Discursos en ceremonias académicas

Primera ceremonia anual de graduación 2010, 30/7/2010

Discurso del rector de la Universidad ORT Uruguay, Dr. Jorge Grünberg, durante la ceremonia de graduación.

Antes de comenzar quiero hacer referencia a un hecho impactante para todos ocurrido en el día de ayer. Hace muchos años emprendimos una tarea difícil y no comprendida por todos como era innovar en la educación uruguaya y especialmente en el nivel universitario. En aquel momento no era fácil acompañarnos. Parte importante de los desafíos que tuvimos que enfrentar eran jurídicos, y en aquel momento tuvimos dos personas que tomaron partido y nos acompañaron con sus respectivos estudios y colaboradores. Uno fue nuestro gran amigo el Dr. Enrique Véscovi y otro fue, y hoy tengo que decir fue lamentablemente, el Dr. Daniel Ferrere. Sólo quiero compartir con ustedes de parte de toda la familia ORT nuestra gran pena por lo sucedido. No me voy a extender ya que era una figura pública. Sólo les quiero decir que su helicóptero, en el cual tanto le gustaba viajar, cayó, pero que su espíritu estoy seguro, sigue volando...

Señora Directora General de ORT Uruguay, autoridades de instituciones colegas y de nuestra universidad, señores de la Asociación de Amigos de la Universidad ORT, señoras y señores graduados, profesores, familias, a todos ustedes les doy hoy la más cordial bienvenida en este día inolvidable. Nos alegra ver hoy aquí a tantas familias, porque en esta ocasión no celebramos solamente éxitos personales. La graduación es un mérito personal sin duda, pero es fruto de un esfuerzo colectivo, de padres, cónyuges e hijos que postergan sus necesidades para apoyar a los que se gradúan. Es muy difícil graduarse sin el sacrificio de los que nos quieren, por eso esta alegría y este orgullo de hoy la deben compartir con aquellos que los apoyaron y que creyeron en ustedes.

Este no es un año cualquiera para ORT ya que estamos cumpliendo 130 años de actuación ininterrumpida en el mundo. Se puede decir que somos una institución joven con una larga tradición. Como parte de los festejos de cumpleaños tuvimos oportunidad de volver a donde todo comenzó. El mes pasado nos reunimos delegaciones de ORT de todo el mundo en San Petersburgo. Entre otras cosas pude asistir a una clase en la escuela donde ORT fue fundada en 1880. Evidentemente muchas cosas cambiaron desde que ORT abrió su primera escuela rural, pero nuestro espíritu es el mismo. ORT fue fundada para brindar oportunidades a los excluidos, para ayudar a las personas a vivir una vida digna a través de sus conocimientos, para ayudar a modernizar a las sociedades a través de un mejor uso de la tecnología y todo esto lo seguimos haciendo 130 años después.

Señoras y señores graduados, esperamos que hayan disfrutado de su tiempo en la universidad, les pedimos comprensión por nuestras carencias e inspiración para seguir aprendiendo cómo enseñar cada vez mejor. Nos sentimos honrados y muy responsables por la confianza que depositaron en nosotros hace cuatro o cinco años cuando eligieron universidad, una de las decisiones más trascendentes en la vida de los jóvenes. Como educadores nos sentimos muy responsables ya que tenemos una gran capacidad de incidir positiva o negativamente en la mente y en el espíritu de los alumnos. Los educadores tenemos un gran poder, capaz de impulsar o frustrar los sueños de una persona o peor aún, de confundir o distorsionar valores esenciales a la formación de los individuos. Por eso no debemos confundir nunca la enseñanza con una oportunidad de imponer nuestras convicciones. Los verdaderos profesores defienden a los alumnos de su propia influencia, no forman discípulos, sino personas libres.

¿Qué significa hoy la graduación? ¿Por qué es un gran momento para ustedes? Porque todos necesitamos recursos y reconocimientos, pero también tenemos que encontrar sentido y significado a nuestra vida y a eso nos ayuda nuestra educación. La educación no nos transforma per se en mejores personas pero nos permite serlo porque nos ayuda a comprender mejor las opciones morales que inevitablemente debemos hacer en nuestra vida personal y profesional. Nos permite ser sensible a las necesidades ajenas, nos brinda la lucidez para darnos cuenta que el mundo no termina en nosotros.

Como graduados universitarios, ustedes son a partir de ahora parte de una minoría privilegiada, la de los más educados de nuestro país, aquellos con más oportunidades en la sociedad del conocimiento. Y junto con los privilegios vienen responsabilidades, por eso hoy aprovecho para encargarles un obligatorio más. Encarnen siempre los valores de ORT: excelencia académica, integridad y compromiso con el bien común. Fíjense metas ambiciosas, apunten alto, trabajen duro, sean exigentes con ustedes mismos que es un prerequisito para poder exigir a los demás. Recuerden siempre que la verdadera realización personal viene del deber cumplido, no de los deseos satisfechos. No se dejen llevar por la rutina, los clichés o la corrección política. Vean con sus propios ojos, evalúen con sus propios valores, argumenten con sus propias palabras, elijan su propio camino. Ejerzan guiados por la brújula de la ética y la integridad, ya que la sociedad tiene derecho a esperar de sus universitarios una conducta guiada por la honestidad y no sólo el cumplimiento de reglas. Dialoguen siempre en busca de la verdad, no en busca de imponer sus puntos de vista porque sólo los fanáticos creen poseer la verdad. Continúen siempre aprendiendo, porque en la nueva sociedad del conocimiento valemos por lo que sabemos, no por lo que tenemos.

Comprométanse con el bien común porque el éxito personal no puede ser la única medida de nuestro valor como personas. Ayuden en especial a reconfigurar nuestra sociedad para brindarles reales oportunidades a todos los uruguayos. En una sociedad equitativa cada uno tiene que hacer su parte, pero también cada uno tiene que tener su oportunidad. La sociedad debe apoyar a los más débiles, pero no para consolidar su dependencia, sino para ofrecerles un nuevo comienzo. No tenemos obligación de descuidar nuestros intereses por atender los de los demás, pero tampoco tenemos derecho a ser indiferentes. Vivir en sociedad no significa sólo tener quién nos sirva, sino también tener a quien servir. No les crean a los que quieren hacernos creer que tenemos que optar entre libertad e igualdad, entre solidaridad y responsabilidad individual, entre Estado y sociedad civil, se necesitan entre sí como las semillas al suelo para germinar.

Para terminar quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones sobre nuestro país. Yo tengo una visión de Uruguay como la capital latinoamericana de la innovación y de la creación, un polo de atracción para talentos de todo el mundo. Yo tengo una visión de Uruguay como un gran campus universitario, que atraiga alumnos, docentes e investigadores de toda la región. Tengo una visión de Uruguay como una gran incubadora de emprendimientos innovadores orientados al mundo entero. Tengo una visión de un Uruguay que se distinga por su calidad de vida, con sus ciudades y pueblos limpios, seguros, con oportunidades educativas y culturales accesibles a todos. Tengo una visión de una sociedad tolerante, diversa, vital, abierta a los cambios, una sociedad equitativa en donde cada uruguayo tenga la oportunidad de vivir de su inteligencia, de cultivarse, de probarse a sí mismo, de imaginarse más allá del horizonte. Todo esto es posible. Nuestro tamaño, nuestro capital humano y nuestra tradición lo indican. Que lo han logrado en distintos grados otros países de nuestro mismo o menor tamaño y con menos recursos que nosotros, también lo demuestra.

Pero me preocupan algunas cosas que muestran una disonancia entre ese potencial de nuestro país y nuestra conducta. Me preocupa la supremacía de las corporaciones sobre los individuos, de la disciplina partidaria sobre el libre pensamiento, de los derechos sobre las obligaciones. No podemos concebir una ciudadanía responsable donde los derechos son permanentes y obligatorios, y las obligaciones esporádicas y voluntarias.

La coyuntura económica internacional está en un ciclo excepcionalmente favorable, la democracia es un valor finalmente incorporado por todos en nuestro país y el capitalismo parece haber sido aceptado por la gran mayoría como nuestro sistema económico. Tenemos por lo tanto una gran plataforma de coincidencias para salir adelante. ¿Pero qué hemos logrado después de estos años de bonanza? ¿hemos reformado nuestros liceos? ¿diversificado nuestras fuentes de energía? ¿mejorado nuestras redes de telecomunicaciones? ¿creado vías férreas o fluviales modernas? Después de seis años de crecimiento continuo sólo 2% de las exportaciones uruguayas tienen contenido tecnológico y sólo 1% de las inversiones que vienen al Uruguay tienen destino con alto contenido de conocimiento. El sistema educativo público es más ineficiente y desigual que nunca. Más de un tercio de los uruguayos sólo terminó primaria. Menos del 10% de los trabajadores uruguayos tiene educación superior, lo cual crea una situación paradójica en la cual hay personas sin empleo y empleos que quedan vacantes.

Por un lado estamos haciendo acciones valiosas, como el Plan Ceibal, la actividad de la Agencia Nacional para la Investigación y la Innovación o la construcción del nuevo aeropuerto que ayudan a repensar nuestro país. Pero al mismo tiempo, en lugar de aprovechar la bonanza externa para modernizar nuestra sociedad y modelo productivo, parte de nuestro liderazgo parece añorar el estado de bienestar de la década de 1950, creando miles de nuevos empleos públicos, bajando la edad jubilatoria, aumentando impuestos, consolidando monopolios o subsidiando actividades sin futuro en un Uruguay moderno. El estado de bienestar en nuestro país se transformó a lo largo del tiempo en un mecanismo de preservación de privilegios en donde algunos grupos se benefician de recursos aportados compulsivamente por una mayoría excluida de ese sistema de reparto, el equivalente social de un "barrio privado".

Esta no es una historia reciente, estos mecanismos que se volvieron perversos se crearon a lo largo de décadas. Tampoco es una historia sencilla de villanos y víctimas. Algunos de los beneficiarios de estos privilegios, empresas, personas u organizaciones aprovechan la situación y piden su perpetuación pero otros trabajan con seriedad y profesionalismo. Muchos de esos beneficios fueron creados en busca de réditos electorales pero otros en la genuina convicción histórica de que era lo mejor para el país en su momento. Muchos de los excluidos que hoy sufren los efectos, en su momento acompañaron con sus votos la expansión incesante de esta “nación dentro de la nación”. Pero más allá de las responsabilidades históricas y presentes debemos reformular este contrato social. La legitimidad democrática se basa en la cantidad, calidad y equidad de oportunidades disponibles a los ciudadanos. Por eso crear “barrios privados” con fondos públicos implica a la larga socavar los valores democráticos, la confianza en el esfuerzo personal y nuestra real posibilidad de desarrollo efectivo.

No hay secretos en lo que debemos hacer como país. Ana Karenina, la gran novela del siglo XIX empieza con la siguiente frase: “Todas las familias felices lo son de la misma manera, cada familia infeliz lo es a su manera”. Como todas las grandes obras, esta arroja luz sobre nuestras incertidumbres. Podemos interpretar esta frase como que los países son pobres de muchas maneras y por muchas razones, pero que salen de la pobreza de maneras muy parecidas en el siglo XXI: esfuerzo, coraje para cambiar, cumplimiento de la ley, acuerdo social y creación de valor a través de innovaciones.

Tengo la sospecha o más bien la convicción de que la mayor parte del liderazgo nacional tiene claro y coincide bastante sobre los cambios que necesitamos para modernizar nuestro país. Pero también saben que para poder beneficiar a la mayoría hay que revisar la situación de grupos que se han beneficiado históricamente del statu quo. De allí surge la disonancia cognitiva de nuestro liderazgo que sabe lo que debe hacer para beneficiar a la mayoría y generar un desarrollo sostenible pero no actúa en consecuencia. Como toda disonancia cognitiva lleva a racionalizaciones ilusorias. Quisiera ilustrar lo que es una racionalización ilusoria con un breve relato personal. Estuve leyendo con mi hijo de once años Condorito. Para los que no lo conocen, es un cóndor que asume distintos roles y en uno de ellos el personaje es un científico que está preparando una nave espacial. Un periodista le pregunta para qué es esta nave y él dice: "Voy a ir al sol". El periodista le pregunta: "¿Pero y no tiene miedo que se derrita la nave? porque cerca del sol el calor es muy intenso"; Condorito responde: "ya lo tengo pensado, no hay problema, voy a volar sólo de noche"...

Tenemos importantes asignaturas pendientes, la más importante es cerrar la brecha educativa porque el futuro le pertenece a las naciones que mejor eduquen a sus ciudadanos. Nosotros podemos ser una de esas naciones. Tenemos docentes dedicados, alumnos talentosos y padres que los apoyan incondicionalmente así como una historia de excelencia educativa. Tenemos que crear una conciencia ciudadana de la obligación de rendir cuentas de todos los que reciben fondos públicos. Debemos dejar de tolerar a corporaciones que se consideran por encima de la sociedad. Tenemos que recrear una ética de cumplimiento y valorar el respeto por los demás que significa cumplir con seriedad, a conciencia y a tiempo con nuestras obligaciones. No tenemos que aceptar más un correo que no reparte, liceos que no enseñan o servicios de limpieza que no limpian, Tenemos que apuntar a reinventarnos como una sociedad inteligente, basada en el mérito, el esfuerzo y el conocimiento. En realidad no inventamos nada, todo esto es ni más ni menos que lo que dice nuestra propia Constitución que señala los talentos y las virtudes como las únicas diferencias válidas entre los ciudadanos.

Todo esto queridos graduados es mi visión, la que les propongo para nuestro Uruguay. Si la comparten está en sus manos conseguirlo.

Permítanme terminar felicitándolos nuevamente. Este es un gran día para ustedes, para sus familias y para nosotros. Compartamos juntos hoy nuestra alegría por su graduación y trabajemos juntos por un generoso y próspero Uruguay. ORT es su casa, sigan su camino, pero sepan que siempre tendrán la puerta abierta para volver y por sobre todas las cosas, cualesquiera sean sus opciones y sus caminos, sigan siendo parte de la familia ORT.

Muchas gracias.