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Seis meses en la vida

20/04/2017
Un idioma diferente, una nueva rutina, amistades cosmopolitas y un desafío personal. Esos son algunos de los elementos que hacen de un intercambio estudiantil, una valiosa aventura. Cuatro estudiantes de la universidad cuentan cómo vivieron la experiencia de cursar un semestre en el exterior.
Seis meses en la vida

Una elección imprevista puede conducir a una gran aventura. Así fue al menos para Eric Bukstein, estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales, a quien una opción inesperada lo llevó a la Chung-Ang University en Seúl. Sin embargo, lo casual solo fue el destino elegido; todo lo demás fue el resultado de una decisión pensada, planificada y deseada. Y en eso se basó el éxito de su viaje y de todo lo que vivió durante seis meses en Corea del Sur.

Eric, al igual que otros estudiantes de las diferentes carreras, encontró la oportunidad de estudiar en el exterior que brinda el programa de Intercambio Estudiantil que gestiona el Área Internacional de la Universidad ORT Uruguay, la cual ofrece decenas de opciones para realizar intercambios estudiantiles con instituciones de 20 países en cuatro continentes: América, Europa, Asia y Oceanía.

Por ejemplo, Magdalena Mazzoli, estudiante de la Licenciatura en Gerencia y Administración orientación Finanzas, eligió University of Bath en el Reino Unido para cursar un semestre; María Noel Irabedra, estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales, cursó en la universidad Sciences Po en París y Paula Romero, estudiante de Arquitectura, estudió en el Politecnico di Milano, en Italia.

"Conocer una cultura ajena me dejó una perspectiva más amplia de la vida. En general, estas experiencias te ponen a prueba y te ayudan a crecer y a conocerte mejor. Eso es lo más importante que deja un intercambio", resumió Eric. "Conocí gente de todas las nacionalidades y culturas, y lo más importante fue que aproveché a manejarme sola, pues por primera estuve vez tanto tiempo lejos de mi familia y amigos", coincidió Magdalena. "Crecí muchísimo, me desafié a mí misma y me conocí mucho más, identificando mis fortalezas y debilidades", aseguró María Noel. "Vivir lejos implica que uno tiene que aprender a conocerse para poder adaptarse, y eso es lo que más rescato de toda la experiencia. Sin desmerecer lo académico, que es un componente importantísimo, creo que en lo personal es una experiencia tan exigente y desafiante que haberlo logrado y disfrutado hace que sea aún más gratificante", agregó.

Veinte países, cuatro continentes

El programa de Intercambio Estudiantil funciona en dos direcciones: por un lado, permite que los estudiantes cursen en universidades del extranjero, y por otro, recibe a alumnos de otros países que vienen a cursar en la universidad. "Desde 2007, 730 estudiantes del exterior llegaron a Montevideo como parte de programas semestrales y de idiomas; a su vez, 647 estudiantes se fueron a estudiar a universidades del exterior", dijo la Lic. Miriam Kemna, coordinadora de Intercambio Estudiantil.

Según los convenios, los estudiantes uruguayos pueden cursar un semestre en otra universidad, y solo en ciertos casos —previa evaluación— se extiende la estadía a un año, pues existe un número limitado de cupos por institución receptora, agregó Kemna.

Para elegir los centros de estudio con los que hace convenios, la universidad busca instituciones reconocidas y con una oferta académica de excelencia en grado y postgrado. "También buscamos conformar una oferta amplia en cuanto a culturas e idiomas", indicó la Dra. Laura Díaz-Arnesto, coordinadora de Proyectos Académicos. "La vinculación puede darse por iniciativa de las autoridades académicas de esas instituciones o por oportunidades que detectamos en el Área Internacional. También recibimos propuestas de instituciones a las cuales les interesa un intercambio de estudiantes con ORT", agregó.

Instituciones con las cuales la universidad se relaciona por intercambio de estudiantes

Tres pasos para viajar

El proceso de intercambio se pone en marcha cuando el estudiante solicita una entrevista con la coordinación académica de su carrera para plantear el interés de hacer un semestre en el exterior e informarse sobre los requisitos de inscripción. Luego, el proceso consta de tres etapas.

En la primera etapa, el estudiante debe inscribirse y completar un formulario en el que detalla qué destinos prefiere, qué materias quisiera cursar y en qué semestre lo hará, entre otros datos. Una vez cumplida esa etapa, la Coordinación de Intercambio Estudiantil asigna una universidad de destino respetando las preferencias detalladas en el formulario, según los cupos disponibles en cada institución.

El promedio académico, el grado de avance en la carrera (créditos aprobados) y el nivel de inglés (si corresponde, según el país de destino) son algunos criterios de selección para asignar las universidades. Finalmente, la tercera etapa supone la postulación a la universidad asignada, y esta institución tiene alrededor de un mes para responder. Una vez que el estudiante es aceptado, la universidad receptora envía una carta de admisión y más instrucciones. Entonces, comienza la aventura.

Un lugar en el mundo

Incluso antes de empezar las gestiones, el primer paso —y quizás uno de los más estimulantes— es elegir el lugar en el mundo donde vivir y estudiar durante seis meses. Cada estudiante elige el lugar en base a distintos factores, pero hay algunas pautas que se repiten: el prestigio de la universidad, el atractivo de la ciudad o el país, y la posibilidad de estar inmerso en una cultura diferente.

"Los factores que tuve en cuenta fueron el idioma, el interés por la cultura local, y la fortaleza del país y de la universidad en los campos académicos de mi interés", contó María Noel. “Siempre me interesó la política, la diplomacia y la historia, y cuando empecé a consultar me decidí por París y por Sciences Po, por su reputación en las áreas humanísticas", agregó.

Eric, estudiante de Estudios Internacionales igual que María Noel, también pensó en ir a París, pero la curiosidad lo llevó más lejos. "Me puse a ver la página de intercambios de ORT que está ordenada por países, empecé a hacer scroll y vi Bélgica, España, Francia, etc. En un momento encontré la bandera de Corea y me detuve. Me llamó la atención porque no sabía que existía esa posibilidad. Además, me pareció muy graciosa la idea de ir allí". "Luego vi que la universidad era muy buena y que las materias eran muy interesantes. A los pocos días me reuní con el coordinador de mi carrera y le pregunté sobre Corea como destino, pensando que me iba a decir que era descabellado, pero me dijo que era una idea excelente. Así, lo que al principio parecía un chiste tomó sentido y luego fue una opción muy seria y real", aseguró el estudiante.

Para Paula, la elección fue sencilla: "el Politécnico de Milán es la mejor universidad de Italia para la carrera de Arquitectura", planteó. Magdalena, por su parte, eligió Inglaterra porque quería ir a Europa para hablar inglés y luego viajar por la región. Por eso, la estudiante se postuló a las universidades de Bath, Kent y Manchester. "Había que presentarlas en orden de prioridad y la primera en mi lista era Bath. Para decidirme por esa universidad hice una investigación profunda basándome en el prestigio de la institución, las materias que podrían interesarme y comentarios de amigos o conocidos que habían estudiado ahí", contó Magdalena.

Esta investigación previa a la postulación no solo se reduce a la universidad, pues también es recomendable averiguar más sobre cómo es la vida cotidiana en el destino elegido. "Hablé mucho con gente que había ido y ellos me recomendaron desde la línea de bus que debía tomar para ir de la universidad hasta el supermercado que tenía las mejores ofertas para el surtido de la semana", contó Magdalena.

Para Eric el caso fue más extremo: "De Corea del Sur sabía muy poco. Sabía que en el norte tenía un vecino muy complicado, por decirlo de alguna manera. Y de Seúl, que era una gran metrópolis. Igualmente, esta incertidumbre me jugó a favor porque me dio una sensación de aventura y descubrimiento. En estas instancias todos los días se descubren cosas nuevas", dijo Eric.

Un semestre para armar

En el plano académico, una vez elegida la universidad, lo que sigue es la selección de las materias, una tarea que varía en función de la universidad elegida. Por ejemplo, para Paula en Milán, elegir las materias "fue un trabajo largo". En su caso, primero eligió las materias que quería revalidar, luego comenzó un intercambio de opiniones y mails con Jorge Di Pólito, coordinador académico de Arquitectura, y con él acordaron aquellas materias que cumplían con las características requeridas para la reválida en su carrera. En función de ello, Paula comenzó a buscar entre las opciones que brindaba la universidad de destino a través de un servicio online al que tuvo acceso cuando la aceptaron como alumna. Así finalmente hizo su selección de materias.

Para Eric, en cambio, la tarea fue más sencilla. "A los extranjeros nos enviaron un archivo indicando las materias que se dictaban en inglés. Elegí aquellas que en ORT no existían y que apuntaban a temas propios de la región para aprender de primera mano", explicó.

Un hogar fuera de casa

Toda esta etapa de búsqueda e investigación transcurre aún antes de saber si la universidad receptora aceptará al postulante como estudiante, pero la anticipación es, en muchos casos, imprescindible. Sobre todo en lo que respecta a buscar el lugar donde vivir. En todo el mundo, las ciudades universitarias suelen tener más oferta de viviendas para estudiantes, pero también tienen más demanda. Por eso, los sitios más económicos o cómodos para los estudiantes con frecuencia se ocupan muy pronto y las opciones se reducen.

En Bath, por ejemplo, Magdalena contó que para los alumnos de intercambio hay tres residencias estudiantiles que quedan a 20 minutos en ómnibus de la universidad. "Para vivir en esas residencias había que registrarse a través de una plataforma web que abría en un determinado momento. Me recomendaron estar atenta porque se quedaban sin lugar rápido. Llegué 30 minutos después de que abrieran las inscripciones y ya no conseguí lugar", contó. "Pero por suerte la universidad me encontró un lugar en el campus. Allí hay unas 30 residencias para estudiantes, pero son exclusivamente para los ‘freshers’ (alumnos de primer año), entonces terminé viviendo en un apartamento con 12 chicos de 18 años", relató.

En Milán, a Paula le ocurrió algo parecido: "La idea inicial era alojarme en las residencias que ofrece la universidad, pero a pesar de que mandé la solicitud el primer día en que se abrieron los cupos para las postulaciones, me quedé sin lugar". Finalmente alquiló un apartamento a través de Airbnb cerca de la universidad, y contó que también existen varias plataformas para estudiantes internacionales a través de las que se pueden alquilar dormitorios dentro de apartamentos.

En Seúl, Eric también vivió en el campus, y logró reservar su lugar antes de viajar. "Era muy práctico y accesible. En una metrópolis de la escala de Seúl un hospedaje no es barato. Tenía gimnasio, cancha de básquetbol, varios comedores, kioscos, PC, sala comunitaria y lavandería. Además estaba en una zona llena de bares y karaokes", describió.

En París, María Noel alquiló un apartamento tipo estudio, a cinco cuadras de SciencesPo, en el VII arrondissement, en el centro de la ciudad. "El apartamento era muy cómodo, y la cercanía con la universidad me facilitó la vida porque me permitía ir caminando a la universidad", contó. "En París los apartamentos de estudiantes suelen ser muy chiquitos, y el mío tenía algo así como 17m2. Lo alquilé a través de una suerte de inmobiliaria web que me había recomendado un amigo que vivió en París. Tenía un catálogo y uno elegía en función de los precios y ubicación", agregó.

Amalgamarse a la ciudad

Una vez en el destino, el idioma, las costumbres y la cultura en general son los aspectos que más pesan a la hora de adaptarse al nuevo país.

Para Magdalena, una de las cosas que más le costó al principio fueron los horarios ingleses. "Cenaban a las seis y yo recién estaba por tomar el té", recordó. "Pero fue cuestión de unas pocas semanas y después hasta me acostaba temprano como ellos lo hacían".

Para Eric, curiosamente, las diferencias culturales entre Corea y Uruguay no fueron un escollo. "La comida era muy picante y extraña para mí, pero me adapté sin problema. Al final uno se acostumbra", aseguró el estudiante. En su caso, el idioma local sí fue difícil —de hecho, no logró aprenderlo—, pero como en la ciudad todo está en inglés no tuvo inconvenientes.

Para Magdalena, aún cuando llegó a Bath con un nivel alto de inglés, escuchar a adolescentes hablando con su propio vocabulario no fue fácil. "Después de unas semanas el oído se te acostumbra y aprendés palabras que no tenías en tu vocabulario", contó.

Además de la adaptación a la vida cotidiana también está el proceso de incorporarse a la vida académica. "Si tuviera que identificar un desafío grande, diría que fue adaptarme a la forma de evaluación de la universidad, que se llamaba ‘exposé’ y con la que no estaba muy familiarizada. Consistía en elaborar un documento y presentarlo, con una estructura y un formato estricto", explicó María Noel.

No obstante, al final, los estudiantes coinciden en que adaptarse lleva poco tiempo. "El ritmo de vida te lleva a adaptarte”, opinó Eric. Para Magdalena, después de dos o tres semanas de estar en Bath ya estaba muy acostumbrada a la rutina y las costumbres. "Hay gente a la que le cuesta más y hasta no se pueden adaptar en todo el intercambio, pero se me hizo fácil porque la pasaba muy bien con la gente que vivía conmigo y me gustaba hacer las cosas con ellos", aseguró.

En ese proceso de adaptación algunos pueden señalar que hubo un momento en el que se dieron cuenta de que ya se habían habituado a su nuevo hogar. "Si tuviera que decir un momento, diría que fue cuando me acostumbré a vivir con 12 personas en un mini apartamento con dos duchas, dos baños y una cocina", asegura Magdalena. Para Eric, el momento del clic fue incluso místico. "A los pocos días de haber llegado fui a hacer hiking con unos chicos a un monte cercano a la universidad. Allí nos encontramos con una comunidad budista que nos invitó a comer. Fue la primera vez que comíamos de forma tradicional (en el piso, con varios platos). Fue una experiencia nueva para todos y nos unió fuertemente".

Un millón de amigos

Generar vínculos en el exterior, en un entorno diferente, es otro de los hitos durante un intercambio. En ese sentido, hay quienes recomiendan que al momento de elegir con quién hacer amistad, es preferible evitar a quienes hablen el mismo idioma o vengan del mismo país. Otros prefieren tener un ancla a su cultura a través de las amistades.

Según Eric, "hay que estar abiertos a conocer personas de todos los orígenes". "En mi caso era el único sudamericano, así que por necesidad —y deseo— conocí gente de los más diversos orígenes. Mis amigos eran de Estados Unidos, Canadá, Holanda, Rumania, Dinamarca, Italia, Alemania, Francia, España y Australia".

Pero hacer nuevos amigos a veces no es algo que ocurre espontáneamente. Si bien los estudiantes extranjeros suelen estar predispuestos a conocer gente, la tarea requiere un poco de esfuerzo y proactividad. "Antes de empezar las clases, la universidad ofrecía un Welcome Program para los estudiantes internacionales, que incluía varias actividades culturales e integradoras, además de una introducción a la metodología de Sciences Po", cuenta María Noel. "En el Welcome Program conocí a uno de mis grupos de amigos, conformado por gente de Holanda, Dinamarca, China, Japón, España y Uruguay. Luego, en las clases fui conociendo a más chicos, y me vinculé con gente de Israel, Turquía, Chile, Argentina, Brasil, Francia, China y Estados Unidos mayoritariamente".

Magdalena, en Bath, también convivió con grupos cosmopolitas, pero debió poner de sí misma para generar vínculos. "No era fácil hacerse amigos en las clases. Por eso intentaba hacer relaciones afuera de las clases, en pubs, clubs, el gimnasio o eventos", recuerda. "Para estudiar tuve dos grupos: uno con dos ingleses, una chilena y una vietnamita, y el otro por una de malasia y dos ingleses. Esos grupos dependían de la materia que cursaba. A todos los conocí en clase, sentándome al lado y preguntándoles cosas. Además, tuvimos que entregar un trabajo para una de las materias y decidimos hacerlo juntos con uno de los grupos porque nos habíamos llevado bien en la clase", relata Magdalena.

Estudiar y disfrutar

Sobre el valor de los intercambios estudiantiles, todos coinciden en lo importante que es la oportunidad de vivir en el exterior, conocer otras culturas y hacer amistades, pero también señalan el beneficio de la experiencia académica. "Mucha gente me decía que irse de intercambio era sinónimo de no estudiar y salir todas las noches. Pero si bien salí mucho y me divertí, eso de no estudiar no contó en mi caso. Las clases eran en salones con 100 personas donde era difícil participar (además de que no me animaba a levantar la mano con toda esa gente), así que debías ir y sacar apuntes tratando de entender al profesor", dijo Magdalena.

Precisamente, el idioma en que se dictan las clases es otro desafío que duplica el valor de la experiencia académica. "A nivel universitario nunca había asistido a cursos en inglés. Fue un cambio significativo porque leía, preguntaba, participaba, escribía, presentaba y discutía en inglés. Nunca había vivido y practicado el idioma con tanta intensidad. Igualmente había llegado bien preparado para las materias y logré pasar todo con A+", contó Eric.

Por su parte, María Noel también destaca la preparación previa con la que llegó a París. "Nunca sentí que estaba mal preparada académicamente. Creo que en Estudios Internacionales nos forman de una manera integral, lo que nos permite tener cintura para tratar y debatir diversos temas. Eso fue de mucha ayuda a la hora de integrarme a clases como las de Sciences Po", aseguró.

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