Conferencias y artículos

Discurso en la cena anual de ReachingU

Oratoria del rector de la Universidad ORT Uruguay, Dr. Jorge Grünberg.

Les agradezco la invitación a compartir esta noche con ustedes. Antes que nada quiero felicitarlos por el esfuerzo que realizan para beneficiar a personas que deberían ser servidas por el Estado pero no lo son. La sociedad civil puede ser un agente de cambio a través de movimientos como ReachingU.

La acción filantrópica no es fácil en Uruguay. Es una actividad reconocida socialmente y estimulada tributariamente en casi todo el mundo pero observada con desconfianza por parte de la sociedad uruguaya. Esa parte de la sociedad uruguaya cree en la “puridad del Estado”, si el Estado no puede brindar un servicio nadie lo debe hacer. Los ciudadanos necesitan servicios para su vida en comunidad. Necesitan saneamiento, escuelas y liceos de buena calidad, policlínicas bien atendidas y abastecidas. Si el Estado no puede brindar estos servicios, no es considerado “políticamente correcto” que los ciudadanos los procuren de otra fuente. Los creyentes en la “puridad del Estado” sostienen que si los ciudadanos no reciben los servicios públicos a los que tienen derecho, no deben reclamarlos ni recibirlos de la sociedad civil, deben esperarlos. Por eso instituciones de la sociedad civil como ReachingU enfrentan objeciones y escepticismo.

Esta cultura lleva a que los ciudadanos terminen efectivamente desamparados. Tienen derechos legales, incluso constitucionales, a la vivienda o a la educación por ejemplo, pero esos derechos se vuelven únicamente nominales. Esos derechos no pueden ser legalmente reclamados, nadie es efectivamente responsable por proveerlos y sus beneficiarios no tienen a quién reclamarlos ni cómo ejecutarlos. Los derechos de los ciudadanos se vuelven nominales, no efectivos. Esa es la verdadera deuda social de las últimas décadas, una deuda no reconocida y no saldada. La sociedad civil puede llenar esa brecha entre los derechos nominales y las soluciones efectivas.

A nuestro país le aqueja, al igual que a otros, una angustia existencial. Tenemos miedos reales que requieren respuestas. La misión de los líderes es ofrecer respuestas a estas incertidumbres antes de que se socave la democracia. Nuestra era de cambio acelerado y global nos provoca ansiedades. Nuestros medios de vida, nuestras profesiones están cambiando aceleradamente de manera que no podemos controlar. Por ejemplo una de nuestras mayores certidumbres antropológicas es que el conocimiento es para siempre. En todas las familias se les dice a los hijos que lo que aprendan será siempre suyo, nadie se lo podrá quitar. Sin embargo, en algunos sentidos eso está cambiando. La velocidad de obsolescencia del conocimiento nos quitó esa certidumbre, porque si obtengo un conocimiento obsoleto o que se vuelve rápidamente obsoleto no poseo nada.

La secuencia que viene desde los albores de la humanidad, “aprendo y luego trabajo aplicando lo que aprendí”, se está volviendo cada vez menos aplicable. Lo que le enseñamos a los alumnos de primer año de Ingeniería en Sistemas por ejemplo, ya es obsoleto cuando llegan a cuarto año. Dentro de cinco años, lo que enseñemos en primer año será obsoleto en tercer año. Dentro de diez años lo que enseñemos en marzo puede estar obsoleto en diciembre. Esto es un cambio de paradigma respecto a cómo estamos programados cognitivamente. Estamos programados para aprender y aplicar, pero ahora no vamos a tener tiempo en el futuro de aprender y después aplicar. Vamos a tener que encontrar fórmulas para continuar aprendiendo todo el tiempo. Aprender y aplicar ya no podrán ser procesos secuenciales sino concurrentes.

También enfrentaremos cambios paradigmáticos en la epistemología del conocimiento. Cada vez más el aprendizaje es más colectivo e interdisciplinario. Esto también nos exigirá ajustes a la epistemología histórica del aprendizaje como un proceso fundamentalmente individual. Cada vez más el conocimiento será producido (“crowdsourced”), aprendido y aplicado (“swarm intelligence”) en procesos interactivos, colectivos e interdisciplinarios.

¿Qué va a significar aprender en el futuro? Hasta ahora aprender era casi sinónimo con incorporar nuevos conocimientos, pero si el conocimiento se vuelve obsoleto tan rápido, ¿qué va a querer decir aprender? Es más, ¿qué va a pasar en unos pocos años cuando las máquinas de inteligencia artificial puedan aprender solas y más rápido que las personas? ¿Dónde van a estar los límites?

Todos estos cambios en las formas de vida a las que estamos acostumbrados generan desorientación, incertidumbre, ansiedad. Cuando los líderes no enfrentan estos cambios ni los discuten con franqueza y no dan respuesta a las sociedades, es cuando aparecen personajes que contra toda lógica ofrecen respuestas sencillas a problemas complejos. Por eso aparecen personajes como Marine Le Pen, Hugo Chávez, Pablo Iglesias u otros más lejanos o más cercanos a nosotros. De repente todo parece fácil. Nos proponen muros que nos separen de los vecinos, aranceles que nos separen de la competencia, censores que nos aíslen de las críticas, financiamiento para proyectos románticos. Nos distraen con enemigos externos: el imperialismo, la inmigración, la robotización, para que no pensemos que nuestro destino es nuestra responsabilidad. Nadie explica por qué un muro hará menos rápida la obsolescencia del conocimiento. Nadie explica por qué un muro evitará que la inteligencia artificial o los robots reemplacen muchos de los trabajos que conocemos. Estamos en camino muy rápido a disponer de autos y camiones que se manejan solos, de poder realizar operaciones sin cirujanos o declaraciones de impuestos sin contadores. Cuando estamos en camino a un mundo de ese tipo es otro el tipo de respuestas que necesitamos. Cuando los líderes racionales y responsables no las dan o no las intentan dar, es donde aparecen estos supuestos tenedores de respuestas sencillas.

Nos dirigimos rápidamente a una sociedad de cero costo marginal. Es decir una sociedad en la que será prácticamente gratuito producir y reproducir bienes y servicios, una vez diseñados y desarrollados. Eso causará que la riqueza se concentre cada vez más en pocas personas que son aquellas que sabrán hacer los algoritmos más brillantes, diseñar las moléculas más originales, los que posean las marcas más distinguidas. Será el mundo de los Lebron James, de los Leonardo Di Caprio, de los que sepan hacer semillas genéticamente modificadas, de los que sepan programar “chatbots”. Un programador brillante es como un futbolista estrella. Suárez no gana el doble que un jugador medio, gana cien veces más y ese es el camino que van a recorrer la mayoría de las profesiones. Es lo que los economistas llaman “economía de las estrellas”. En todas las profesiones unas pocas estrellas tendrán una porción desproporcionada de los ingresos.

Por eso la era del conocimiento es esencialmente una carrera entre educación y tecnología. La prosperidad de la sociedad depende de que la educación vaya más rápido que la tecnología. La inteligencia se distribuye en todas las clases sociales, pero la inteligencia no tiene utilidad si no está cultivada y debe ser cultivada a través de la educación. Cuando excluimos a la mayor parte de los uruguayos de la educación superior que es la realidad de hoy, no se empobrecen solo los excluidos, nos empobrecemos todos.

¿Cuál es el estado de la educación uruguaya? Yo lo llamo “la tormenta perfecta”. Tenemos problemas de cantidad, calidad y equidad. Los problemas de cantidad de educación son notorios. Solamente un poco más de un tercio de los uruguayos termina bachillerato, solamente 11% de los uruguayos ha culminado estudios universitarios. Con esos números no podremos transformarnos en un país de producción de conocimiento, un país de inteligencia.

Tenemos también problemas con la calidad del aprendizaje. La minoría de alumnos que culmina bachillerato aprendió poco en relación con los países con que deberemos competir si aspiramos a ser un país moderno y próspero. No debemos compararnos con Guatemala, El Salvador, con Colombia, con Perú, tenemos que empezar a compararnos con Corea del Sur, con Singapur, con Israel, con Taiwán, con Nueva Zelanda, con Estonia, países que estaban peor que nosotros o incluso no existían a mediados del siglo XX.

También tenemos un problema de equidad. De la minoría de alumnos que culminan el bachillerato en Uruguay, de los pocos que ingresan a la universidad y de los aún menos que culminan estudios universitarios, la gran mayoría son de los más ricos del Uruguay. Uruguay tiene en su quintil superior las tasas educativas de Bélgica o de Holanda, y entre los más pobres tasas educativas comparables a las de países africanos.

¿Qué nos llevó a este estado después de ser ejemplo durante décadas? Es difícil de decir. En 1925 Albert Einstein vino a Montevideo y se sentó a discutir ideas filosóficas con Carlos Vaz Ferreira. Joaquín Torres García acaba de ser nombrado por la revista The Economist como el artista más completo y original en la historia de América Latina. Ese es el lugar de dónde venimos, por eso nos duele dónde estamos y nos preocupa hacia dónde vamos.

Una de las causas de nuestro estancamiento es que nuestra sociedad perdió energía, se convirtió de una sociedad emprendedora y creativa en un proyecto de estado de bienestar relativamente fracasado que benefició a una pequeña parte de la población.

Una segunda causa es la politización de la educación. El sistema político uruguayo eligió la educación como campo de batalla y quedó como quedan los campos de batalla. Si ustedes quieren ejemplos de urbanismo no van ir a Sarajevo o a Alepo. Los planes de estudio, la formación de los docentes, el financiamiento de las instituciones públicas o privadas, la evaluación de calidad, la evaluación de los estudiantes, son influenciados o resueltos por pulseadas políticas en lugar de consideraciones curriculares o pedagógicas.

Otra de las causas que ha afectado gravemente la educación uruguaya es la confusión entre igualdad y equidad. Tratar al estudiante de una familia de clase media que vive en una casa donde probablemente haya libros, donde padre y madre sean profesionales, donde se pueda pagar un profesor particular, igual que a un estudiante que vive en un barrio carenciado, donde probablemente los padres no hayan asistido al liceo, no hayan libros en el hogar y donde el adolescente deba trabajar para aportar económicamente a su familia, no es lógico.

La igualdad en el Uruguay se entendió mal. Brindarle lo mismo a personas que necesitan cosas diferentes es injusto e inefectivo. Si queremos lograr equidad que significa igualdad de oportunidades, no hay que darle lo mismo a todos. A las personas que necesitan mucho más y que intentan cursar y culminar la secundaria por ejemplo, no alcanza con no cobrarles el arancel. Esas personas necesitan profesor particular, psicólogos de apoyo, libros, transporte entre otras necesidades. Por eso la igualdad puede ser enemiga de la equidad.

¿Qué hay que hacer? Yo creo que lo primero que hay que hacer es exigir que el estancamiento educativo no se trate más como un problema técnico. La mejora de la educación uruguaya no es un problema técnico. Existen numerosos ejemplos en el mundo de sistemas educativos que han mejorado. Mantener a la mayoría de los uruguayos fuera del alcance de una educación que les permita vivir en forma digna en la sociedad del conocimiento, es una falla moral no un problema técnico.

Nuestro objetivo debería ser que todos los ciudadanos obtengan el examen de inglés Proficiency antes de los 24 años. Todos los ciudadanos del Uruguay tendrían que tener la oportunidad real de culminar una carrera, todos sin excepción. No me refiero a carreras tradicionales únicamente; existen carreras técnicas, carreras tecnológicas, carreras artísticas. Pero todos los uruguayos tendrían que tener el derecho real, no nominal, de culminar una carrera universitaria antes de los 25 años.

Mantener a la gran mayoría de los uruguayos excluidos de la educación universitaria no es un tema de presupuesto, ni de horario, ni de cantidad de días de clase, ni de formación de los docentes. Es un problema moral. Mantener a los uruguayos excluidos de la educación es inmoral y es así que la sociedad civil se lo tiene que plantear a los líderes.

¿Los recursos que hay son suficientes? No. El gasto uruguayo por estudiante debe ser mayor para poder ofrecer a los uruguayos que lo necesitan el servicio que necesitan. Pero aumentar los recursos es condición necesaria, no suficiente. Tenemos que estar dispuestos a hacer un sacrificio adicional para mejorar la educación uruguaya para beneficio de todos. Pero no a través de cheques en blanco como en las últimas décadas sino a través de un contrato social explícito. Ese contrato social debe explicitar cuáles serán las metas y quién y cómo se va a hacer responsable de alcanzarlas. No debemos aceptar una autoridad educativa que se conforme de acuerdo a cuántos votos recibió cada sector político.

Necesitamos una autoridad educativa que se comprometa con sus ”accionistas”, que somos los uruguayos que la financiamos y que convivimos con el éxito o el fracaso de su gestión. Tenemos que introducir en el sistema la noción de “accountability”, o sea la rendición de cuentas que debe ser un requisito legal e incorporarse a nuestra cultura como un imperativo moral de todos los que administran fondos públicos y en especial de los responsables de proveer los servicios a los que los ciudadanos tienen derecho. Estamos dispuestos por nuestros hijos y por los de los demás a hacer un esfuerzo adicional, pero contra un programa concreto, contra responsabilidades definidas, contra resultados alcanzables. Esa es mi propuesta.

Muchísimas gracias.