Discursos en ceremonias académicas

Segunda ceremonia anual de graduación 2023, 24/10/2023

Versión editada del discurso del rector de la Universidad ORT Uruguay, Dr. Jorge Grünberg, durante la ceremonia de graduación.

https://youtu.be/eIXFiLYUEFk

English version

Señora directora general de ORT Uruguay, señores decanos, miembros del cuerpo académico de nuestra universidad, señores amigos de ORT, y especialmente, queridas graduadas y graduados y sus familias.

Hoy los recibo con dos sentimientos desbordantes y contradictorios. Una gran satisfacción por compartir con ustedes esta celebración. Pero a la vez muchos miembros de nuestra comunidad académica estamos conmocionados por el ataque de Hamás al Estado de Israel y la guerra que parece estar comenzando como consecuencia.

Pero lo bueno primero. Hoy es un buen día para festejar y sentirse orgullosos. También es un buen día para agradecer, queridos graduados, porque como todo lo importante en la vida, la graduación es un trabajo de equipo. Su familia seguramente fue un gran apoyo a lo largo de estos años. Aprovechen este día para agradecerles.

Algunos de ustedes deben estar pensando en sus próximos pasos. Buscar la estabilidad de un empleo o la aventura de un emprendimiento. Profundizar la formación con un postgrado o ingresar al mercado laboral. Dedicarse al servicio público o a su desarrollo personal. No existen respuestas correctas a estas preguntas. Cada persona debe encontrar su camino. Cada elección implica riesgos y siempre habrá caminos que dejaremos de recorrer. No esperen su turno para hacer lo que crean importante para ustedes, no esperen el momento perfecto y las circunstancias ideales porque nunca llegan.

Queridos graduados: les toca graduarse en un mundo tumultuoso y contradictorio. Parece que vivimos en un continuo avance tecnológico, pero en un retroceso moral. La guerra aparece nuevamente como una extensión aceptada de la política. La distorsión y la mentira se están volviendo la forma más común de la información pública. Lo que parecía hace unos años el fin de la historia se transformó en el comienzo de una pesadilla. A su generación le toca armonizar nuestra capacidad tecnológica con nuestro compás moral.

Este es un día de celebración para todos, pero para muchos, incluyéndome, es además un momento de ansiedad ante la guerra entre Israel y Hamás. Muchos tenemos amigos y parientes en ese país amigo y seguimos día a día su situación. Si viven en el sur, existe una gran posibilidad de que hayan sido asesinados, heridos, violadas o secuestrados. Hamás asesinó en un solo día a más de 1.500 personas, hombres, mujeres, niños, ancianos, sanos, enfermos, en sillas de ruedas, autistas, embarazadas, israelíes y de otras 23 nacionalidades, incluyendo argentinos, brasileros y, por lo menos, una uruguaya.

El ataque de Hamás fue más que un atentado terrorista, fue más que un acto de guerra, fue un acto masivo de violencia contra personas indefensas, sin objetivo militar comprensible. Los atacantes filmaron ellos mismos lo que hacían y lo transmitieron en vivo para que las familias vieran en tiempo real cómo mataban a sus hijos o hermanos, de paso creando ellos mismos la evidencia de crímenes de guerra.

Hay un objetivo de propaganda, por supuesto, pero esto es más que propaganda. Es la glorificación de la violencia, la supremacía de hombres armados frente a mujeres y niños indefensos, el derecho al abuso sexual indiscriminado. La única forma de comprenderlo es como una forma postmoderna de sacrificio humano.

Parece que estamos volviendo a la antigüedad. ¿Qué viene después, el retorno a la esclavitud? Todos los que creemos en el progreso moral y los derechos humanos deberíamos estar unidos en rechazar este barbarismo. Día a día seguimos los funerales y escuchamos a las familias de los secuestrados. Todos esperamos que la guerra no se expanda, que no haya más víctimas inocentes. Esperamos que los criminales sean derrotados y que ambas poblaciones puedan vivir como todos queremos, con tranquilidad, con esperanza en el futuro y con vecinos que no estén obsesionados con matarnos. Hoy parece muy difícil, pero como dice el Talmud: "no estamos obligados a lograr reparar el mundo, pero sí estamos obligados a intentarlo".

Este ataque de Hamás no es solamente un gran crimen, es una prueba. Para los perpetradores fue una prueba de su disposición a ejercer la violencia. Para Israel es una prueba de resiliencia, pero la prueba más importante es para los que estamos lejos. ¿Somos capaces de condenar sin ambigüedades cientos de homicidios de civiles desarmados? No debería ser una prueba difícil. ¿Podemos condenar sin atenuantes violaciones grupales? ¿Podemos declarar que el secuestro de niños es inaceptable? Y si no podemos, ¿qué dice eso de nosotros?

Mañana podremos condenar otras acciones si violentan nuestra conciencia, podremos apoyar a otras víctimas, podremos profundizar en la historia del conflicto, podremos proponer soluciones a distancia. Pero hoy deberíamos todos reaccionar apoyando a un país herido, a las familias de tantas víctimas inocentes y a los cientos de secuestrados.

Lamentablemente, muchos no pudieron reunir el mínimo de decencia moral y honestidad intelectual para pasar esta prueba de humanidad. Durante años hemos escuchado a grupos, organizaciones y partidos afirmar correctamente que los derechos humanos son eternos y universales. Que los homicidios, desapariciones, torturas y secuestros de niños son crímenes inaceptables, que deben ser condenados en todos los foros posibles y que no existe prescripción ni legal ni moral. Y, sin embargo, ahora, frente a la peor matanza de judíos desde el Holocausto, algunas de estas organizaciones y partidos se callaron. Es una falsa ética, algo equivalente a las falsas noticias. Si los delitos los cometieron Videla o Pinochet, son crímenes contra la humanidad, pero si los comete Hamás, primero hay que comprenderlo como parte de un proceso histórico y posiblemente las víctimas se lo buscaron; como decían en la Argentina: "algo habrán hecho".

Estoy seguro de que la mayoría de los miembros de esos partidos u organizaciones que disculpan al terrorismo, se estremecen cuando ven esos videos y tiemblan de pensar que les pueda pasar a sus familiares. Y sin embargo, igual se adhieren a la disculpa porque para ellos la ideología está por encima de la moral.

La anteposición de la ideología a la moral es un riesgo para la democracia. La supremacía de la ideología anula el espíritu crítico de los individuos, ya no hay más ciudadanos, solo creyentes y herejes. En la democracia no existen ideas únicas, las opiniones cambian como resultado del diálogo. Por eso las universidades tenemos que formar personas siempre capaces de persuadir y de ser persuadidos. Ciudadanos susceptibles de apreciar la fuerza de las razones, no las razones de la fuerza.

Fortalecer nuestra moralidad requiere rechazar la gran perversión de que cualquier fin justifica cualquier medio. Albert Camus, uno de los grandes pensadores del siglo XX, nos advirtió hace más de 50 años que son los medios los que justifican el fin. No se puede defender causas justas por medios injustos. No se puede defender la dignidad por medios indignos.

Queridos graduados, el desafío de su generación son las nuevas formas de inteligencia, hasta ahora un monopolio de los humanos. La inteligencia artificial no será un cambio tecnológico más, impactará de maneras difíciles de prever las actividades humanas. Las universidades tuvimos que tomar posición rápidamente frente a las nuevas inteligencias artificiales generativas que tienen el potencial de alterar cómo se aprende, cómo se enseña y cómo se evalúa. Nuestra posición desde el principio es no prohibir el uso de estas inteligencias artificiales. Por el contrario, nos proponemos fomentar su uso por alumnos y docentes, ya que los graduados las van a necesitar.

Recuerden que no van a competir con máquinas, van a competir con otras personas que usen mejor la tecnología. Solo conociendo la tecnología podrán contribuir a que se minimicen sus riesgos y se maximicen sus beneficios, tanto económicos como sociales. Vamos a una etapa en la cual el costo marginal de agregar inteligencia a los sistemas se irá reduciendo hacia cero. Es decir, que será cada vez más barato sustituir tareas humanas por tareas automatizadas. Los humanos tendremos que reentrenarnos y adaptarnos continuamente y redefinir nuestras ventajas comparativas frente a las máquinas.

El gran desafío será gestionar el ratio de obsolescencia del conocimiento versus adquisición de nuevo conocimiento. Cuanto mayor sea este ratio, menores nuestras posibilidades de desarrollo como personas y como países. La capacidad para aprender se transformará en una de las destrezas claves para el desarrollo personal. Justamente el desafío para nuestro país es crear un sistema que permita que más personas se puedan reentrenar regularmente en plazos más cortos, es decir, evitar la creación de una grieta entre personas educables y los demás.

Queridos graduados: tenemos mucho por lo que estar orgullosos de nuestro país que crece en libertad mientras la democracia retrocede en el mundo. Sobrevivimos a la pandemia más unidos que otros países, más racionales que otros, más enteros que otros países mucho más grandes y más ricos. Por supuesto, hay mucho para hacer. Muchos uruguayos no encuentran cómo progresar. La educación se tiene que modernizar. No logramos ponernos de acuerdo en cómo asegurar las jubilaciones sostenibles para nuestros jóvenes, pero todo es solucionable. Esa es su misión, llevar a nuestra sociedad al próximo escalón en nuestro camino al desarrollo.

Queridas graduadas y graduados: vayan a formarse y a experimentar, pero vuelvan a nuestro país. Háganlo justo y próspero, innovador y dinámico, que sea una luz en la región. Busquen su propio camino, pero sepan que ORT siempre será su casa.

Muchas gracias.