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A la Antártida con sensores: una misión científica

13/05/2025
El Mtr. Enrique Latorres, profesor asociado a la Cátedra de Arquitectura y Sistemas Operativos, viajó recientemente a la base Artigas en la Antártida. La experiencia, compartida con su esposa Leda Sánchez, geóloga especializada en geofísica, se enmarca en un proyecto que busca fortalecer la red nacional de sensores sismológicos.

*Enrique Latorres en la Antártida*

Ciencia en condiciones extremas

“Con mi esposa mantenemos la red de sensores sismológicos del Uruguay. Tenemos más de veinte estaciones activas en todo el país, y una de ellas está ubicada en la base Artigas, en la Antártida”, cuenta Enrique.

Originalmente, esa estación se encontraba dentro de un armario en un laboratorio. Pero surgieron problemas: otros científicos usaban el armario para guardar cosas, y golpearon el aparato accidentalmente.

"Se podría haber roto, y es bastante caro, cuesta unos 2.000 dólares. Además, debe estar correctamente orientado respecto a los puntos cardinales", explicó Enrique.

Ante esa situación, diseñaron una estación con un nicho especial para colocar fuera de los edificios. La intención era construirla e instalarla personalmente. "El nicho de estos equipos, que debe aislarlos del sonido, variaciones de temperatura, entre otras cosas, son diseñados por nosotros, añadió.

Sin embargo, las condiciones climáticas en la Antártida dificultaron enormemente el trabajo. Por eso, fue clave el apoyo del personal de la base. "Sobre la base de lo que queríamos hacer, con un diseño preliminar mío, ellos nos hicieron una instalación muy buena de un nicho para colocar el sensor, con aislación térmica. Eso nos va a dar la oportunidad de instalar otras cosas en ese mismo lugar en el futuro, como, por ejemplo, un sensor de infrasonido y de presión atmosférica con suficiente precisión".

Antártida, base Artigas

El objetivo principal del viaje fue, justamente, resolver este problema en la estación sismológica. Se trataba de proteger un instrumento sensible y garantizar su correcto funcionamiento en un entorno hostil.

“Diseñamos una estación especial, fuera de los edificios, para que el sensor esté seguro y bien orientado. El personal de la base nos ayudó con una excelente instalación que servirá también para futuras mediciones”, relató.

Las tareas no fueron sencillas. Las condiciones climáticas impidieron que pudieran trabajar al aire libre como lo hubieran hecho en Uruguay. Aun así, lograron instalar sensores de temperatura a diferentes profundidades y reinstalar el sistema operativo y software de dos sensores basados en Raspberry Pi, lo que les llevó casi tres días de trabajo en una estadía de una semana.

Estación especial para los sensores

Tecnología uruguaya en la base Artigas

Latorres explicó que todos los sensores utilizados en la red fueron comprados por él y su esposa, en tanto otros, fueron comprados o parcialmente financiados con proyectos CSIC-UdelaR y PEDECIBA. Esto incluye los equipos instalados en territorio nacional y los que ahora funcionan en la Antártida. Además, gracias a la nueva caseta construida en la base, podrán instalar más sensores en el futuro para otros temas de investigación.

También aprovecharon la estadía para visitar las bases rusa y chilena, aunque debieron cancelar la visita a la base china por falta de tiempo. "Fue mi primera vez en la Antártida, una experiencia impactante", comentó.

¿Puede haber un sismo importante en Uruguay?

El interés de Enrique y su esposa por los fenómenos sísmicos comenzó tras el terremoto de Haití en 2010. Se preguntaron: ¿Podría pasar algo así en Uruguay?

Ya teníamos antecedentes de sismos históricos en el país, como los de 1848 y 1888. Si ocurrieron antes, pueden volver a ocurrir”, advirtió. En ese contexto, destacaron la importancia de instalar una red de sensores que permita monitorear la actividad sísmica de forma continua.

“Con suficientes datos es posible, al menos, estimar una probabilidad de ocurrencia de un evento de este tipo y su posible magnitud. Aunque es imposible predecir exactamente cuándo ocurrirá”.

Evidencias del pasado

Durante su investigación, encontraron relatos históricos que describen un sismo de gran magnitud en 1542, a partir de las memorias de Álvaro Núñez Cabeza de Vaca. Según estos escritos, un grupo de españoles habría vivido un movimiento sísmico violento en la zona del río San Juan (lo que es actualmente la estancia Anchorena).

“Se habla de una ‘ola de tierra’. Se cayeron árboles sobre los barcos, murieron al menos 12 personas. Fue probablemente un sismo de magnitud 7 o más”, explicó el docente.

Si algo así sucediera hoy, el impacto sería mucho mayor. “En Montevideo tenemos edificios que no están preparados para un sismo de esa magnitud. En aquel entonces, las construcciones eran bajas y de materiales sencillos; hoy, el riesgo estructural es mucho más alto”, alertó.

Antártida base Artigas

Investigación con impacto local

La información recolectada será analizada junto con otros datos de sensores en Uruguay, y servirá para continuar concientizando sobre el riesgo sísmico en el país.

“Hay muy pocos estudios sobre este tema en Uruguay. No conocemos la recurrencia de los sismos, pero tenemos evidencias históricas y tecnología para seguir investigando”, concluyó.

De la expedición al aula

Las experiencias en la Antártida y en el trabajo con sensores se trasladan también a las aulas de la Facultad de Ingeniería.

Muchas veces el equipamiento científico debe ser creado especialmente para la función”, explicó Enrique. “Se hacen aparatos porque, en algunos casos, es más barato que comprarlos, porque no existe uno que haga lo que se necesita, o porque debe funcionar en condiciones extremas que los equipos comerciales no soportan”.

Parte de estas problemáticas se han propuesto como proyectos dentro de las materias o trabajos de grado. Recientemente, un grupo de estudiantes desarrolló el prototipo de un sensor de rayos.

La iniciativa surgió tras una consulta de una empresa de energía eólica, interesada en conocer la probabilidad de caída de rayos en distintas zonas del país.

“La idea es instalar varios sensores junto a los sismómetros para triangular cuántos rayos caen y dónde. Esa información permite gestionar el riesgo y prever daños en las granjas eólicas causados por tormentas eléctricas.”

Contar con registros precisos puede marcar la diferencia en la capacidad de respuesta ante eventos climáticos extremos. “Sin información probabilista no se puede hacer una predicción adecuada”, subrayó.

Además de ser útil a nivel científico, este tipo de desafíos abre oportunidades para los estudiantes.

“Hay mercado para la creación e innovación en equipamiento de investigación. Incluso es viable fundar empresas para responder a las necesidades de científicos y profesionales que requieren este tipo de mediciones”.

Conexión entre ciencia y formación en sistemas

El trabajo en la Antártida también se conecta con la actividad de Enrique en la cátedra de Arquitectura y Sistemas Operativos.

“Siempre trabajé en áreas de infraestructura tecnológica, tanto en el ámbito privado como estatal. Lo que hacemos en el Observatorio Geofísico del Uruguay es aplicar esa experiencia, aunque sea un trabajo honorario”.

Esta experiencia, señala, se traslada al aula con una clara vocación formativa: “Se trata de transmitir a los estudiantes lo aprendido en campo, en contextos reales y exigentes”.

Finalmente, destaca el sentido de contribución nacional de su trabajo científico:

“El trabajo en la Antártida es mi aporte a la investigación y al país. Buscamos generar más información para gestionar mejor el riesgo de eventos naturales como los sismos”.

 

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