Discursos en ceremonias académicas

Segunda ceremonia anual de graduación 2018, 12/11/2018

Versión editada del discurso del rector de la Universidad ORT Uruguay, Dr. Jorge Grünberg, durante la ceremonia de graduación.

https://www.youtube.com/watch?v=UrlaNhzuKBA

Señora Directora General de ORT Uruguay, señores decanos, miembros del cuerpo académico, señores Amigos de ORT, queridos graduados.

Nos alegra compartir con ustedes y sus familias esta ocasión tan especial. Casi todos los uruguayos acceden a la educación, pero muy pocos culminan una carrera universitaria.

Graduarse como profesional requiere capacidad y dedicación. Requiere aprender a postergar gratificaciones, a trabajar en equipo, a recuperarse de fracasos. Requiere superarse intelectualmente y fortalecer el temperamento, en otras palabras requiere madurar. Ustedes han cumplido con ustedes mismos y con quienes confiaron en ustedes. ¡Pueden estar orgullosos!

La educación universitaria es una experiencia transformadora. Nuestra misión es acompañarlos en esa transformación. Esperamos haber cumplido. Esperamos haber sabido apoyarlos cuando lo necesitaban. Esperamos haberlos ayudado a confiar en sí mismos y a tomar por sí mismos sus grandes decisiones.

Como ustedes saben ORT Uruguay cumplió recientemente sus primeros 75 años. Hemos cambiado mucho a lo largo de nuestra historia, pero nuestra misión y nuestro espíritu permanecen incambiados. Nuestra misión es brindar oportunidades educativas a los uruguayos para que puedan vivir vidas dignas y autónomas. Una educación que les permita encontrar su lugar en este mundo cambiante, pleno de oportunidades, pero carente de certezas.

ORT Uruguay es una historia de reinvención constante, una historia de liderazgo sin prejuicios, sin temores. Un liderazgo que rechazó aceptar en cada etapa histórica los límites que parecían inexorables, un liderazgo que mira siempre al futuro.

Hoy le agradezco a nuestra directora general, a nuestro vicerrector, a nuestros decanos y al cuerpo académico por su compromiso permanente con nuestra misión. ORT no es una institución únicamente, ORT es un proyecto. Un proyecto con una visión de aporte a nuestra sociedad y así lo vivimos cada día.

La graduación simboliza la culminación de una etapa y un nuevo comienzo. Hoy empieza su viaje a lo desconocido, porque siempre es más fácil salir que llegar. Salimos del liceo, de la universidad, de la adolescencia, ¿pero a dónde queremos llegar?, ¿y por qué? El futuro no va a ser como ustedes lo planean, nunca lo es, pero tampoco debe ser el resultado de fuerzas fuera de su control. No dejen su destino en manos de otros, elijan su propio camino, tomen sus propias decisiones.

La graduación ha significado históricamente el fin de la etapa de aprendizaje, pero cada vez menos tendrá ese significado porque la obsolescencia del conocimiento hará que todos tengamos que ser estudiantes continuos.

Estamos en un proceso de adaptación epistemológica en el cual tenemos que resignificar el sentido del aprendizaje. Durante la mayor parte de la historia humana el conocimiento fue concebido como un concepto estático. Descubrimos el fuego, la rueda o la imprenta y nunca consideramos que ese nuevo conocimiento fuera efímero. Pero esto cambió y cambiará mucho más en el futuro.

El conocimiento será un concepto dinámico con una vida útil cada vez más corta. La educación se transformará en un proceso vital continuo no en un episodio de juventud. Vivir en esta nueva era requerirá aprender y reaprender continuamente. Mientras haya vida tendrá que haber aprendizaje, y solo mientras haya aprendizaje habrá vida activa y productiva.

Por eso la misión principal de las universidades será brindar a sus estudiantes las razones para que sigan aprendiendo y los instrumentos cognitivos para que lo puedan hacer. Por eso hoy les reiteramos que nuestro compromiso con ustedes no fue hasta hoy, es desde hoy. Cuenten con nosotros para acompañarlos en su camino de aprendizaje permanente, en su camino de maduración personal, en su camino de superación profesional.

Recuerden que en nuestra era el contrario de la educación es la exclusión. El conocimiento nos conecta con la sociedad que nos rodea. La ignorancia nos aísla, nos excluye de las oportunidades y nos deja vulnerables a las consecuencias del cambio constante.

La educación es siempre la respuesta de una sociedad a las grandes preguntas de la época y una de las grandes preguntas de nuestra época es ¿cuáles serán en el futuro las ventajas de los humanos frente a las máquinas? Estamos empezando una etapa en la cual esa pregunta será decisiva para saber en qué vamos a poder aportar valor y en definitiva a trabajar los humanos. Saber leer, contar, memorizar, repetir tareas, ya no serán habilidades suficientes para diferenciarnos de las máquinas. La capacidad de abstracción, el dominio de idiomas extranjeros, el pensamiento crítico, las habilidades creativas, son el nuevo mínimo que requerirá un ciudadano para progresar en la sociedad del conocimiento. Esas habilidades constituyen la nueva alfabetización.

Ustedes como parte de la minoría más educada de nuestro país y en representación de la sociedad civil, tendrán que demandar que este “mínimo moral”, esta nueva alfabetización imprescindible para la inclusión en la sociedad moderna, alcance a todos los ciudadanos. A la larga, una minoría altamente educada no puede prosperar en un mar de ignorancia. Los humanos somos seres sociales, progresamos cuando colaboramos, prosperamos cuando confiamos en otros. La inteligencia se cultiva en el diálogo, la creatividad en comunidad. Sin interlocutores no podemos mantener conversaciones.

Uruguay tiene una gran oportunidad de desarrollo en la sociedad del conocimiento. Ya no importa que seamos un país pequeño y distante, ya no importa que no tengamos enormes recursos naturales. Podemos prosperar con nuestra inteligencia, pero el intelecto tiene que ser cultivado a través de la educación. Ya no podemos crecer copiando, tenemos que progresar creando. No podemos promover una sociedad abierta, creativa y dinámica con un sistema educativo encerrado, rígido y “cambiofóbico”.

Escuchen las ideas de los que piensan distinto. En el mundo de las redes sociales todo el mundo se siente llamado a opinar y muy pocos a escuchar.  Pero recuerden que el puente entre nosotros y los demás es el diálogo. Cuando hablamos les decimos a otros quiénes somos, pero cuando escuchamos dejamos que el otro nos diga quién es. Hablar requiere asertividad, pero escuchar requiere coraje. Cuando escuchamos con atención somos vulnerables, porque permitimos que las opiniones de otro entren en nosotros y cuestionen nuestras certezas. Por eso escuchar nos distingue como humanos. Escuchar es el antídoto contra el egocentrismo de pensar que somos el centro del mundo y de que nuestras creencias son las únicas valederas.

No teman a sus ambiciones. Una sociedad sin destacados no puede progresar. No dejen que los definan las expectativas de los demás. No dejen que los limiten sus inevitables ansiedades personales. Como dijo una vez Horacio Quiroga: “La jungla es peligrosa, pero solo para dos clases de personas: para las que no creen en las víboras y para las que ven víboras en cada paso”. Las víboras existen pero no detrás de cada rama. 

Crean en sí mismos porque sino nadie va a creer en ustedes. Apliquen su inteligencia a alcanzar el éxito en el camino que ustedes elijan, pero no orienten su vida solo a lo superficial. El dinero nunca es suficiente, la belleza nunca es eterna, el poder nunca es completo. Los objetos, la fama, el poder son parte de una vida satisfactoria, pero no son lo que le dan significado. La vida requiere de sentido y de realización. No se puede vivir de sueños, pero tampoco se puede vivir sin soñar. 

Sean exigentes con ustedes mismos porque es un prerrequisito para poder exigir a los demás. Elijan siempre desafíos grandes, no teman al error ni al fracaso. No hay riesgo sin error y no hay progreso sin riesgo. Pagamos un alto precio por el miedo al fracaso que a veces el propio sistema educativo introduce. El miedo al fracaso nos impide experimentar, y por lo tanto aprender y progresar.

Esta es una de las antiguas enseñanzas del judaísmo. Los grandes hombres no son perfectos, no lo pueden ser, porque la perfección no es humana. Aun los más sabios cometen errores, fallan más veces que los que tienen éxito y tienen momentos de frustración. Justamente el Talmud explica que lo que distinguió a los grandes hombres y mujeres de la historia nunca fue que fueran perfectos, sino que aprendieron de cada error, y especialmente, que se negaron a abandonar sus ideales.

Es interesante cuán moderna es esta noción bíblica de perseverancia que es la esencia del espíritu emprendedor. Moisés fue el gran emprendedor de la historia. Ofrecía la idea más disruptiva de la historia hasta ese momento: el monoteísmo. Se enfrentó al gran monopolista del momento, el faraón con quien mantuvo nueve entrevistas. El faraón rechazó nueve veces su solicitud de partir pero no se desanimó.

La investigación de mercado que encargó sobre la Tierra Prometida concluyó con resultados negativos. Envió doce personas a recorrer la Tierra Prometida y cuando regresaron 10 de ellas informaron que no valía la pena ir. Y a pesar de todo eso siguió buscando incansablemente su objetivo durante 40 años. Murió literalmente en la puerta de su meta sin conseguir entrar. A pesar de todos estos obstáculos su idea fructificó y es una figura reverenciada en el judaísmo, en el cristianismo y en el islam.

Si hasta Moisés tuvo frustraciones, cometió errores, perdió la paciencia, todos los humanos tenemos que admitir que nos puede pasar, y todos los humanos tenemos la posibilidad moral de seguir adelante, de elegir continuar.

Queridos graduados, el cambio tecnológico nos muestra un futuro prometedor, pero sean conscientes que tiene su lado oscuro y que su generación tendrá que iluminar ese lado oscuro. Toda nueva tecnología es un pacto faustiano, recibimos algo nuevo que tiene ventajas, pero con consecuencias no siempre esperadas y no siempre positivas. En especial debemos reflexionar sobre el potencial de las nuevas tecnologías de amplificar lo antihumano.

Toda sociedad incluye individuos aberrantes con opiniones y conductas incompatibles con la vida democrática y la convivencia. En las sociedades democráticas estas ideas aberrantes solían estar aisladas y esas visiones deformadas no contaminaban el cuerpo social porque permanecían aisladas. Pero las redes sociales han permitido la creación de comunidades virtuales que conectan a estas opiniones e individuos aberrantes. En estas comunidades no hay diálogo, solo hay reconfirmaciones de prejuicios. No hay personas a conocer, solo aliados y enemigos. No hay hechos a comprender, solo conspiraciones a difundir.

Nuestras mentes todavía no han comprendido en toda su dimensión las consecuencias de la existencia de estas comunidades de personas que viven en realidades alternativas. Todavía no tenemos las herramientas tecnológicas ni las leyes adecuadas para regular estas “comunidades de odio”. En nuestro país fuimos más rápidos en regular Uber que en supervisar estas redes de odio.

Las tragedias ocurren cuando el mundo virtual colisiona con el mundo real como sucedió en Paysandú hace dos años y como sucedió en Pittsburgh hace dos semanas. En Pittsburgh, uno de estos aislados-conectados llamado Robert Bowers anunció en las redes sociales su intención de asesinar a vecinos judíos, porque según él ayudaban a inmigrantes musulmanes. Al poco rato ingresó a una sinagoga con una ametralladora y asesinó a todas las personas a su alcance. No los conocía, no lo conocían a él, nunca los había visto ni escuchado, no había leído sobre ellos, no tenía ninguna disputa ni desacuerdo con ellos, pero en su mundo alternativo eran enemigos. Su primera víctima fue Rosa Malinger de 97 años, seguido por Bernice y Silvio Simón de 85 años y luego por David y Cecilio Rosenthal, dos hermanos de 50 años con discapacidad mental. Fue herido por la policía, se entregó, fue llevado a un hospital donde un cirujano y una enfermera judía le salvaron la vida.

Todo esto es un buen ejemplo de que el odio no es inofensivo y de que las palabras matan, especialmente en la época de las redes sociales, algo que muchos políticos y muchos artistas deberán tomar en cuenta. Los que organizaron un reciente concierto de rock en nuestra querida Montevideo que fue aprovechado para difundir mensajes racistas, deberían saber que la música talentosa no compensa la difusión del odio.

Su generación será protagónica en esta era tecnológica. Tendrán el privilegio de aprovechar sus enormes oportunidades, pero también tendrán la responsabilidad de desarrollar los parámetros éticos que permitan a la humanidad disfrutar de las nuevas tecnologías sin volvernos menos humanos.

Queridos graduados, gracias por estar hoy con nosotros. Uruguay no es un país grande, pero es un gran país y ustedes tienen la responsabilidad y la oportunidad de hacerlo aún más grande. Uruguay los necesita. Triunfen desde Uruguay, hagan triunfar a su país. Busquen su propio camino, pero sepan que ORT siempre será su casa.

Muchas gracias.