Ceremonias de graduación
Ceremonias de graduación

Discurso del Ing. Julio Fernández

Palabras del vicerrector académico de la Universidad ORT Uruguay en la primera ceremonia anual de graduación de 2016.

Autoridades y académicos de nuestra universidad y de instituciones amigas, queridas graduadas y graduados y sus familias, les damos nuestra más cordial bienvenida en este día inolvidable. En especial a las familias, pues ha sido una gran responsabilidad formar a sus hijos y a sus nietos. Esperamos haber cumplido, y estamos muy agradecidos de que hayan elegido a nuestra universidad para completar esta etapa de su formación. Esta ceremonia es un homenaje al esfuerzo que han realizado los graduados para llegar a este momento, y al apoyo de sus familias.

Como ustedes saben, ORT Uruguay es una institución educativa miembro de ORT Mundial. Fue fundada en 1942 en Montevideo por miembros de la comunidad judía, con la intención de enseñar oficios a los inmigrantes que llegaban a nuestro país en condiciones muy difíciles, escapando de la guerra y de la persecución, para facilitar su integración en la economía y la vida ciudadana del país. Esta iniciativa extendía una tradición de enseñanza y ayuda social iniciada en Rusia en 1880. Los primeros cursos de ORT se dictaron en una sede frente al actual Palacio Peñarol. Al poco tiempo de fundada, la institución abrió sus puertas a todos los interesados en aprender, fueran o no miembros de la comunidad judía. En la década de 1970, la evolución de la institución la llevó a concentrarse en la educación terciaria y luego universitaria. Hoy, el objetivo de ORT sigue siendo que las personas mejoren sus vidas, por medio de lo que aprenden.

ORT es una institución privada pero con una misión pública: expandir las oportunidades mediante la educación y el conocimiento. No sólo las oportunidades de sus propios alumnos, sino también las de nuestro país, explorando áreas nuevas y abriendo puertas para todo el sistema educativo. ORT fue responsable de iniciativas pioneras de interés público, como el primer estudio sobre la industria del software en el Uruguay, los primeros cursos a distancia por medios electrónicos, la fundación de la primera incubadora de empresas de base tecnológica y el fomento del emprendedorismo tecnológico, la formación en nuevas áreas del conocimiento o el impulso a la conexión internacional de nuestro sistema universitario.

Los graduados de hoy se insertan en esta tradición. Nos han emocionado con sus discursos y nos han hecho pensar profundamente con los conceptos que expresaron. Quisiera reflexionar sobre el mundo en que deberán actuar estos graduados, un mundo en permanente cambio.

Muchos de estos jóvenes se han especializado y desarrollarán su labor profesional en disciplinas que no existían cuando yo nací. Utilizan con soltura herramientas técnicas y de comunicación que no existían cuando ellos ingresaron al liceo. Probablemente, ellos mismos contribuyan al desarrollo de algún nuevo producto o servicio, que estará basado en conocimientos y tecnologías que hoy todavía no existen, y que sustituirán cosas que hoy nos parecen insustituibles. Una parte de su trabajo será hacer llegar el futuro. También, durante su vida profesional, algunos de los conocimientos que han adquirido quedarán obsoletos.

Adivinar el futuro es difícil, pero podemos mirar el pasado para hacernos una idea. Podríamos tomar como un primer ejemplo la comunicación global.

Un 2 de mayo como hoy en 1945, Berlín caía en manos del Ejército Rojo, dando fin en la práctica a la Segunda Guerra Mundial en el teatro europeo. La noticia fue transmitida por radio y teletipos. 20 años más tarde, un 2 de mayo pero en 1965 (cuando mi generación estaba en el liceo) se realizaba la primera transmisión transatlántica de televisión comercial por satélite geosincrónico, el Intelsat 1. Ahora, 51 años más tarde, nos parece perfectamente normal intercambiar mensajes con alguien que está al otro lado del mundo, usando un dispositivo que guardamos en el bolsillo. En otro frente de la ciencia, dentro de poco nos parecerá obvio conocer nuestro código genético y que el médico lo tenga en cuenta cuando lo consultamos. Las tecnologías que nos permiten todo esto que hoy disfrutamos estaban en su infancia, o recién descubiertas hace solamente 50 años.

Podríamos especular sobre lo que ocurrirá con las tecnologías que están naciendo en este momento. Pero lo más importante no son las tecnologías, sino lo que la gente hace con ellas, y esto es bastante más difícil de predecir.

La comunicación global permite desarrollar proyectos gigantes de colaboración. Voy a tomar un ejemplo de la Física, que es una ciencia interesante porque todo el mundo tiene que cumplir sus leyes. El observatorio LIGO y su colaboración con el grupo Virgo acaban de detectar ondas gravitatorias por primera vez, abriendo una nueva forma de observar el universo y acercando a los equipos que participan, si no al Universo, por lo menos a un probable Premio Nobel de Física. Este instrumento asombroso puede medir vibraciones de longitud del espacio de 10-21 metros, o sea 1/1000 del diámetro de un protón, en distancias de cuatro kilómetros. Solamente ponerlo en marcha productiva llevó cerca de 15 años a equipos de varios cientos de científicos y técnicos de muchas instituciones. La publicación del descubrimiento tiene 989 autores e involucra a 133 organizaciones de muchos países. La coordinación, o incluso la concepción de un proyecto gigante de estas características no hubiera sido posible sin la red.

Para poner una escala de tiempo y también comprender mejor lo que lleva resolver problemas difíciles, las ondas gravitacionales se detectaron casi justo 50 años luego de los primeros intentos de medición experimental, por parte de Weber; 100 años después de su sorprendente predicción teórica por Einstein y Schwarzschild, durante la primera guerra mundial, y 350 años después de que Newton construyera el primer modelo matemático de la gravitación, durante la Plaga en Inglaterra. La red crea inmensas oportunidades para los que trabajamos con información y conocimiento. En mi época de estudiante, encontrar un artículo técnico o un dato clave nos podía llevar meses o años (si la encontrábamos). Hoy, esa misma información se obtendría con unos pocos clics. Nuestra productividad ha sido amplificada de manera gigantesca.

Tenemos también efectos no deseados de la tecnología. Con la red, los científicos se pueden conectar mejor entre sí para intercambiar ideas y planear proyectos, pero también se conectan entre sí los criminales y los bárbaros. La red facilita, expande o incluso motiva crímenes que antes se producían en forma mucho más localizada y artesanal, y han aparecido nuevos tipos de crímenes basados en la propia red. Las ideas, el arte y las humanidades tienen ahora una audiencia universal – pero la misma audiencia la tienen quienes manipulan el odio, el miedo o el engaño para sus propios fines.

La red también nos ha traído dilemas éticos para los técnicos, gestores y gobernantes, vinculados con la neutralidad de la red, el anonimato, la libertad de expresión, la propiedad intelectual, la privacidad, o la información que se recolecta sobre una persona y sus actividades sin olvidar nada, nunca. No son dilemas nuevos, pero se han vuelto más urgentes. Una caricatura de Steiner, en 1993, mostraba un perro tecleando alegremente en un PC mientras le decía a otro: “En el Internet nadie sabe que soy un perro”. Hoy en día, como escribió un periodista inglés, probablemente Google no solo sabe perfectamente que es un perro, ¡sino además de qué raza es, qué comida prefiere y cuántas pulgas tiene!

Este desarrollo ha afectado la ciencia, la política, la sociedad y los negocios, pero quisiera concentrarme en el impacto en nuestro oficio, la educación. Ya no podremos seguir formando a los jóvenes como a mediados del siglo 20, sentados en un pupitre y mirando el pizarrón, amarrados al libro de texto que hemos elegido y a nuestra conferencia (o Powerpoint) en el aula. No se trata de introducir tecnología, porque la tecnología ya está por todos lados. Como docentes, sería sorprendente que usemos la tecnología para todo en nuestra vida diaria, menos para que nuestros alumnos aprendan mejor. Nuestro desafío es, entonces, adoptar la tecnología productivamente. Porque no es la tecnología la que va a mejorar la educación, sino los educadores y los educandos que la adopten.

Nuestro país necesita urgentemente más ciudadanos con buen nivel educativo, como el que han alcanzado estos graduados, aunque más no sea para poder competir mejor en la economía global. Tenemos grandes dificultades en la educación, por todos conocidas. En los últimos años hemos visto lo difícil que es traducir el mantra “educación, educación, educación” a acciones prácticas. Quizás deberíamos concentrarnos inicialmente en algo más sencillo, “aprender, aprender, aprender”. Es cierto que aprender no es lo mismo que educarse: la educación es bastante más que el conocimiento o las habilidades, pero difícilmente haya educación sin aprendizaje.

Por suerte, así como cada vez puede ser más difícil enseñar (sobre todo de la manera tradicional), es más fácil aprender. Tenemos algo importante a favor: el ser humano nace programado por la naturaleza para aprender y desarrollar su habilidad. Como decía Jacob Bronowski, hay un don que hace único a la especie humana, y es su inmenso placer en ejercitar y desarrollar su propia habilidad. Ese placer del aprendizaje es una potente fuerza que debemos utilizar en la educación. Tenemos que aprender a sacar mayor partido de lo que los propios alumnos se enseñan entre ellos, de lo que buscan y aprenden por su propia curiosidad; desafiarlos con problemas abiertos, relevantes y realistas.

Tenemos que entrenarlos para concentrar su atención y razonar con seguridad y confianza; y sobre todo, para distinguir, evaluar críticamente e incorporar el volumen de datos y de conocimiento que se les ofrece. Hemos hecho nuestro máximo esfuerzo para preparar a estos graduados de esa manera, porque creemos que es lo que tendrán que hacer en su vida profesional.

Estos graduados se enfrentarán a un mundo distinto al que hemos vivido nosotros, más abierto y exigente, con el cambio y la incertidumbre como compañeros diarios, probablemente con menos límites y sin duda con menos certezas. Aunque ya no tengan que hacer “obligatorios” ni preparar parciales y exámenes, tendrán que aprender, aprender y aprender. Enfrentarán nuevos problemas y dilemas, habrá que buscar nuevas soluciones e identificar las nuevas oportunidades. Tendrán que trabajar junto con personas que vienen de otras culturas, dominar nuevas formas de comunicarse y de trabajar, y enfrentar desafíos que hoy no podemos imaginar. ¡Estoy seguro de que lo van a hacer muy bien!

Hemos tratado de prepararlos lo mejor posible para este nuevo mundo. No solo con conocimientos (que son importantes) sino con el desarrollo de sus propias capacidades y valores: mantenerse actualizados, llegar al fondo de los problemas y ser rigurosos en sus enfoques, ser creativos al analizar y desarrollar alternativas, trabajar en equipo, mantener su mente abierta, ser emprendedores y cumplir con sus compromisos y responsabilidades. A estas orientaciones tradicionales en nuestra universidad, hemos agregado en los últimos años un mayor énfasis en la internacionalización, tan importante para un país pequeño que necesita conectarse con el mundo. Hoy se pueden aprender en ORT seis idiomas, y se puede tomar parte en programas de intercambio internacional, donde probablemente hayan participado varios de los graduados de hoy.

Creemos que esta formación, junto con su esfuerzo personal, les permitirá continuar su desarrollo profesional hasta alcanzar su máximo potencial. Si es así, habremos cumplido con nuestra misión.

En lo que viene ahora, además de aumentar su conocimiento y usar su creatividad, perseveren y sean tenaces. En la vida profesional, la capacidad de implementar es tanto o más importante que las buenas ideas. Recuerden también que su valor como profesionales podrá venir de lo que sepan crear y de los problemas que puedan resolver, pero su valor como personas dependerá de cuánto puedan hacer ustedes por los demás.

Sean leales con sus clientes, sus socios y sus empleadores, pero sobre todo sean leales a su conciencia. Actúen con franqueza y con humildad. Reconozcan el valor de las equivocaciones, las suyas y las ajenas, y respeten siempre al que hizo algo con esfuerzo. Aprendan a recuperarse de los errores y fracasos, porque sin algunos errores no hay aprendizaje, y no hay grandes éxitos sin una serie previa de fracasos bien asimilados.

En su conducta, apunten hacia arriba. Rechacen el pensamiento único y la mediocridad; sospechen de las verdades prefabricadas. Escuchen más de lo que hablen, especialmente a quienes opinan distinto que ustedes, porque el progreso viene de estar atento a las discrepancias. Analicen, exijan argumentos, y busquen pacientemente la verdad.

Presten atención a las personas y no solamente a las pantallas, los reportes o los e-mails. Estén dispuestos a aprender de todos, también de aquellos que han tenido menos oportunidades o menos formación que ustedes, porque hay muchas más cosas que se pueden aprender que las que se pueden enseñar. Sigan aprendiendo, entonces. Recorran su camino hasta donde la vida los lleve, y no olviden que ORT siempre será la casa de ustedes.

¡Muchas gracias!