Ceremonias de graduación
Ceremonias de graduación

Discurso del Lic. Hans Guiscardo, MBA

Palabras del graduado del Master en Administración de Empresas - MBA durante la primera ceremonia anual de graduación de julio de 2013.

Cuando supe que hoy tendría que dirigirme a ustedes en nombre de mi generación de graduados lo primero que hice, una vez pasado el shock inicial de imaginarme estar acá parado claro está, fue intentar analizar que había sido lo que me habían dejado estos dos años. Quisiera plantear el enfoque desde un punto de vista integral, pensando no sólo en cuanto me ha enriquecido la experiencia desde lo académico, profesional o personal puntualmente, sino reflexionando sobre quién era yo como persona antes de embarcarme en este desafío y quien soy ahora, habiendo logrado este objetivo.

Pensé muchas veces en por qué esta sensación de logro era tan distinta a lo sentido con otros logros previos. Qué era lo que había cambiado en mí desde mi carrera de grado o mi primer trabajo. Y creo que la respuesta es que, en definitiva, estos dos años han derivado en una etapa tal vez hasta subconsciente de introspección, de enfrentarme a realidades que hasta el momento desconocía, de verme expuesto a situaciones altamente demandantes y en cierto grado hasta intimidantes. Estas situaciones, que conllevaron un altísimo componente emocional y muchísima presión, han derivado dos años después, en que yo conozca como soy capaz de reaccionar ante cada una de ellas. En definitiva, puedo decir que gracias al MBA me conozco mejor a mí mismo.

¿Por qué digo esto? Porque suelen ser los momentos límite, los caracterizados por altas cargas emotivas, ambientes demandantes, sacrificios y presiones continuas, los que ponen a prueba el carácter de una persona y la tesitura con la cual afrontará situaciones hasta el momento inéditas en su vida. Y me consta que todos hemos tenido que dejar a nuestras familias de lado, sacrificar momentos que por su carácter efímero son irrecuperables y exigirnos al límite por este desafío que tal vez y hasta paradójicamente, se encuentra a destiempo de la vida misma pero que es esencial para lograr nuestros objetivos más trascendentes dentro de ella.

¿Por qué digo que se encuentra a destiempo? Creo que a diferencia de muchos de los objetivos que uno puede plantearse, un posgrado tal vez no acompasa la secuencia lógica de las cosas. A esta altura de nuestras vidas, creo que predominan los sueños, hablo de sueños y no de objetivos ya que son mucho más que eso: Formar una familia, tener hijos, verlos crecer, poder proveerles todo lo que nos han provisto a nosotros o todo lo que tal vez nuestros mayores no pudieron proveernos. Y esta etapa de nuestra vida, en la que perseguimos estos sueños, suele conllevar altos niveles de responsabilidad también en lo laboral, donde cada acción que tomamos o aporte que proponemos genera desenlaces cruciales tanto para el hoy como para el mañana.

Y entonces, es dentro de esta compleja escena donde intenta hacerse un lugar el posgrado, con el fin de cumplir funciones varias: proveer herramientas para mejores desempeños en el ámbito laboral, proveer medios para brindarle a la familia la seguridad que necesita y que uno quiere proveerle, así como satisfacer la necesidad inherente al ser humano de superarse, de continuar avanzando, de sentir que cada paso es dado con mayor seguridad que el anterior, pero con menor seguridad que el próximo. Y la paradoja resulta ser que para poder brindarle todo a aquellos que uno ama, y para poder generar desenlaces cada vez más favorables para su entorno laboral, uno tiene que poner ambas cosas en un relativo segundo plano, y agregar un tercero elemento que por momentos puede tornarse absolutamente abrumador.

Y aquí comienza el mundo desconocido: El estar casi continuamente lejos de la familia, el escuchar sus comprensivos y piadosos reclamos sobre nuestra ausencia, el compartir noches interminables con quienes hasta el momento eran extraños, el enfrentar una presión laboral que se acentúa y acrecienta por las pocas horas de sueño, el enfrentar la presión en las aulas por cumplir con uno mismo y con sus compañeros, el recordar diariamente el dolor por estar cerca pero también muy lejos de la gente que uno más quiere, la continua sensación de que esto no se termina más, etc. etc. etc.

Son dos años de lo mismo. Dos años de situaciones nuevas que continuamente ponen a prueba nuestra capacidad, dedicación y compromiso. En definitiva, dos años de situaciones límite que le terminan de mostrar a uno quien realmente es. Hoy, con el objetivo cumplido, puedo decir que lo que me llevo del master es la seguridad de que ante cualquier situación o adversidad, sin importar su grado de complejidad o su nivel de demanda, voy a dar el 100% de mí para superar el desafío y lograr el objetivo. Y el saber esto de nosotros mismos es un activo invalorable que nos acompañara y respaldará siempre y en cualquier orden de la vida.