Ceremonias de graduación
Ceremonias de graduación

Discurso del Lic. Mathias Fonseca

Palabras del graduado de la Licenciatura en Sistemas durante la primera ceremonia anual de graduación de julio de 2013.

Buenos días a todos, muchas gracias por acompañarnos.

No siempre quise ser informático: Cuando era chico quería ser bombero, heladero o guarda de ómnibus. Abogado cuando miraba Matlock, cambié para médico cuando me enteré que ganaban mucho. Pero desde que mi madre me compró mi primera computadora, supe que ahí estaba lo mío, un auténtico amor a primera vista.

Los informáticos somos “bichos raros”... al menos eso es lo que la gente suele decir y la verdad, no me atrevo a negarlo. No nos alcanza con las horas que trabajamos frente a las computadoras, siempre tenemos que seguir conectados de alguna manera. La gente a nuestro alrededor no entiende si estamos jugando, trabajando o si simplemente la computadora ya pasó a ser una extensión de nuestro cuerpo.

Es entendible que estemos siempre ocupados, cada vez es más complicado estar al tanto de lo último en tecnología, qué empresa compró a cuál otra, si Android pasó a iOS, si Chrome se usa más que Firefox, en fin, una lista interminable de cosas de las que hay que estar al tanto para no quedar obsoleto. Uno empieza a aprender algo y a la semana ya es reemplazado por la siguiente versión (y obviamente no podemos aguantar ni un segundo sin tener la última versión), incluso cosas que aprendimos en la facultad están quedando viejas mientras hablo.

Entonces, ¿por qué elegimos esta carrera? Si sabemos desde el comienzo que seremos “bichos raros” y que será imposible mantenerse al tanto y saberlo todo. La respuesta es simple, ¡PASIÓN! ¿Qué mejor que estar apasionado por lo que uno hace? Sentirse el héroe anónimo detrás del funcionamiento de un botón en una página de Internet. Sentir que no tenés nada que envidiarle a los hackers de las películas cuando ves letras pasar en una pantalla negra y entendés lo que significa. Sentirse un fenómeno cuando sos el encargado de solucionar la famosa situación de “se cayó el sistema” en un supermercado. Bueno... ¿ven por qué algo de razón tiene la gente cuando nos ve como bichos raros?

Sin embargo, el camino no es fácil. Como estudiantes tuvimos que enfrentar muchas voces en nuestra cabeza diciéndonos diferentes cosas. “Esta materia no sirve para nada”, y luego aprendimos que sí servía. “Andá a saber dónde se aplica esto”, y terminamos trabajando justo donde se aplicaba. “No está clara la letra, no me da el tiempo”, y luego vimos que en el trabajo es mucho peor. Cuando tenemos que estudiar, todo lo demás se vuelve mucho más interesante. Por eso cada salida rechazada, cada fin de semana encerrado en casa, implicó un esfuerzo muy grande para nosotros. En parte lo hacíamos por la presión de nuestros padres, o por la exigencia de nuestros profesores, pero por sobre todas las razones, estuvo la pasión, esa convicción profunda de que nosotros podemos y queremos lograrlo. Es por eso que hoy los invito a sentirnos un poco ególatras (un poco nada más), orgullosos de nosotros mismos, porque el logro al fin y al cabo es nuestro. Está claro que debemos agradecer infinitamente a nuestras familias (personalmente a mi madre, quien desde siempre marcó mi camino), a nuestros amigos (quienes fueron y son muy necesarios para bancarnos la locura), a los profesores (excelentes profesionales que a muchos de ellos los considero mentores y tengo la suerte de ser colega de algunos actualmente) y a todo el personal de la facultad (quienes siempre estuvieron a nuestra disposición para todo). Pero por sobre todo, tengamos presente que fuimos nosotros mismos quienes sobre esa base construimos el profesional que hoy somos y todavía hay espacio para seguir trabajando para llegar a ser el que queremos ser.

Recuerdo como si fuera hoy el día de la defensa del proyecto final, pero no lo que sentí durante la defensa (que básicamente eran nervios), sino lo que sentí cuando volví a casa. Me senté en una silla, miré a mi alrededor, y luego de no sé cuánto tiempo en silencio dije: “¿y ahora qué hago?”. Es que sin darme cuenta, había llegado al punto en que la vida que conocí durante años terminó y empezaba otra etapa completamente distinta. Pasé de ser estudiante, a ser profesional, sin siquiera saber lo que eso significaba.

Es más, sigo sin saber lo que significa exactamente. Pero sé que no es solo un cuadro colgado en casa, una madre llorando y una foto en el Solís. Ser profesional tampoco nos asegura tener las respuestas a todos los problemas, ni que sepamos todo lo que hay que saber sobre nuestra profesión. Pero pienso que sí nos ayuda a formularnos las preguntas correctas y eso sumado a un poco de curiosidad, creatividad y mucha pasión por lo que hacemos, puede cambiar el mundo. Y si no es el mundo, por lo menos Uruguay, donde somos pocos y todavía hay muchísimo para hacer. Los profesionales somos menos del 10% de la población, pero eso no me hace sentir privilegiado, sino responsable del cambio y el avance que tanto queremos para nuestro paisito.

Es por eso entonces que los invito a inventar su propia fórmula, combinando las habilidades y características propias de cada uno, pero siempre con el mismo factor común: ¡pasión por lo que hacemos! Salgamos a la calle y sigamos siendo esos bichos raros que nadie entiende lo que hacen, pero siempre orgullosos de haber elegido la carrera de nuestros sueños.