Ceremonias de graduación
Ceremonias de graduación

Discurso de la Lic. Ximena Aleman

Palabras de la graduada de la Licenciatura en Comunicación durante la segunda ceremonia anual de graduación de agosto de 2015.

Este que ven aquí es el diario del día de mi nacimiento. Nací el 3 de setiembre de 1985, casi 30 años atrás. Este diario fue el primer regalo que me hicieron mis padres, aunque no fue el primero que me dieron. Durante 15 años estuvo guardado en un rincón del ropero de mi madre envuelto en un papel bordó. Y cada vez que ella ordenaba el ropero, o cada vez que teníamos oportunidad de revisarlo con mi hermana, a escondidas buscábamos ese envoltorio que escondía un objeto para alguien para algún momento.

Con el tiempo y la insistencia fui revelando el misterio. Ese regalo tenía una dueña, era yo y tenía una fecha, mis 15 años. Pero seguía sin saber qué era. Hasta que con el año 2000, llegó el momento y con sorpresa vi que era un diario. Siempre entendí que ese gesto de mis padres simbolizaba lo importante que ese día había sido para ellos. Pero hasta hace bien poco no caí en la cuenta de que en esa tinta en ese papel, además de darme un diario, me traspasaban un mundo.

Y ese mundo era bello. Era un mundo donde los diarios tenían una o dos ediciones por día. Donde los periodistas eran señores intelectuales, de lentes y gabardina, que hacían literatura, que se hamacaban entre la bohemia y la investigación, entre cifras exactas y grandes metáforas. Personas que con una nota hacían justicia y con una portada hacían temblar a un presidente.

En ese mundo los periodistas debían conquistar el papel todos los días. Y había que pelear al editor para que una nota a una columna en la página dos del diario se convirtiera en cabecera de la página tres y tener una buena nota de tapa era casi como alquilar el puesto de dios por un día. En ese mundo reinaban las palabras si eran precisas y su reino era el espacio en blanco. En los 15 años que pasaron entre que heredé este diario y que lo comparto con ustedes, ese mundo se hizo agua.

Hoy por segundo se escriben 9900 tuits, se suben 2.536 fotos a Instagram y se ven 106.394 videos de YouTube. Los periodistas recortan sus metáforas a 140 caracteres, y su pluma se traduce en me gusta, retuits y compartir. En este mundo reinan las imágenes que se ven, no las que se recrean en palabras. El espacio ya no es un problema, porque es ilimitado, la trinchera ya no es la página, ahora es el smartphone y lo que se busca conquistar es el tiempo de los lectores. Los periodistas ya no somos futuros Onetti o García Márquez, ni los valientes guardianes de la realidad. Ahora cada vez son menos los que compran el diario, y ya nadie piensa encontrar un mundo en esas simples hojas de papel. ¿Qué historia debemos contar ahora que todo el mundo cuenta la suya en Facebook? ¿Qué nos toca ofrecer?

Hace unos años, en una noche de verano y tertulias sobre periodismo con colegas, un compañero de trabajo citó a un periodista boliviano que había conocido en una cobertura. El boliviano, con esa sorna latinoamericana que se parece mucho a la sabiduría, le había dicho: "ser periodista es la forma más divertida de ser pobre". Y es cierto. El periodismo es un oficio noble que permite conocer grandes personalidades, relatar los acontecimientos que hacen historia, ir a lugares vedados para el público y encontrar las pequeñas historias de gente que todos los días transforma el mundo.

A quienes le dedicamos la vida, el periodismo nos exige un gran compromiso con lo vasto de la realidad, porque nada de lo que acontece nos resulta ajeno. Los periodistas, antes que nada, somos testigos atentos de nuestro tiempo.

Esto, que en general implica un impulso hacia el exterior de la profesión, en 2015 implica un compromiso con el propio periodismo. A nosotros, la generación de periodistas y comunicadores que egresamos hoy nos toca atestiguar un momento crítico para la profesión. También nos toca ofrecer inteligencia para encontrar nuevos modelos de negocios que hagan posible y redituable el periodismo en Internet. Tener humildad para entender a la audiencia, no solo en lo que quiere leer sino en lo que espera de nuestro oficio. Abogar por la credibilidad para que la voz del periodismo siga teniendo valor para los lectores. Y aportar astucia, para aprovechar el potencial de la tecnología, e imaginación para encontrar nuevos formatos, nuevos productos, nuevos caminos de distribución, nuevas formas de informar y entretener a los lectores del siglo XXI.

Como verán, nuestro tiempo además de ser testigos atentos, nos exige ser actores enérgicos, para que, sin tinta ni papel, en el mundo en bytes y código binario que traspasemos el periodismo atestigue otros tiempos y siga siendo el mismo noble oficio.