Ceremonias de graduación
Ceremonias de graduación

Discurso del Ing. Julio Fernández

Palabras del vicerrector académico de la Universidad ORT Uruguay en la segunda ceremonia anual de graduación de 2014.

Autoridades y académicos de nuestra universidad y de instituciones amigas, queridas graduadas y graduados y sus familias, a todos les damos nuestra más cordial bienvenida en este día inolvidable. En especial a las familias, pues ha sido una gran responsabilidad formar a sus hijos y nietos. Esperamos haber cumplido, y estamos muy agradecidos de que hayan elegido nuestra universidad para completar su formación.

Como ustedes saben, ORT Uruguay es una institución educativa miembro de ORT Mundial. Fue fundada en 1942 por miembros de la comunidad judía, con la intención de apoyar a las olas de inmigrantes que escapaban de la barbarie nazi, enseñándoles oficios que facilitaran su integración en la economía y la vida ciudadana del país. Esta fundación extendía una tradición de enseñanza y ayuda social iniciada en Rusia en 1880. Los primeros cursos de ORT se dictaron en una sede frente al actual Palacio Peñarol. La evolución de la institución la llevó a concentrarse en la educación terciaria a fines de la década de 1970, iniciando un proceso de desarrollo que aún continúa en la actualidad.

Los graduados de nuestras facultades de Comunicación y Diseño y de Arquitectura comparten un enfoque generalista de la formación, que incluye aspectos culturales, artísticos, proyectuales y tecnológicos. A pesar de algunos nombres modernos, las personas han actuado en estas áreas desde la antigüedad: ¿qué sería la comunicación sin la gramática, la lógica y la retórica (que formaban el Trivium medieval), y qué sería la arquitectura sin la geometría y la aritmética del Quadrivium?

Las creaciones de la arquitectura, el diseño y la comunicación caracterizan a la cultura y se apoyan en ella. Sus productos se refieren no sólo a lo técnico y material, sino también al espíritu y a las emociones de la gente, y la ayudan a vivir. Se trata de actividades profundamente humanas, que mucho celebramos.

ORT es una institución privada con una misión pública: expandir las oportunidades mediante la educación. Los graduados que hoy celebramos forman parte de un grupo privilegiado: solamente 11 % de los habitantes de nuestro país han logrado un título universitario o terciario. Pero antes de llegar al nivel terciario, solamente 37% de los jóvenes terminan la enseñanza media superior. Y de esos que completan la enseñanza media superior, solamente 8% provienen del quintil de menores ingresos. Para completar el panorama, nuestros resultados en las pruebas internacionales no son demasiado buenos.

Es cierto que este problema tiene causas complejas, pero también tiene diagnósticos y propuestas de solución que son ampliamente compartidos. Las dificultades no parecen insolubles, como lo muestran ejemplos muy visibles de instituciones privadas en contextos críticos. Además, yo observo con optimismo que muchos docentes mantienen su espíritu intacto a pesar de las dificultades que enfrentan. Ahí existe una reserva para el cambio positivo, porque la educación depende sobre todo de personas comprometidas y de liderazgos bien definidos, como lo demuestran tantos casos de instituciones educativas de gestión privada y pública, incluyendo la historia de nuestra propia institución.

El problema de nuestra educación no se agota en la inequidad, la ineficiencia o los resultados de PISA. Quiero referirme a otro tema que se discute menos y que me parece muy importante: el desarrollo del talento.

El progreso de nuestro país y la posibilidad de escapar a la trampa del ingreso medio dependen de que logremos crear actividades económicas con mayor valor agregado, y esas actividades dependen inexorablemente del talento humano y de la creatividad.

Si el desarrollo económico consiste, como dicen los economistas, en aprender a hacer bien las cosas difíciles, es lógico que esas actividades más difíciles se apoyan en las personas mejor formadas y de mayor capacidad. Por lo tanto, para desarrollarnos no solo debemos mejorar mucho las oportunidades de formación de los menos privilegiados. También necesitamos aprender a identificar y desarrollar a fondo todo el talento que podamos ubicar, de manera que los más talentosos realmente concreten su máximo potencial. Esto me parece especialmente importante en las áreas artísticas y creativas, pero también es muy relevante para el desarrollo de la ciencia y la tecnología.

Para hacer una analogía, en Uruguay somos muy eficientes para identificar el talento futbolístico y canalizarlo hacia los circuitos de competición, lo que explica en buena medida los éxitos deportivos de nuestro pequeño país. Casi todos los jóvenes juegan al fútbol alguna vez, y si un chico muestra talento excepcional, la red de familiares y amigos, técnicos de baby fútbol, captadores de jugadores y empresarios lo conducirá con alta probabilidad hacia un equipo profesional, salvo que por su decisión personal el joven decida seguir otro camino.

En contraste, casi todos nuestros jóvenes van a la escuela, pero si tienen un talento excepcional para la música, las artes plásticas, las matemáticas o las letras, tienen que esperar hasta el fin de la enseñanza media, la universidad o el postgrado... si llegan allí, salvo cuando su familia pueda encargarse de una formación especial. De la misma manera que con el futbol, deberíamos aprender a identificar, incentivar y desarrollar sistemáticamente a las personas con talento excepcional en las artes, las ciencias y otras disciplinas.

Esas personas jóvenes y formadas en profundidad, como ustedes, serán las responsables de crear y dar forma a las nuevas industrias y servicios que nuestro país debe ir desarrollando. Algunas de estas industrias y servicios aún no existen; están para ser inventadas y quizás no las podemos siquiera imaginar ahora, pero sabemos con toda seguridad que van a depender del talento humano bien desarrollado. Debemos por lo tanto trabajar muy duramente para asegurar oportunidades de formación y de inserción post-formación en la mayor profundidad posible a las personas talentosas, como una prioridad nacional.

Este planteo, que puede parecer elitista, en realidad me parece profundamente democrático. Se trata de que cada persona pueda desarrollar al máximo su propio potencial, y de esa forma contribuir al resto de la sociedad. Por otra parte, esa también es la misión de ORT: tratar de desarrollar al máximo el potencial de nuestros alumnos.

Los graduados que hoy celebramos se enfrentarán a un mundo distinto al que hemos vivido, más abierto pero más exigente, sin límites pero sin certezas, más interconectado pero también menos “intercomprendido”. Por eso, en ORT le damos mucha importancia a la internacionalización.

Muchos de ustedes deberán trabajar con personas de culturas distintas. Hemos tratado de prepararlos para esa realidad mediante una actividad creciente en el área de idiomas, no solo como un instrumento sino como una puerta hacia las otras culturas. Hoy nuestros estudiantes pueden aprender seis idiomas, incluyendo chino y japonés, y esperamos expandir esta oferta en el futuro. Otra herramienta importante es el intercambio estudiantil, cuyo efecto excede la proporción de estudiantes que puede efectivamente viajar para realizar el intercambio.

Tenemos en este momento acuerdos académicos con aproximadamente 150 universidades de 28 países. En este año, más de 160 estudiantes extranjeros nos visitaron en intercambio para tomar cursos y llevar los créditos obtenidos a su institución de origen. A su vez, 106 estudiantes de ORT visitaron alguna de nuestras universidades socias con el mismo propósito. Esperamos que estas cifras también continúen incrementándose en el futuro.

En relación con el tema internacional, como estamos a 100 años de la Primera Guerra Mundial, quisiera que me permitan hacer una reflexión, aunque estoy lejos de ser un especialista. El fin de semana pasado se cumplieron 100 años de la toma de la ciudad de Basra, ubicada en el fondo del Golfo Pérsico, en el sur del actual Iraq. Fue una de las primeras victorias de las fuerzas angloindias que invadían la Mesopotamia, entonces parte del Imperio Otomano. Esta invasión alteró profundamente el Medio Oriente. Al fin de la Primera Guerra Mundial, el ya tambaleante Imperio Otomano fue desmembrado y dividido entre las potencias triunfantes, con consecuencias que llegan hasta nuestros días. Una región que fue la cuna de la civilización, que preservó el saber grecorromano y vio nacer a las primeras universidades continúa hoy sumergida en el conflicto violento y el subdesarrollo. La situación trágica se ha agravado por el peso de fundamentalismos religiosos, financiados por petrodólares, pero acentuados por una globalización cultural que no logra ser asimilada y por una historia de conflictos con Occidente que se remonta a la Edad Media.

Haciendo fast-forward hasta el presente, solamente en la guerra civil de Siria, desde donde nuestro país acaba de recibir refugiados, ya han muerto largamente más personas y especialmente más civiles, mujeres y niños que en todos los conflictos árabe-israelíes juntos desde 1948. En toda la región, los conflictos parecen mostrar una ferocidad, tenacidad y complejidad que supera la capacidad de la comunidad internacional para contenerlos, o incluso para comprenderlos.

La semana pasada, nos enteramos del asesinato de personas inocentes que iban a rezar a una sinagoga en Jerusalén; poco antes, de atentados consistentes en atropellar personas con un auto, mas o menos al azar. La situación motivó a un grupo de líderes de todas las religiones a unirse en Jerusalén, en la misma sinagoga afectada por el atentado, para hacer un llamado a orar por la paz. Estoy seguro que este sentimiento de los líderes religiosos es compartido por todos los pueblos que sufren en esa región.

Aunque no estamos vacunados contra la intolerancia, como se puede observar en las redes sociales en este período electoral, vivimos en un país que a primera vista parece ser todo lo contrario. Tenemos una tradición de inmigración bastante abierta y una larga tradición de separación entre la religión y el Estado. Un barrio de Montevideo, el Cerro, tiene sus calles denominadas con nombres de países, en homenaje a los inmigrantes que lo poblaron. Nuestros líderes de todos los colores políticos han estado casi siempre abiertos al progreso social, comenzando por Artigas, que (segun se dice) leía los ensayos de Thomas Paine mientras otros buscaban importar reyes, o instalaban emperadores en nuestra región.

ORT, fundada por inmigrantes, participa de estos valores nacionales. Pero también nos mueve una rebeldía de inmigrantes contra la excesiva parsimonia y el conformismo que a veces caracterizan, incluso con orgullo, a “lo uruguayo”. No nos conformamos con “lo que hay”, intentamos cambiarlo. Como universidad, creemos que nuestra obligación es trabajar no sólo para lo que es posible hoy, sino para lo que va a ser necesario mañana. El mundo y sus desafíos son para nosotros una oportunidad y no solamente una amenaza.

Esperamos haberles transmitido estas actitudes en su formación, y esperamos que continúen aprendiendo durante el resto de sus vidas, pues una parte de lo que aprendieron se volverá obsoleto. Como dijo Ari de Geus, “la única ventaja competitiva sustentable puede ser la capacidad de aprender más rápido”.

Recuerden que su valor como profesionales podrá venir de lo que saben hacer y de los problemas que resuelven, pero su valor como personas depende de lo que son para los demás. Recuerden que la creación nace del proceso y el trabajo duro, y no solamente de la inspiración y el talento.

Sean leales con sus clientes, sus socios y sus empleadores, pero sobre todo sean fieles a su conciencia. Actúen con franqueza y con humildad, sabiendo que las ideas exitosas solo pueden nacer de muchas ideas equivocadas, y que no se logra una buena creación sin haber llenado antes la papelera. Reconozcan el valor de las equivocaciones, las suyas y las ajenas, y aprendan a recuperarse de los errores, porque sin errores no hay aprendizaje.

Rechacen el pensamiento único, la mediocridad y las verdades prefabricadas. El progreso viene a menudo de las disonancias, no de las unanimidades. Analicen, exijan argumentos, y busquen pacientemente la verdad. Estén dispuestos a aprender de todos, especialmente de aquellos que han tenido menos oportunidades o menos formación que ustedes, porque hay mucho saber que se puede aprender, pero no se puede enseñar.

Sigan adelante, y sepan que ORT será siempre su casa.

¡Muchas gracias!