El homenaje por el centenario de la inauguración de la Universidad Hebrea de Jerusalem y la visita de Einstein a Uruguay reunió a destacadas autoridades y especialistas: la embajadora de Israel en Uruguay, Michal Hershkovitz; el rector de la Universidad ORT Uruguay, Dr. Jorge Grünberg; el presidente de los Amigos Uruguayos de la Universidad Hebrea de Jerusalem y miembro de la Junta de Gobernadores, Dr. Gabriel Goldman; y el Dr. Zeev Rosenkranz, experto en los archivos de Einstein, quien ofreció una conferencia sobre sus diarios de viaje.
La actividad, organizada por los Amigos Uruguayos de la Universidad Hebrea de Jerusalem y la Universidad ORT Uruguay, tuvo lugar en el auditorio del Campus Centro el 6 de agosto.
En abril de 1925, Albert Einstein llegó a Montevideo como parte de su gira por Sudamérica, que incluyó también a Argentina y Brasil. El físico alemán, ya entonces una figura mundialmente reconocida gracias a su Teoría de la Relatividad, se encontró con un país pequeño, moderno y progresista que lo sorprendió gratamente.
Cien años después, su paso por Uruguay se recuerda no solo como un hito académico y cultural, sino también como un valioso testimonio personal. Sus impresiones quedaron registradas en un diario íntimo de viaje, que fue analizado en profundidad por el Dr. Zeev Rosenkranz, curador de los Archivos Einstein en Jerusalem durante más de una década, en la charla que brindó.
Un viaje con múltiples motivaciones
Según relató Rosenkranz, la visita a América del Sur fue el tercer gran viaje de Einstein fuera de Europa. Aunque inicialmente motivado por invitaciones desde Argentina, por parte de académicos, periodistas y la comunidad judía local, su gira se extendió también a Uruguay y Brasil.
A nivel personal, Einstein buscaba alejarse del contexto agitado de Berlín, donde atravesaba una crisis matrimonial y un intenso clima político. Aunque no estaba entusiasmado con la intensa agenda social que lo esperaba, sí tenía gran interés por encontrarse con científicos y estudiantes de cada país.
Su deseo inicial era cruzar el océano en silencio, no convertirse en una figura pública bajo el asedio de homenajes y recepciones.
Uruguay: una grata sorpresa
Si bien fue crítico con la superficialidad y el elitismo que percibió en parte de la sociedad argentina, la impresión que tuvo de Uruguay fue muy distinta. En su diario, explicó Rosenkranz, Einstein escribió: “En Uruguay me encontré con una cordialidad genuina, como pocas veces en la vida”. Valoró el amor por la tierra, el nacionalismo sin exageraciones y la sencillez de sus habitantes.
Montevideo le pareció una ciudad acogedora, con una arquitectura cozy y una atmósfera modesta. También elogió las instituciones liberales del país, el carácter laico del Estado y el nivel educativo. En ese entonces, Uruguay tenía los mayores índices de alfabetización de América Latina y una de las tasas de mortalidad infantil más bajas del continente.
Este clima social e institucional era resultado directo de las reformas impulsadas por el presidente José Batlle y Ordóñez en las décadas previas. Tal como recordó Rosenkranz en su conferencia, Uruguay había experimentado un proceso transformador con avances significativos: Ley de las Ocho Horas, derechos laborales, divorcio legal, educación pública laica y obligatoria, separación Iglesia-Estado, y un sistema político que apostaba por el bienestar social.
Conferencias, paseos y encuentros memorables
Durante su breve estadía, Einstein brindó tres conferencias que convocaron a unas 2.000 personas cada una, organizadas por la Asociación de Ingenieros y la Asociación Politécnica. Caminó por la rambla, asistió al teatro, donde vio La Traviata, y mantuvo reuniones con el presidente José Serrato y el ministro de Educación.
Fue recibido con respeto tanto por las autoridades como por la comunidad académica y judía local. Se hospedó en la casa de Naum Rosenblatt y fue agasajado en un banquete organizado por la colectividad judía.
Entre las figuras locales que conoció, destacó al filósofo y rector de la Universidad de la República, Carlos Vaz Ferreira, a quien describió como “un individuo decente, que habla francés peor que yo y es tímido en compañía”. Aunque breve, el comentario, mencionado por Rosenkranz, sugiere una percepción cálida y respetuosa hacia una de las figuras intelectuales más importantes del país.
Una mirada sin filtros
El diario de Einstein, conservado en los Archivos de la Universidad Hebrea de Jerusalem, fue escrito de forma privada, con un estilo telegráfico y sin intención de publicación. Por eso, muestra sus pensamientos más íntimos sin autocensura.
Rosenkranz destacó que su paso por Argentina está marcado por comentarios severos hacia las élites, a quienes consideró frívolas e intelectualmente limitadas. Sobre Buenos Aires escribió: “Ciudad cómoda y aburrida, con mucho lujo, pero sin romanticismo ni vida intelectual”. Aunque suavizó su juicio al conocer a estudiantes que lo impresionaron, mantuvo una visión crítica de la vida social del país.
En contraste, su experiencia en Brasil fue visualmente deslumbrante. Se mostró fascinado por la vegetación tropical, la geografía y la diversidad étnica de Río de Janeiro. “Es un deleite ver a portugueses, negros y todo tipo de individuos”, escribió, aunque desde una mirada aún eurocentrista. Definió al país como un “verdadero paraíso”, aunque también reconocía que se sentía como “un elefante blanco entre monitos”, expresión que hoy puede leerse con un tono claramente paternalista.
Einstein y la Universidad Hebrea: un compromiso duradero
La conmemoración de los 100 años de su visita coincide también con otro aniversario: el centenario de la Universidad Hebrea de Jerusalem, institución con la que Einstein tuvo un compromiso profundo. Fue uno de sus impulsores y formó parte del comité fundador.
Durante su conferencia, Rosenkranz repasó también el vínculo de Einstein con esta universidad. El físico alemán la imaginaba como un refugio intelectual para el pueblo judío, en especial para quienes eran perseguidos en Europa.
Un legado que trasciende
Albert Einstein no dejó teorías nuevas en Montevideo ni impulsó reformas científicas locales, pero su breve paso por Uruguay fue una celebración del conocimiento, el pensamiento crítico y el diálogo cultural. A través de su diario, y gracias a investigadores como Rosenkranz, que lo analizan en profundidad, Uruguay aparece como una rareza en su recorrido: un país pequeño que supo ganarse su admiración sincera.
A cien años de su visita, las palabras de Einstein sobre Montevideo conservan una vigencia emocional y simbólica. Siguen hablando de un país que apostó por la educación, la laicidad y el desarrollo humano.