Ceremonias de graduación
Ceremonias de graduación

Discurso del Lic. Juan Frick

Palabras del graduado de la Licenciatura en Comunicación durante la primera ceremonia anual de graduación de julio de 2009.

Buen día a todos.

Es un honor para mí representar a los estudiantes que hoy tenemos la alegría de graduarnos, luego de estos años de esfuerzo, de ganas y de ilusión.

Hoy se cierra un ciclo para todos nosotros. Y aún con los sentimientos encontrados que generan tanto la nostalgia y el temor de dejar la vida de estudiante como la expectativa e incertidumbre por lo que vendrá, este es sin duda un día para festejar.

Tengo 35 años y pertenezco a una generación que en su mayoría está graduada. En mi caso, y sin intención de llevar bien la cuenta, obtengo el título por lo menos 5 años después de haber aprobado mi tesis en la licenciatura en periodismo, y cargando 2 materias inconclusas en la mochila

En la vida van apareciendo caminos y uno, siempre, va optando. Pero cuando se logra el objetivo… ¡la sensación de victoria es lo mejor!

Sin embargo, al momento de pensar estas palabras me surgió una duda: ¿como representar el sentimiento de esta generación que se gradúa y con quienes no he compartido estos años ni una historia común? Una generación además diferente; con otra sensibilidad y con otra cultura de la mía, porque en tiempos de inmediatez y de velocidad en la información, soy un convencido que la diversidad generacional es cada vez más marcada.

Entonces decidí, con estas palabras, devolverles el mismo ímpetu y la misma energía que me contagiaron el año pasado cuando decidí reingresar a ORT para saldar mi pendiente.

Seré sincero: el ánimo de los 34 no es el mismo que el de los 24 a la hora de comenzar a cursar. Las ganas, después de un día entero de trabajo, eran más las de llegar a casa y no las de asistir a clase hasta las 23 horas, más por 2 materias que podían estar ya saldadas.

Sentía pereza y la sensación de no poder integrarme con jóvenes que estaba seguro tendríamos poco o nada en común.

Y sucedió lo que menos pensé: me equivoqué. Y por suerte, me equivoqué feo; desde el vamos apareció el disfrute en clase, me sentí otra vez entusiasmado y me sorprendí gratamente de lo que me brindaron mis pares: su energía, su compromiso y su pasión por la profesión que estamos eligiendo. Esa hambre que se siente y se transmite únicamente cuando vivimos la instancia académica.

El espíritu de ser estudiante es único y agradezco haberlo recuperado ya en otro lugar de mi vida.

Por eso hoy, con algún camino recorrido, no puedo dejar de reconocer el desencuentro de sensaciones que se tienen en este momento: orgullo por el título, pero también miedo a enfrentarlo y defenderlo. Y desde este lugar quiero compartir con quienes inician hoy un camino: salir del nido es simplemente cambiar de nido; animarse a saltar, remontar vuelo, encontrar un lugar y comenzar a construir.

El despegar asusta, pero cuando lo logramos ya no paramos.

Y más adelante, volveremos a volar y volveremos a construir más nidos. Y ojalá que lo construido sea una vida feliz. En mi caso, es el mayor desafío teniendo claro que esa felicidad no implica la búsqueda enferma de la próxima promoción ni la de lograr el mejor sueldo, ni tener el último modelo de Ford. Con los años, y después de varios nidos construidos, entendí que ser feliz implica una vida en la que pueda disfrutar de lo que haga, junto a mis afectos y sin perder la siguiente noción: el trabajo es parte de mi vida, pero no es ni debe ser mi vida.

Y aprender a disfrutarlo con la misma pasión, energía y rigor con la que se vive cuando uno es estudiante y elije formarse en una profesión u oficio.

Creo ciertamente que los jóvenes nos podemos comer el mundo. En realidad, creo que todos podemos si queremos también.

Este diploma certifica únicamente que terminamos un ciclo, y repito: ya solo esto es motivo de festejo. Sé con certeza que aún soy estudiante y aún sigo aprendiendo.

No quiero finalizar sin agradecer el sistema de becas que brinda Universidad ORT, el cual hace que muchos de nosotros, entre los que me incluyo, podamos haber estudiado y nos formemos calificados para pelearla en una sociedad que exige. A mis compañeros de generación, algunos hoy presentes, con los que viví parte de los años más lindos. Hice amigos, me enamoré, me desenamoré, me caí, me paré, me enojé, me alegré, compartí jornadas de estudios y de las otras también.

Crecí. Fui feliz.

A los compañeros de esta segunda vez (afirmo: segundas partes también son buenas) que me contagiaron de ganas y de energía.

A Diego Vidart y a Ximena Detjen, mis docentes de esta nueva etapa, que con una cabeza joven y muchas ganas hicieron lo imposible: que tomara un real entusiasmo con 2 materias con las que no quería saber nada. Cursar con ustedes fue un placer.

A Silvia Viroga, la mejor tutora de tesis; a Sandra y a Fernando que te daban siempre una mano y te aguantaban hasta último momento (y un poco más también) con las maratónicas entregas para las que siempre nos faltaba un segundo, tres minutos, media hora…

A los profesores que nos han formado y al personal de la institución, cercano y visible.

Gracias a mi tía Charito por su apoyo incondicional y a mi abuela Picoca que feliz y orgullosa estaría de verme en este momento.

Ahora, disfrutemos de nuestro día y ¡felicidades!