
La defensa de 42 tesis, en noviembre de 2025, marcó un hito para el Master en Formación de Formadores. No solo significó el cierre de un proceso académico, sino que también fue el punto de partida para nuevas reflexiones, preguntas e intercambios con un objetivo en común: fortalecer la formación de formadores.
Desde la integración de la inteligencia artificial, la innovación pedagógica, la interdisciplinariedad, pasando por las competencias digitales, la evaluación formativa, las metodologías activas, las pasantías educativas y la práctica reflexiva, las tesis del Master ofrecieron un amplio abanico de temáticas que reflejan las prioridades y tensiones de la formación contemporánea.
Entre investigaciones en educación inicial y primaria, educación media, formación docente y educación no formal, a lo largo de los trabajos emergieron propuestas concretas y soluciones basadas en evidencia para mejorar el sistema educativo uruguayo.
El hito académico fue posible gracias a un convenio de cooperación académica entre la Universidad ORT Uruguay y el Consejo Directivo Central (CODICEN) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), que impulsó una cohorte especial del Master en Formación de Formadores.
Más precisamente, en febrero de 2024, se dio inicio a una edición especial del postgrado, destinado exclusivamente a docentes del Consejo de Formación en Educación (CFE).
La Universidad ORT Uruguay concedió a cada participante una beca del 50 % del valor total del Master, mientras que la ANEP asumió el restante 50 % del costo del postgrado.
El Master en Formación de Formadores es una propuesta pensada para aquellos que busquen diseñar, planificar, orientar, evaluar y liderar procesos formativos de calidad.
Tras el hecho de que 42 profesionales finalizaran su formación, estudiantes, docentes, miembros del tribunal y referentes académicos del postgrado compartieron sus reflexiones sobre la experiencia.

Una meta cumplida
Mientras esperaba para defender el trabajo final del Master en Formación de Formadores, Rossana Müller se sentó al lado de la misma escalera del Instituto de Educación que subió en el año 2003. Con gran entusiasmo, había ido a obtener información sobre una maestría pero, recién recibida, las posibilidades económicas de ese entonces no le permitieron continuar con dicho anhelo.
Aunque tardó 22 años —en los cuales no se rindió y realizó cada curso que pudo—, la cohorte especial para docentes del CFE le permitió tachar ese pendiente que, como ella misma dice, “llega cuando es su momento”.

No importa la edad que tengas: siempre tenés que estar en continuo crecimiento, porque el saber no ocupa lugar y siempre podés aprender algo nuevo.
Rossana Müller
Al completar el postgrado, Müller —quien se desempeña como docente orientadora de laboratorio y profesora de Química Orgánica y Fisicoquímica en el Centro Regional de Profesores del Suroeste— aseguró que es “una llave para abrir otras puertas”.
Es que, al postularse, pensó que iba a “ponerle título” a lo que hacía día a día en su trabajo como formadora de profesores. Sin embargo, descubrió que el programa “va mucho más allá”. Logró mirar diferente la realidad de todos los días, adquirió herramientas para gestionar y liderar proyectos y, finalmente, aprendió a investigar… investigando.
“El crecimiento profesional es inmenso. Estoy muy agradecida a todos los profesores y compañeros que colaboraron para que así sea y, en especial, a quienes nos dieron la oportunidad de la beca para cursar”, concluyó Müller.
Una práctica de humanidad
“El Master en Formación de Formadores me enseñó que, en la práctica educativa, lo perfecto y lineal no existe, por lo que lo valioso es generar procesos que sean significativos y sostenibles”, afirmó Estefany Piña, quien ejerce como docente de Sociología en UTU, como docente de Educación, Sociedad y Cultura en los Institutos Normales de Montevideo, y como docente de Didáctica en el Instituto de Profesores Artigas.
Este trayecto me dejó la certeza de que ser formadora de formadores es, ante todo, una práctica de humanidad: acompañar a otros a reconocerse capaces, competentes y valiosos en un mundo que cambia cada día.
Estefany Piña
Los aprendizajes que se llevó de la experiencia fueron “muchos y muy diversos”. Por un lado, descubrió que la investigación aplicada no es “neutra ni técnica”, sino “profundamente humana”. Por otro lado, le enseñó que la formación de formadores “se sostiene en la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos”.

Fue un proceso que definió como “profundamente liberador”, ya que le permitió “valorar más el proceso que el producto final”. Tal como plasmó en la reflexión final de su tesis, al finalizar la formación, Piña se reconoció “diferente”: “Más consciente de mis límites, más abierta a la incertidumbre, más convencida de que el cambio educativo no se logra desde la imposición, sino desde la confianza, la escucha y la construcción compartida”.
Formación que enriquece la acción
“El postgrado se alineó con mis necesidades formativas y mis intereses académicos, y contó con el respaldo formativo de la Universidad ORT Uruguay”, precisó Cristian Paleso. Al trabajar en el Instituto de Profesores Artigas y en los Institutos Normales de Montevideo, la formación sincrónica y asincrónica le permitió continuar ejerciendo sus labores docentes y formarse a su propio ritmo.
En palabras del egresado, se trata de un Master que “enriquece la práctica, la perspectiva y mirada en educación”. También una propuesta que “resuelve el divorcio entre la investigación y la acción”, al brindar herramientas conceptuales y metodológicas para “comprender el fenómeno educativo desde su contexto”, así como para diseñar propuestas de formación que “respondan a necesidades de colectivos docentes e instituciones formadoras”.

Sumado a ello, Paleso destacó el rol de los docentes del postgrado, los cuales ofrecieron un “acompañamiento genuino y constante”. A su vez, el apoyo de la Universidad ORT Uruguay, que siempre estuvo “dispuesta a escuchar” y a estar atenta a las “necesidades de los propios estudiantes”. Finalmente, el trabajo colaborativo entre los compañeros de cursada, que fue “significativo” para “generar discusiones ricas y miradas múltiples”.
Es un Master con solidez formativa, pero que desde lo humano te acompañan durante todo el proceso.
Cristian Paleso
Ampliar los horizontes formativos
“Hoy me siento más preparada para liderar procesos de transformación, acompañar prácticas docentes desde la escucha y la investigación, y contribuir al desarrollo profesional en los colectivos en que me inserto”, sentenció Ana Hernández, profesora de inglés en la Escuela n.º 65 “Juana Elizalde de Urán” y en el Instituto de Formación Docente “Mtro. Julio Macedo” en la ciudad de Treinta y Tres.

El paso por el Master en Formación de Formadores no solo le brindó herramientas concretas para el diseño de acciones formativas, el uso crítico de tecnologías, la planificación basada en la evidencia y la construcción de diagnósticos rigurosos. También representó una oportunidad para “diseñar propuestas alineadas con las necesidades reales” de los docentes, más “accesibles, inclusivas y contextualizadas”. Pero, sobre todo —según explicó—, eso ahora se traduce en iniciativas “más innovadoras y significativas” para los estudiantes con los que trabaja.
Me llevo una mirada renovada sobre mi propio rol, y una comprensión más íntegra, ética y reflexiva del impacto que tiene la formación en la vida profesional de otros docentes.
Ana Hernández
Uno de los aspectos más enriquecedores del postgrado, para Hernández, fue el trabajo colaborativo. Tal como expresó, con los compañeros construyeron “una comunidad académica sólida y afectuosa, donde circularon ideas, dudas, lecturas y aprendizajes genuinos”.
El intercambio con los docentes también fue “muy significativo”, debido a que fueron “determinantes para ampliar perspectivas, sostener la reflexión y construir conocimiento situado”. “Esta experiencia colectiva reafirmó la importancia del trabajo en red y del liderazgo pedagógico distribuido como pilares para transformar la educación”, concluyó.
La responsabilidad de continuar formándose
Cursar el Master en Formación de Formadores fue, para Marcelo Correa, una decisión ligada a la responsabilidad profesional. “La profesionalización docente, especialmente en el nivel terciario, no es solo una meta personal: es una responsabilidad con quienes se están formando y con las comunidades que luego llegarán”, afirmó el profesor de las carreras de Maestro Técnico en el Centro Regional de Profesores del Litoral y de taller en la Educación Técnico Profesional.
Postularme al postgrado fue una forma de asumir que la docencia exige actualizarse, repensarse y dejarse interpelar por nuevas formas de enseñar y aprender.
Marcelo Correa
A lo largo del proceso, el actual egresado se encontró con un grupo y un cuerpo docente que marcaron una diferencia “enorme”. Se sintió parte de una comunidad “que piensa la educación con pasión”, con colegas dispuestos a escuchar y construir juntos, y con docentes que acompañaron “con rigor, sensibilidad y un profesionalismo admirable”.

Los aprendizajes que se lleva, tras finalizar el postgrado, trascienden los contenidos curriculares: nuevas formas de mirar la enseñanza, una comprensión más profunda de las políticas educativas, herramientas para investigar la propia práctica, y un fortalecimiento de las capacidades para diseñar propuestas formativas pertinentes y accesibles, por mencionar algunos.
Finalmente, la experiencia redefinió su identidad profesional: “El Master me ayudó a consolidar la identidad de formador de formadores que deseo construir: una identidad abierta al aprendizaje permanente, comprometida con la mejora continua y profundamente vinculada con el sentido humano de enseñar”.
Aportes para la realidad nacional
La evolución de los estudiantes superó las expectativas de la Dra. Silvia Umpiérrez, quien fue testigo privilegiado de los procesos de los participantes del Master en Formación de Formadores, ya que además de acompañar a algunos de ellos como docente orientadora, también participó de otras defensas como miembro del tribunal.
Si bien, inicialmente, se encontró con personas cuya motivación “estaba asentada en la obtención de un título de postgrado”, con el correr de los meses, se transformó en un interés genuino por diagnosticar necesidades reales, diseñar acciones pertinentes y planificar adecuadamente su implementación y evaluación. “Vi con satisfacción cómo emergieron ideas innovadoras, formas disruptivas de proponer escenarios formativos, y formas sostenibles de acceder a la formación”, indicó.
Al tratarse de una cohorte integrada por docentes con altas cargas laborales e, incluso, responsabilidades de gestión, este proceso de transformación resultó especialmente valorable.
Me llevo aprendizajes muy interesantes como investigadora y como docente. De la mano de los estudiantes y de sus proyectos, accedimos a conocer las realidades de las comunidades descriptas por los diagnósticos presentados, distribuidas por todo el país.
Silvia Umpiérrez
“Los resultados de los diagnósticos llevados a cabo constituyen incipientes pero importantes aportes de conocimiento de la realidad nacional”, recalcó Umpiérrez, quien añadió que la incipiencia, más que una incompletitud, es “una oportunidad para generar nuevas preguntas, ganas de saber más y continuar investigando”.
Una mirada externa latinoamericana
La presencia —como miembros externos de los tribunales— de cinco investigadores brasileños, pertenecientes a la Universidade Federal da Grande Dourados, la Universidade Estadual de Mato Grosso do Sul y la Universidade Federal de Ouro Preto, aportó una mirada regional que enriqueció las devoluciones durante las defensas.

En particular, para la Dra. Elis Regina dos Santos Viega, profesora en la Universidade Estadual de Mato Grosso do Sul, los trabajos presentados “cumplieron con las expectativas”, al abordar “temas actuales y activos” en la agenda investigativa.
“Es interesante conocer la forma en que se viene desarrollando la formación a nivel de maestría en América Latina, por lo que quedé muy satisfecha y aprendí mucho de esta experiencia”, subrayó.

Una red de formadores de formadores
“Las 42 tesis defendidas no solo dan cuenta del cierre exitoso de un trayecto de formación de postgrado, sino que evidencian una mirada estratégica y transformadora sobre la formación docente en Uruguay”, sostuvo la Dra. Andrea Tejera Techera.
La coordinadora académica del Master en Formación de Formadores detalló que, en los trabajos finales, se pudo observar “una apropiación significativa de marcos conceptuales, metodológicos y éticos” que “trascienden los contextos particulares de cada institución y se proyectan hacia desafíos sistémicos”.
Entre ellos, destacó la planificación basada en evidencia, el liderazgo pedagógico distribuido, la integración crítica de tecnologías, la evaluación formativa, y la construcción de propuestas sostenibles y contextualizadas.
Ese recorrido permitió consolidar una forma común de pensar la formación de formadores, al articular rigor académico y sentido de realidad.
Andrea Tejera Techera
A su vez, a su entender, uno de los logros más valiosos de esta experiencia fue la construcción de una comunidad académica y profesional, que activó procesos colaborativos profundos y sostenidos en el tiempo: “A lo largo del Master, los participantes no solo produjeron conocimiento aplicado, sino que aprendieron a hacerlo en red, dialogando, contrastando perspectivas y construyendo colectivamente criterios de calidad para la formación”.
“Hoy, además de 42 egresados, el país cuenta con una red de formadores de formadores que comparte un lenguaje común, una metodología de trabajo y una responsabilidad ética con la mejora del sistema educativo”, sentenció Tejera Techera, al tiempo que añadió que ese capital humano y relacional “constituye uno de los aportes más potentes de la cohorte para seguir impulsando transformaciones educativas desde la formación”.
Una masa crítica de líderes pedagógicos
“Que 42 tesis hayan llegado a esta instancia final representa un indicador de alto compromiso profesional y de la pertinencia institucional de esta iniciativa”, aseguró la Dra. Mariela Questa-Torterolo, coordinadora adjunta del Master en Formación de Formadores.

El balance del proceso formativo de esta cohorte especial, para ella, fue sumamente positivo. Fundamentalmente, dado que la instancia de desarrollo profesional contribuyó a “reforzar la idea de que la formación docente es la pieza clave del sistema educativo” y el “espacio donde se producen cambios y transformaciones” que después impactan al sistema.
“La culminación exitosa de la cohorte consolida una masa crítica de líderes pedagógicos, cuyas propuestas tienen un potencial de transferencia y escalabilidad inmediato al ecosistema educativo”, complementó Questa-Torterolo.
Se ha logrado la transformación de la identidad profesional de los participantes, gracias a la asunción de un rol de ‘agente de cambio’, que les permitió pasar de ser docentes a formadores, investigadores y asesores.
Mariela Questa-Torterolo
La importancia de invertir en la formación
“Cuando los docentes tienen oportunidades reales de investigar, crear y trabajar colaborativamente, no solo fortalecen sus competencias, sino que amplían su capacidad de liderazgo y de incidencia en las comunidades educativas”, señaló la Dra. Denise Vaillant, decana del Instituto de Educación.

En su visión, los logros alcanzados por los 42 egresados constituyen una señal clara de que la formación avanzada puede convertirse en un motor estratégico de transformación. Vaillant también hizo hincapié en que el compromiso demostrado por los participantes, así como el trabajo conjunto entre ANEP y ORT dejan como resultado un conjunto de formadores más preparado para enfrentar los desafíos actuales.
“Lo que esta cohorte nos muestra es que invertir en la formación de formadores es invertir en el futuro de la educación de Uruguay. Cada tesis defendida abre una pregunta, un camino y una posibilidad. Y ese es, justamente, el espíritu de un sistema educativo que quiere seguir aprendiendo”, concluyó.