar en ese inesperado gesto de solidaridad humana, que, frente al dilema, optó por correr los riesgos.

Nunca supe cuántos integrantes de nuestro grupo sobrevivieron a la Shoá, porque después de la estadía en el granero nos separamos todos buscando otras alternativas. Tampoco supe más nada sobre el sacerdote.

Dijo George Bataille, escritor francés, al finalizar la guerra: “Auschwitz es la obra y el signo del hombre. La imagen del hombre es de aquí en más inseparable de una Cámara de Gas”.

No me llegó todavía el tiempo en que cada vez que tropiezo con palabras como Heidelberg, ciudad universitaria, lugar de belleza y erudición; Vichy, inocente ciudad termal, capital de un infame proceso, u otras figuras de la crueldad, sin que me sea posible evitar que me venga Auschwitz a la memoria. Pero también me vuelve a la memoria ese desconocido sacerdote de ese pueblito francés.

La historia es fundamentalmente un tema de símbolos”.

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Disertación de la directora general de la Universidad ORT Uruguay en la parroquia Santa Bernardita

 

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