Estudios Judaicos
Departamento de Estudios Judaicos

Discurso en el acto conmemorativo de La Noche de los Cristales Rotos

Discurso en el acto conmemorativo de La Noche de los Cristales Rotos pronunciado por el Q.H. Félix Lilienthal. Organizado por la B'nai B'rith Uruguay. 9 de noviembre de 1983.

Hace 48 años, mil novecientos años de judaísmo en Alemania llegaban a su fin

Hace poco leí en una enciclopedia:

"Noche de Cristal (Kristallnacht) – Pogrom organizado por el partido nazi en Alemania el 9 y 10 de noviembre de 1938. 36 judíos muertos y otros 36 heridos".

¡Bien, no fue tan sencillo! No fue simplemente un pogrom. Un pogrom no hubiera sido una novedad. Desde el siglo XVIII bastantes pogroms han diezmado las juderías del este de Europa y sería justo y valdría la pena dedicar alguna vez una noche a esa parte de nuestra historia pero no es nuestro tema de hoy.

La Kristallnacht de la cual se cumplen esta noche 45 años fue un cataclismo. Cataclismos no son acontecimientos repentinos, aislados, sin conexión en el tiempo sino que, al contrario, tienen su gestación y también sus consecuencias irreversibles. Por tal razón, este no es un acto conmemorativo. Los judíos tenemos la costumbre tradicional característica del "lernen", de reunirnos para estudiar; tenemos el vicio de querer saber, investigar, comprender. Intentaremos pues esta noche, reunidos aquí, aprender algo sobre los orígenes y las consecuencias de la Noche de Cristal.

No es fácil esbozar el entorno de la Noche de Cristal. No hay mucho material literario y de fuentes especializadas, aunque sí existen documentos que acreditan sin lugar a dudas los hechos. Es que nadie se detuvo a perder mucho tiempo con el hecho en su momento y, más tarde, la capacidad de espanto quedó con toda razón absorbida con los inagotables y escalofriantes recuerdos y relatos y pesadillas del Holocausto, tal vez la experiencia más traumatizante de la humanidad.

Sin embargo, la Noche de Cristal tiene su propia importancia, sus propias coordenadas históricas, sus antecedentes. En nuestro intento de comprenderla tenemos que remontarnos al principio de la vida judía en países de habla alemana, allá en el valle del Rin, en los primeros años de la era cristiana, antes que los germanos establecieran sus primeros asentamientos. Llegaron con las legiones romanas y, sujetos a sus leyes, vivían en las colonias romanas. Entre ellos se encontraron los primeros agentes del intercambio comercial, precisamente con los germanos que vivían al este de las fortificaciones romanas.

Recién luego de la guerra contra Francia en 1870-71 quedó promulgada en toda Alemania la ley que revocaba todas las restricciones aún vigentes contra los judíos, un hito decisivo en la historia de los judíos en Alemania. Ya no eran más caricaturas sino hombres libres. De aquí en adelante les sonreía un futuro promisorio.

Tal vez haya que preguntarse aquí: ¿por qué los judíos permanecieron en Alemania y volvían siempre a sus lugares de humillación y martirio a través de tantos siglos de continuo infortunio?

Bueno, no fueron exactamente las mismas familias que se establecieron en el Rin en el siglo I y las que celebraron la emancipación casi 1900 años más tarde, hubo altas y bajas. Sin embargo es natural que, con tantos siglos de residencia en el país, se sintieran auténticamente en casa. Además, con su profunda religiosidad que prevalecía incambiada hasta fines del siglo XVIII, deseaban en lo posible permanecer cerca de las tumbas de sus seres queridos y venerados antepasados a los que les ligaba una tradición viva.

Más aun: pensemos por un momento en grupos humanos que habitan en zonas periódicamente castigadas por terremotos o huracanes, que después de cada catástrofe vuelven y reconstruyen una vez más sus precarios hogares, eventualmente más de una vez a lo largo de una vida. Pero no dejan la comarca.

En última instancia debemos recordar que muchos miles huyeron a lo largo de los siglos hacia el este. A las regiones comparativamente poco desarrolladas entre el Vístula y el Djenpr llevaron el progreso de Occidente junto con la profunda y erudita tradición religiosa desarrollada en Alemania y su idioma judeo-alemán, que se transformaría en el idioma yidish. Durante algunos cientos de años aquellos países del este fueron refugios seguros para cientos de miles. Alcanzaron una prosperidad material y un florecimiento espiritual y religioso incomparables, hasta que a partir de 1648 también ese oasis fue alcanzado por la catástrofe en la persona del jefe de cosacos, Bogdan Chmielnitzki.

Entre otros motivos, la creciente rebeldía de mayorías regionales católicas ortodoxas-griegas contra la frívola opresión por parte de la odiada clase dominante católica romana fue canalizada contra los judíos y desde entonces hasta fines del sigo XIX las más desalmadas carnicerías cayeron sobre los judíos de Polonia y de Rusia. Es otro capítulo que deberemos estudiar, un capítulo de las mayores glorias y la más abyecta ignominia. También allí muchos emigraron a América pero todavía en 1939 el destino alcanzó a más de 3 millones que no se habían ido. También ellos se sentían en su casa.

En el resto de Europa las condiciones tampoco eran envidiables. En todos los países los judíos fueron radiados y excluidos durante siglos, sólo en Alemania nunca se les expulsó de todo el territorio. Y cuando una ciudad o Principado los expulsaba, siempre en otro lugar se les abrían puertas, si bien a cambio de pesadas gabelas. ¿Pero de qué vale el dinero, si no para salvar vidas?

Aun después de la guerra victoriosa de 1870-71 y confirmada la emancipación "de jure" y, hasta fin de siglo, se acumularon incesantemente los ataques anti-judíos más empecinados. Las reiteradas incitaciones a la violencia no culminaron esta vez. Sin embargo, en 1881 una delegación de diputados hace entrega al canciller Bismarck de una petición que propone la completa eliminación de los judíos de la vida nacional. ¡Bismarck ni siquiera acusa recibo pero la petición llevaba 267.000 firmas!

De entre el círculo que rodea a Richard Wagner en Bayreuth nace, sin embargo, una nueva e importante variante y contribución a la clásica lucha anti-judía: la motivación racial, el llamado a la salvación de la germanidad del yugo de la raza judía. En 1891 se presenta en Xanten una vez más una acusación de crimen ritual y, si bien el fiscal pide la absolución del acusado, el líder anti-semita Stoecker no pierde la oportunidad para lanzar furiosas diatribas hostiles en el Parlamento.

Veamos pues, mis amigos: en el umbral de nuestro siglo XX ya estaba completamente reunido todo el arsenal para una renovada campaña anti-judía: lemas, argumentos, motivaciones, panfletos, calumnias, slogans. Nada tuvo que inventar ni improvisar Adolf Hitler, todo estaba servido en bandeja para lanzarse, treinta años más tarde, al genocidio más inaudito cometido jamás contra una minoría indefensa.

Recordemos de paso que, en la misma época, 1895, el impacto del escandaloso proceso Dreyfus en Francia despertó en el periodista vienés Dr. Theodor Herzl la entonces alucinante idea del moderno sionismo político, que 50 años más tarde culminaría con la proclamación del moderno Estado de Israel en la milenaria tierra Palestina.

"¡Judíos, vayan a Palestina!" fue el grito de batalla de los anti-judíos de entonces. "¡Judíos, fuera de Palestina!" es el grito de batalla de los anti-judíos de nuestros días.

Hay otros dos capítulos extensos y valiosos que debemos omitir esta noche cuales son: la rica creatividad religiosa y litúrgica del judaísmo alemán y, sobre todo, su aporte más destacado para el futuro del judaísmo, su enfoque con los medios de la ciencia moderna, la Ciencia del Judaísmo; y, por otro lado, la contribución riquísima y multifacética de los judíos a las ciencias, la cultura y las artes de Alemania y el resto del mundo. No es por cortesía que Robert-Hermann Terbrock dice en su "Historia de Alemania" de 1965: "El judaísmo alemán de las antiguas ciudades romanas situadas a orillas del Rin y el Mosela contaba con la más larga tradición de convivencia judeo-germánica y estaba por ello lo más familiarizado con la cultura alemana".

El siglo XX trae la Primera Guerra Mundial y el nacimiento en 1919 de la República Alemana; judíos defendieron su patria en la guerra, junto con todos los alemanes; judíos sufrieron las consecuencia de la derrota, junto a todos los alemanes; judíos hubo entre los fundadores y conductores del nuevo estado democrático. Judía es la primera víctima de la reacción: Walter Rathenau. Sin embargo, la tierna República, apabullada por la miseria de la posguerra y la falta de visión de las potencias vencedoras, carece de fuerza para defender sus postulados democráticos. Cuando, en 1923, el recién formado Partido Obrero Alemán Nacional-Socialista bajo la conducción de Alois Schickelgruber (alias Adolf Hitler) intenta un “putsch” que fracasa, se limitan a confinar a su líder por unos meses, en lugar de ahogar en el germen ese movimiento abiertamente ultra-nacionalista, revanchista y virulentamente anti-judío.

Rápidamente logra el respaldo financiero de los barones del acero y de todos los reaccionarios terratenientes del país, hace organizar sus formaciones de asalto, las S.A. integradas desde el principio por forajidos, ex convictos, inmorales de todo tipo y, a poco, domina la calle por el terror descarnado. Ni la policía, ni la pequeña e incipiente Reichswehr están en condiciones de poner coto a sus abusos, por más que los declaren ilegales.

A sus patrones de la industria pesada, Hitler les promete la guerra y la gloria. A los obreros, a los desocupados, a los pequeños burgueses desclasados, a las viudas de guerra y a toda clase de atorrantes, les promete lo que quieren oír:

Promete salvar el honor de la Alemania derrotada por la traición interna,

Promete la revancha,

Promete salvar a Alemania y al mundo del comunismo,

Promete liberar el país del yugo del tratado de paz,

Promete trabajo y pan,

Promete fomentar la tecnología, la ciencia y las artes,

Promete aumentar jubilaciones y rentas de veteranos,

Promete llevar al pueblo alemán, adalid de la raza germánica, a su glorioso destino como dueño del mundo, y

Promete borrar de Alemania y de la faz de la tierra a los culpables de todas las desgracias y miserias: la maligna, infrahumana, intolerable raza judía.

Nada agregó, nada inventó; tomó los ingredientes preparados desde hace años, batirlos bien antes de usar y aplicarlos con energía y dedicación.

En pocos años llega al poder por vía totalmente legal, aunque al frente de una fracción parlamentaria minoritaria de sólo 196 diputados en 472, electos en noviembre de 1932 pero todos, sin una sola excepción, delincuentes prontuariados.

El 30 de enero de 1933 comienza la danza macabra. La misma noche, durante los delirantes desfiles de antorchas, suceden los primeros asesinatos en plena calle, secuestros cuyas víctimas vuelven mutiladas o politraumatizadas, o no vuelven nunca. "Mande 50 marcos para que le enviemos sus cenizas". Y la familia recibe una cajita de habanos, llena de pedregullo y arena. Al que lo cuente, lo procesarán por difamación de la Nueva Alemania. Claro: en Berlín, la capital, no pasa nada grave. Ahí reside el cuerpo diplomático y los reporteros de todo el mundo y ellos son gobernantes serios y responsables. Ya nacen los primeros campos de concentración, "de re-educación"; sobre sus portones luce el lema "El trabajo te libera". Es solo el principio.

Paralelamente con las primeras acciones y leyes anti-judías empieza también la ofensiva sistemática contra la unidad de la familia alemana por medio del terror y de la corrupción sexual o de cualquier otra clase. Una semana antes de las últimas elecciones relativamente libres del 5 de marzo es incendiado el edificio del Parlamento, el "Reichstag", por un supuesto mercenario comunista. El Partido Comunista es disuelto, sus diputados electos expulsados. Pocos días más y se le aprueban poderes absolutos a Hitler y el sistema está funcionando.

1º de abril de 1933

Día del “boicot” nacional a todo el comercio judío, preparado hasta los mínimos detalles. En Berlín va todo tranquilo, es sólo un llamado a la reflexión. En provincias, le rompen los huesos a quien abra la boca o se acerque a un comercio judío. Cada pocos días o semanas salen nuevos decretos anti-judíos. Uno va asimilando los golpes y aprende a vivir con ellos, si es que no puede emigrar todavía. Todo igual como hace 1000 años.

Julio de 1933

Se celebra el concordato cultural entre el Vaticano y Adolf Hitler, lo cual no impide las atrocidades, asaltos y saqueos cometidos reiteradamente contra conventos y frailes, ni la detención e internación en campos de concentración de párrocos y obispos que llaman a la reflexión a sus feligreses.

Noviembre de 1933

Alemania se retira de la Liga de las Naciones y firma un pacto de no-agresión con Polonia.

El pueblo aprueba – el mundo calla.

1934

El liderazgo homosexual de las S.A., tan útil al principio, se ha pasado en sus atribuciones y aspiraciones y estorba los planes de la Gestapo: en la noche del 30 de junio son asesinados cientos o miles de camaradas homosexuales en todo el Reich. Se dice que a Ernst Röhm, comandante en jefe de las S.A. y suplente personal de Hitler, éste lo obligó personalmente a suicidarse.

Se aprovecha la oportunidad para eliminar un sinnúmero de opositores o simplemente rivales internos y a varios dirigentes de Acción Católica.

1935

Enero: se recupera la cuenca carbonífera del Sarre.

Junio: tratado sobre flotas de guerra con Inglaterra, violado antes de firmar.

El pueblo delira – el pueblo calla.

Julio: legislación racial infamante proclamada en Nürenberg.

1936

Marzo: se denuncia el Tratado de Paz de Versalles de 1919 y se re-militariza la provincia renana. En la guerra civil española participan legiones nazis en apoyo a Franco.

Agosto: Olimpíadas en Berlín con participación de todo el mundo, menos la Unión Soviética.

El pueblo delira – el mundo calla.

Noviembre: se complementa el eje Berlín-Roma con la inclusión de Japón.

El pueblo festeja – el mundo calla.

1937

Ya no hay estudiantes universitarios judíos, ni profesores, ni funcionarios públicos, ni abogados, ni escribanos, ni jueces, ni médicos.

Es imposible dar todos los detalles de los vejámenes y atrocidades que se suceden a diario.

Se va preparando la anexión de Austria.

El pueblo calla – el mundo calla.

1938

Marzo: anexión de Austria

Los pueblos deliran – el mundo calla.

Setiembre: anexión de los Sudetes.

Los pueblos deliran – el mundo otorga y se rinde en Munich

Octubre: Polonia ha privado de su ciudadanía a todo polaco que haya vivido en el extranjero por más de cinco años. El 28 de octubre, los nazis deportan en un solo día a 20.000 judíos polacos, ahora apátridas: hombres, mujeres, niños. Los polacos no los dejan entrar, pasan días y días en la tierra de nadie, sin alimentos ni abrigo, en los campos. Muchos mueren miserablemente, el resto puede pasar.

El pueblo no sabe – el mundo calla: ¡No intervención en asuntos internos!

Entre los deportados estaba un matrimonio de Hannover, Grünspan. Su hijo de 17 años, algo atrasado mentalmente, pudo escapar antes a Francia. Se compra un revólver y el 7 de noviembre va a la Embajada Alemana y le pega dos tiros a un funcionario, quien resulta ser Ernst von Rath, el Consejero de la Embajada. El día 9 la víctima sucumbe a sus heridas. Los judíos de Alemania retienen la respiración, palidecen de miedo: ¿qué es lo que se está tramando?

El 9 de noviembre se celebra un nuevo aniversario del "putsch" nazi de 1923. En Munich están reunidos todos los viejos camaradas que viven aún y los máximos dirigentes dignatarios de la S.A. De inmediato vuelan las órdenes telefónicas desde Munich a través de todo el Reich: acciones punitivas a discreción, de civil, para no comprometer al Partido. Policía y bomberos movilizados pero deben intervenir sólo en casos de peligro para la seguridad de los vecinos arios. Así funciona la explosión "espontánea" de la indignación germánica ante el nuevo "crimen de los judíos". En muchas ciudades alemanas, ya el día anterior, en las esquinas de calles céntricas han sido apilados montones de cascotes que servirán ahora, por casualidad, como proyectiles.

Pero, veamos un momento:

Herschel Grünspan está como refugiado en Francia, tiene documentación precaria, no domina el idioma con acento autóctono. ¿Quién le va a vender un arma? ¿Un comerciante armero? ¿Sin permiso de porte de armas? Y a un desconocido ¿quién le vende un arma clandestinamente?

¿Quién lo presentaría o recomendaría? Y luego, Herschel Grünspan va, en 1938, en París, a la Embajada nazi con documentación precaria y armado ¿y lo dejan entrar sin problemas?

Von Rath, por su parte, es hijo de una antigua familia aristócrata; apoyaron a Hitler al principio, pero ya aprendieron a despreciarlo y odiarlo. Su eliminación tan oportuna seguramente no les causó mucha tristeza a los nazis. A Ernst von Rath se le tributó un funeral de Estado, a Herschel Grünspan no.

Así pues, arrancó "espontáneamente" la "Noche de Cristal".

En forma prácticamente simultánea, más de 600 sinagogas en todo el Reich fueron incendiadas o dinamitadas y saqueadas, rollos de Torá que no fueran robados fueron pasto de las llamas. En muchos lugares fueron devastados centros comunitarios y cementerios. Miles de locales comerciales y de hogares de judíos son destruidos y saqueados, en algunas ciudades con una minuciosidad escalofriante. Toda la noche dura el estrépito de los cristales y el jaleo del populacho que se reparte el botín y sigue al día siguiente.

Muchas familias se ven literalmente con lo puesto: desde pianos hasta libros, cuadros, pañuelos y cucharitas, todo es arrojado frenéticamente por las ventanas rotas. Unos 30.000 hombres y adolescentes son detenidos y llevados a campos de concentración en esa noche. Muchos vuelven en el correr de los próximos días, llenos de horror. Según datos oficiales, 36 judíos murieron asesinados y otros 36 resultaron heridos.

A partir de la 1:30 de la madrugada, las centrales regionales de la S.S. empezaron a recibir los reportes detallados de las hazañas cumplidas por los responsables locales. En su sesión del día 12 de noviembre el gobierno en pleno evalúa el resultado de la acción y la complementa con algunos decretos:

a) Se le imponía a los judíos alemanes una multa colectiva de 1.250 millones de marcos, pagadera en un plazo perentorio.

b) A partir del 1º de enero de 1939 les queda prohibido a los judíos la explotación de comercios minoristas, mayoristas o de distribución y representación, así como el ejercicio independiente de cualquier oficio.

Les queda también prohibido exhibir o vender mercaderías o servicios o artesanías en mercados o ferias.

Ningún judío puede dirigir una empresa comercial o industrial en calidad de empleado.

Ningún judío puede pertenecer a una cooperativa.

c) Los propietarios o arrendatarios judíos de los locales dañados deben restaurar los mismos por su cuenta en el más breve plazo, restituyendo la imagen urbanística de las calles alemanas. Las sumas pagaderas por las compañías de seguros con tal motivo quedan confiscadas a favor del Reich.

d) A partir de la fecha les queda prohibido a los judíos la asistencia a actos culturales, teatros, cines, conciertos, conferencias, veladas artísticas de cualquier tipo como varieté, cabarets, circos, ballets y exposiciones de arte.

Los judíos no tenían ahora más remedio que vender sus comercios, industrias, talleres, a precios irrisorios fijados por comisionados del Partido. En muchísimos casos las escrituras se extendían a nombre del comisionado quien revendía los bienes de inmediato al verdadero comprador por un múltiplo del costo. El comprador tenía además la ventaja moral de haberle comprado legalmente a un ario.

Hasta aquí sólo algunos detalles ilustrativos sobre el grado de premeditación en esa explosión espontánea de la furia popular y sobre el estado general de las cosas en la Alemania de aquellos días.

Lo decisivo fue, sin embargo, la destrucción de las sinagogas.

Ya tratamos esta noche de explicar por qué los judíos soportaron tantas desgracias, persecuciones y vejámenes en suelo alemán sin abandonarlo. Resumamos pues:

Después de 1900 años habían adquirido un sentimiento de arraigo y de patria legítimo. Es probable que muchos no se pudieran sentir como alemanes pero se sentían en su casa. A pesar de más de 1000 años de ininterrumpidas persecuciones en un lugar u otro de Alemania y a pesar de la muerte de decenas de miles de víctimas y mártires, se las pudieron o se las tuvieron que arreglar para sobrevivir con ayuda de Dios, como conjunto étnico y religioso, hasta lograr últimamente su emancipación, su más preciada conquista ciudadana.

Esto explica como entonces, después de casi 6 años de despiadada vejación nazi muchos, a pesar de todo, habían conservado en lo más íntimo de su corazón la fe y la esperanza de que en cualquier momento se produciría un nuevo milagro, que se derrumbaría el odiado y temido régimen nazi; y que los sufrimientos de estos años quedarían atrás como otro episodio más en su periplo hacia la eternidad.

Muchos de estos judíos emancipados a medias no cumplían con sus tradiciones religiosas con la entrega total de sus padres y abuelos; pero, aun así, para todos ellos su sinagoga era su hogar espiritual, su único lugar de solaz y refugio seguro, su prenda de continuidad. El incendio, la destrucción de sus sinagogas en todo el país, les sacó el piso bajo los pies, paralizó sus sentidos. Lo que no habían logrado las Cruzadas ni la peste ni la Inquisición, lo logró la "Kristallnacht".

Esto era, pues, realmente el fin: el derrumbe de todas sus esperanzas y de su imagen del mundo. ¡Este mundo ya no sería reconstruido jamás! El 9 de noviembre de 1938 marca el fin de 1900 años de judaísmo en Alemania.

En la mayoría de las ciudades las palas mecánicas emparejaron los escombros de las sinagogas. En mi ciudad, el lugar sigue yermo y se erigió una pequeña estela que reza: "La conciencia del mundo es el amor". Ni una palabra de judíos ni de nazis, ni de sinagogas destruidas. En varias ciudades, sus municipios han hecho reconstruir sinagogas con mucha buena voluntad. Han sido actos de decencia y buena voluntad. Pero esto no hará resurgir el judaísmo alemán.

Sin embargo, no venimos aquí esta noche simplemente para decir Kadish, la oración de difuntos, por el judaísmo alemán. Tenemos que decir algo más, si Uds. me lo permiten.

Esta vez nadie, ni el pueblo alemán, ni los pueblos del mundo podían pretender desconocimiento y falta de información. A pesar de la irritante monstruosidad del crimen que premeditadamente desafía la conciencia del mundo, nadie ensaya una reacción. La prensa de todo el mundo informa horrorizada, en Alemania nadie osa abrir la boca. La respuesta más enérgica es el retiro transitorio del embajador norteamericano de Berlín.

El resto: consternación pero silencio. Hitler ha ganado una apuesta decisiva. Este fue un enfrentamiento decisivo entre la infamia más abyecta y la capacidad de respuesta del mundo libre. El mundo claudicó, Hitler triunfó. El progresivo tratamiento de inmunización por el terror, aplicado audazmente por Hitler durante seis años, ha logrado adormecer profundamente los reflejos morales del mundo.

El silencio del mundo ante el incendio de las sinagogas alemanas fue la señal de luz verde para la Segunda Guerra Mundial y para la "solución final". Por eso hoy, 45 años después, levantamos nuevamente nuestra voz angustiosa de protesta y de advertencia y de emplazamiento.

Alrededor del globo terráqueo observamos todos los días brotes y actos de agresión anti-judía, de palabra y de hecho, no importa que sea de inspiración neo-nazi, bolchevique o pan-arábiga. Con dolor, los vemos también en América Latina. Estos brotes significan una amenaza directa para nosotros los judíos y, no lo duden, mis amigos, nosotros vamos a mantener la guardia y nos vamos a defender.

Sin embargo, desearía fervientemente poseer el don de la elocuencia que permitiera demostrarles a nuestro amigos no judíos, que hoy la lucha empieza contra nosotros, los judíos y mañana será contra ellos mismos. Tenemos que reconocer de una buena vez que actos de antisemitismo son actos de terrorismo y el fin último del terrorismo, del color que sea, es corromper los reflejos morales y la capacidad de respuesta de los pueblos libres y honestamente amantes de la paz.

Nosotros vamos a seguir denunciando, sin temor ni vacilaciones, cada acto, cada publicación, cada ofensa anti-judía, suceda donde suceda. Combatiremos a los responsables con todos los medios lícitos en cada momento, para que sean sometidos a medidas punitivas de severidad disuasiva, en auténtica defensa de la paz y la convivencia entre los hombres y los pueblos de todo color, procedencia o credo.

En esta línea de pensamiento no podemos omitir lo siguiente: el renacimiento del Estado Judío fue la culminación del sueño diario y milenario de los judíos en la diáspora, también durante los 1900 años de su permanencia en Alemania. Fue el fruto de los esfuerzos denodados de un grupo relativamente reducido de hombres y mujeres que consagraron sus vidas integralmente al ideal sionista. Sin embargo, ese logro histórico sólo fue posible con el apoyo de los pueblos europeos, que confesándose la magnitud del cataclismo y que faltó su propia respuesta a tiempo comprendieron su obligación inexcusable de apoyar la justa causa del pueblo judío.

Es mi ferviente deseo que esos pueblos, al igual que los pueblos hermanos de América que nos apoyaron, comprendan y reconozcan que la causa de Israel es tan justa hoy como lo fue hace 45 años; y que no se dejen presionar por fuerzas extra-regionales para abdicar de su convicción de que el futuro próspero para todos los pueblos de Oriente Medio podrá empezar a construirse recién a partir de la erradicación del terrorismo y del reconocimiento y la paz con Israel.

Mis amigos:

Las llamaradas de las sinagogas destruidas en Alemania hace nada más que 45 años, siguen ardiendo y no deben apagarse. Siguen ardiendo en nuestros corazones, nos iluminan y nos comprometen y nos impulsarán hasta el fin de nuestros días en esta tierra, a luchar contra la ignorancia y la ignominia y a bregar a favor del cumplimiento de los anhelos que nos son más caros a todos nosotros: la benevolencia, el amor fraternal y la concordia entre todos los hombres.