Ceremonias de graduación
Ceremonias de graduación

Discurso del Arq. Juan Reborati

Palabras del graduado de Arquitectura durante la primera ceremonia anual de graduación de agosto de 2012.

Buenas tardes a todos. Muchas gracias por acompañarnos en esta ocasión tan especial.

Hoy, quiero hablar brevemente sobre una inquietud que me ha surgido en mis últimos años como estudiante y que me parece necesario no abandonar. Quiero hablar sobre la necesidad que encuentro de buscar una arquitectura más humana.

A que me refiero con esta palabra tan amplia: me refiero a perseguir una arquitectura que satisfaga las necesidades humanas emocionales, una arquitectura que reconcilie los valores básicos de las personas.

Tal vez el filosofo Martin Heidegger estaba en lo cierto cuando decía que la auténtica penuria de habitar no consiste en la falta de viviendas; sino que reside en el hecho de que los mortales primero tenemos que volver a buscar la esencia del habitar; de que primero tenemos que aprender a habitar.

Me refiero a una arquitectura que trascienda lo meramente estético y funcional, que surja de la realidad compleja: memoria e historia; cielo y tierra; luz y sombra; tacto y olfato. Porque estamos acá, ahora. Respiramos, miramos, oímos, nos movemos, recordamos.

Por eso creo, que es elemental reflexionar sobre la percepción y las experiencias de las personas con el espacio arquitectónico real, con el espacio arquitectónico concreto. Los dibujos son dibujos, las imágenes son imágenes, pero no son arquitectura.

Me refiero a una arquitectura que esté permanentemente buscado su esencia. Quizá, como nos advierte el arquitecto Peter Zumthor, debiéramos reflexionar sobre las tareas y posibilidades originarias de la arquitectura.

Y porque vivimos en una sociedad que celebra lo inesencial, la arquitectura debiera oponer resistencia y hablar su propio idioma. Idioma que no entiende de estilos arquitectónicos o constructivos. Porque cada edificio se construye para un fin determinado, en un lugar determinado y en una sociedad determinada.

Me refiero a esa arquitectura que verdaderamente sirva a la ciudad, una arquitectura que exprese respeto por el espíritu del lugar, respeto al legado de la cultura local y por las valiosas lecciones que la historia de la arquitectura nos cuenta.

Sin embargo, hoy se hace evidente, que el proceso de construcción de ciudad, no pasa necesariamente por el bienestar colectivo. Ni de la ciudad, ni de su habitantes

Me refiero a esa arquitectura que nos hace mejores personas. Me gustaría que nuestros hijos pudieran llevar en la memoria esos espacios de “ensueño” de los que nos habla el filósofo Gaston Bachelard. Que pudieran regresar siempre a esos lugares cargados de atmósfera, de amor, de seducción, de sosiego. De vida.

Hoy, no le estoy hablando a las autoridades o instituciones. Sino a cada uno de nosotros. Porque la creatividad, la sensibilidad o la ética no pueden ser reglamentadas. Sino que están en lo más profundo de cada uno de nosotros: arquitectos, clientes, inversores. Cada uno de nuestros emprendimientos es de nuestra exclusiva responsabilidad, y es una gran responsabilidad.

Hoy, más que nunca, tengo la certeza de que el hombre, es y debe seguir siendo la razón de ser del pensamiento y del quehacer arquitectónico.

Gracias.